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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cámbienle el nombre al chiste y lo hallarán menos gracioso

Juan Cruz

Sugiero cambiar los nombres de los chistes de los que se habla ahora. Cualquier nombre. El de Franco por otro. El de Carrero por otro. Y que los otros sean nombres que nos gusten. Verán el cambio de cara del interlocutor. Hagamos lo mismo con nombres menos comprometidos. El PP. Podemos. El PSOE. Izquierda Unida. La Falange. Hagamos igual con otros que ya irrumpieron, tristes, sádicos, en la historia. El citado Franco, el también citado Carrero. Videla. Pinochet. Tomemos con las mismas pinzas estos nombres propios. Fidel Castro. Raúl Castro. Busquemos en el baúl de los recuerdos. Blas Piñar. Fraga. Carrillo. La Pasionaria.

Todos los nombres tienen un rictus y, sin duda, su chiste incorporado. Pero vayamos más allá. Vayamos a lo blanco y a lo negro. A Fidel lo llamaban (en Cuba) Esteban. Por Este Bandido. Ja ja ja. De Franco sabemos más chistes que de Jaimito. Y de Carrero, los que quieran. De Pinochet, un rato de chistes (en Chile). De Rajoy sabemos chistes. De Zapatero. De Aznar. Sabemos chistes hasta de De Gaulle. Y de Churchill. Aquel que dice… ¿Cuántas veces no habremos contado chistes, digamos blancos, sobre los que nos gustan? ¿Y sobre los que no nos gustan? Defendíamos a Fidel con uñas y dientes…, hasta que ya nos reíamos con el chiste y hasta con la burla. Nos reíamos de Franco, a mandíbula batiente. ¿Y de Chaves? Unos se ríen y otros se indignan con el chiste.

El chiste hace gracia según a quien le toque. Imaginen un chiste sobre el PP ante uno del PP o un chiste de Podemos ante uno de Podemos. O del PSOE. O un chiste de Izquierda Unida ante uno de Izquierda Unida. No suena igual cuando lo escucha quien se siente herido. Hombre, ¿y por qué te sientes herido? Si era sólo un chiste…

Hagamos ahora otro ejercicio. En lugar de chiste lo llamamos insulto. Digamos que lo que has dicho de Carrillo, de Fraga, de los muertos bien muertos o de los muertos que quieres o de los muertos que desprecias no es un chiste sino un insulto. Digamos que es un insulto. ¿Entonces? ¿Dirías que es lo mismo un chiste que un insulto?

Nos hemos enredado con un juguete. Un chiste es una manera de aliviar el ambiente, una metáfora cruel, un guiño. Es muchas cosas un chiste. Es también un insulto. ¿Hay que santificar el chiste como si fuera una obligación social admitirlo en todos los términos? En un tiempo se hablaba de chistes de mal gusto. Si ahora dices que un chiste es de mal gusto te toman por el hombre de las cavernas. En los chistes incriminados ahora hay mucho mal gusto, dígase el chiste de Agamenón o de su porquero. ¿Hay que aguantarlos, defenderlos, llevarlos al Parlamento para que los santifiquen sus señorías? El chiste, rey del hemiciclo. Me la bufa, me importa un huevo, la verdad.

No, llámenlos como quieran. Llámenlos chistes malos, porque son chistes muy malos. No condenen a los que los dicen, para qué, se condena su sintaxis sucia o ensuciada. Pero, ¿condenarlos? Para nada, pues no tienen poco que hacer los jueces con el insulto mayor, la violencia machista, la violencia total, la corrupción, el vicio de odiar.

Ahora bien, piensen en el nombre del protagonista del chiste, pongámonos en la piel de ese nombre y luego ya verán como no es lo mismo Agamenón que su porquero.

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