Se llama evolución
Hasta 1976 las españolas necesitaban la autorización del marido para trabajar, y hasta 1978 no se despenalizó el adulterio.
Admiro la pasión que Maverick Viñales exhibe a lomos de su Yamaha en los circuitos de Moto GP, pero necesita un repaso de Historia.
En la China milenaria existía la costumbre de vendar los pies de las niñas. Se llamaban pies de loto y eran muy admirados por los hombres, aunque absolutamente limitantes para sus propietarias. En la vieja Atenas a las mujeres, que recibían el delicado nombre de oikos, se las consideraba parte del hogar y no tenían condición de sujeto legal. Las romanas libres del triunfal Imperio —de las esclavas para qué hablar— no podían votar, ni ocupar cargos públicos; aunque si eran capaces de “hacerse las rubias” llegaban a influir decisivamente sobre poderosos maridos o hijos. Así actuaron, entre otras, la madre de Julio César o la esposa del emperador Trajano.
En España el derecho al voto para las féminas se reconoció por primera vez en 1931 y lo revocó la dictadura franquista. Las mujeres bastante tenían con estar monas, ser complacientes esposas y madres devotas. Hasta 1976 las españolas necesitaban la autorización del marido para trabajar, y hasta 1978 no se despenalizó el adulterio. Qué feo eso de hartarse del marido y querer probar con otro. En 2017 la brecha salarial entre hombres y mujeres alcanzó el 23,25%.
Sobre las paragüeras —esas guapas azafatas que llevan encima tantos logos como permite la escueta ropa que les obligan a ponerse— Viñales ha dicho que "si se ha hecho toda la vida, es raro que cambie". Querido posible padre de hijas a las que no querrás que miren como objetos: a los cambios se les llama evolución.
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