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MIRADOR
Columna
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La nieve

La fijación con la climatología es una forma de escapismo fomentada para no reparar en la catástrofe social que nos rodea

David Trueba
Un grupo de migrantes se calientan alrededor de una hoguera, en Belgrado.
Un grupo de migrantes se calientan alrededor de una hoguera, en Belgrado. ANDREJ ISAKOVIC/ AFP

Da un poco de apuro escribir en público de algo que no tenga que ver con la nieve y las bajas temperaturas. En los noticiarios de la semana pasada se batieron todas las marcas. Los primeros veinte minutos trataban de la nieve. Cuánta nieve. Mucha nieve. En uno, incluso, se dio cuenta de la guerra de bolas de nieve que los empleados de un polígono industrial a las afueras de Murcia habían sostenido en hora laborable. Más allá de lo histórico de la nevada, la información meteorológica está cobrando una preeminencia asombrosa. Ya no basta con contar todos los días el tiempo que hace, sino que hay que salir a la calle y encuestar a la gente. Las declaraciones son de una relevancia increíble, que si a mí me gusta la niebla, que si yo jamás salgo sin mi paraguas, que si en invierno ya se sabe. Cuando llegue el calor será lo mismo, máximas de escándalo, históricas, y otra encuesta a pie de calle y enviados especiales a cada playa.

No puede ser un accidente. La fijación con la climatología es una forma de escapismo fomentada para no reparar en la catástrofe social que nos rodea. ¿Se han dado cuenta de que ya nadie habla de los refugiados? Sí, de los primitos del niño Aylan. Está muy bien dar cuenta de que los pasajeros del AVE han sido bloqueados varias horas cruelmente en Albacete, pero hay familias enteras abandonadas bajo toldos porque nadie ha movido un dedo por ellos en dos años. El programa de los partidos de ultraderecha europea consiste en eso exactamente, en resaltar que es antes nuestro atasco, nuestro malestar y nuestro victimismo, que el de las verdaderas víctimas arrolladas por la guerra. Pero ¿qué guerra?, se preguntarán los que siguen las noticias. ¿Hay guerra? El olvido es conveniente y más cuando regresan los ultras al Gobierno estadounidense, que jamás asumieron responsabilidades por la invasión de Irak y el cambio de prioridades mundiales. Un diseño obra de los halcones Bush y sus aliados, entre los que tuvimos el deshonor de figurar.

A Luis Bárcenas, gran amante de la nieve, no sé si en todas sus formas, también ha venido la nieve a taparle con un manto mediático. Sus sonrojantes explicaciones ante el juez de los millones acumulados en Suiza le merecen que el BOE le agradezca en su día los servicios prestados por su milimétrica protección al partido. A fin de cuentas su contabilidad extracontable es hermana gemela de la anatomía forense extraanatómica que practicó Trillo a nuestros soldados muertos en el avión de regreso de Afganistán. Pero hablemos del tiempo.

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