Tráfico limitado
La restricción por matrícula debe completarse con planes a largo plazo
El Ayuntamiento de Madrid ha tomado la decisión histórica de prohibir hoy la circulación por el centro de la capital a los vehículos con matrículas que acaben en número par, debido a los elevados niveles de concentración en el aire de dióxido de nitrógeno y, en general, a la densa capa de suciedad atmosférica que rodea Madrid. La decisión aplica la fase 3 del protocolo anticontaminación, lo cual significa que continúan en vigor las dos primeras fases —limitación de velocidad en las vías de acceso a la capital y prohibición de aparcar en la almendra central a los no residentes— y solo puede ser calificada como una respuesta sensata a lo que se confirma como uno de los problemas más graves de las grandes urbes contemporáneas. La contaminación atmosférica y ambiental es un peligro grave e inminente para la salud y no descenderá si no se adoptan medidas urgentes, como la mencionada, y otras a más largo plazo igual de contundentes.
Hay muy pocos argumentos, por no decir ninguno, para rechazar la conveniencia de limitar el tráfico en las circunstancias actuales. El primer deber de un Consistorio es garantizar la salud de los ciudadanos y es evidente que el elevado grado de suciedad del aire, causado por las emisiones de los motores de combustión y las calefacciones, atacan la salubridad general de los madrileños. Tampoco es una medida disparatada ni extremista: varias ciudades europeas disponen de medidas similares, porque entienden que son el mejor método para reducir la contaminación. Las conductas irresponsables son las contrarias, es decir, las de aquellas Administraciones locales que durante años se han negado a combatir el aire sucio con decisiones drásticas y eficaces, aunque sean impopulares.
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Los argumentos de los partidos municipales que rechazan las limitaciones de tráfico parecen irrelevantes y carecen de credibilidad. Sostener que cerrar selectivamente el centro de Madrid es una “decisión ideológica”, como defiende el PP, invita a replicar qué medidas propone el Partido Popular para reducir la contaminación; o si para su grupo debe prevalecer la libertad de usar el coche sobre la salud de los madrileños. La petición de consenso para tomar medidas restrictivas parece más razonable, pero conviene recordar que estamos ante una situación de emergencia ambiental. No muy distinta, por cierto, de la que sufren otras grandes ciudades en las que se aplican medidas similares o más rigurosas.
Los responsables del Ayuntamiento madrileño deben tener en cuenta que la respuesta es totalmente correcta, pero que la suciedad del aire urbano tiende a convertirse en un mal crónico que no se combate solamente con medidas esporádicas o discrecionales. La respuesta más eficaz para acabar con el problema de la contaminación es la de aprobar planes a medio y largo plazo para aumentar el transporte público, coordinar con otras Administraciones públicas la modernización del parque automovilístico —coches de menores emisiones o ecológicos—, limitar el tráfico privado en el centro de la ciudad de forma permanente (Londres y Roma son ejemplos pertinentes) y reducir el horario de reparto a tiendas, comercios y otros establecimientos. Este plan sí que puede y debe pactarse con todas las partes afectadas.
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