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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trata de seres humanos

La advertencia aprobada por la ONU a propuesta de España no debería caer en saco roto

Inmigrantes procedentes de Haití y África esperan en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua.
Inmigrantes procedentes de Haití y África esperan en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua.JUAN CARLOS ULATE (REUTERS)

La crisis de los refugiados y los conflictos armados que la alimentan han provocado un aumento sin precedentes de la trata de seres humanos, hasta el punto de que ya compite en volumen y actividad criminal con el tráfico de armas o de drogas. Alarmado por la situación, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó por unanimidad el pasado 20 de diciembre, a propuesta de España, un documento en el que alerta sobre la involución civilizatoria que representa este tráfico y la especial vulnerabilidad en que se encuentran las mujeres y las niñas en las situaciones de conflicto y terrorismo. El Consejo insta a los países a tomar medidas concretas para perseguirlo y llevar a sus responsables ante la justicia.

No debería quedar en una mera declaración. Se estima que más de 20 millones de personas en el mundo realizan trabajos forzados, de las que casi una cuarta parte son mujeres obligadas a prostituirse. Pero los conflictos armados de Oriente Próximo y África han propiciado la aparición de nuevas formas de esclavitud y trata de personas que la justicia internacional y los Estados deben combatir con mayor cooperación policial y judicial.

Muchos de los refugiados que huyen se ven obligados a trabajar en condiciones de esclavitud para subsistir y su traslado es utilizado para alimentar el negocio ilegal de las mafias, del que con frecuencia también se benefician quienes han provocado su huida, los grupos yihadistas. Se estima que solo en Libia, el Estado Islámico (ISIS) recaudó en 2015 más de 80 millones de euros en peajes a los migrantes. El ISIS, Boko Haram, Al Shabab y otros recurren sistemáticamente a la violencia sexual como arma de guerra y utilizan a las prisioneras como esclavas sexuales o las venden para obtener ingresos. El Estado Islámico tiene aún en su poder a más de 3.000 mujeres y niñas yazidíes apresadas en Irak desde 2014. Esto es algo que no debería ocurrir en pleno siglo XXI.

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