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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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El gato de nueve de colas

El debate sobre la inmigración está corrompido y contaminado

La esclavitud en Brasil según la retrató Jean-Baptiste Debret.
La esclavitud en Brasil según la retrató Jean-Baptiste Debret.

“A los extranjeros que vengan les azotaremos con un gato de nueve colas”.

“¡Locos! ¡Salvajes! ¡Con un gato de nueve colas, no! ¡El látigo debería tener solo dos colas!”.

Y llegaron a un acuerdo y contra los extranjeros usaban gatos de cinco colas, cuando en realidad nunca deberían haberles pegado.

El debate sobre la inmigración está absolutamente corrompido y contaminado. No se puede ni siquiera empezar a tratar públicamente el tema sin que inmediatamente surjan expresiones exaltadas antimigratorias con fundamentos del tipo: “no tenemos para nosotros como para encima aceptar a más gente”, “con los niveles de paro que tenemos, no vamos a dejar entrar a más aquí” o “lo que nos faltaba”.

Tras la muerte de su mujer Joe, acérrima defensora de los derechos humanos y de los derechos de asilo y libre circulación, así como el inesperado triunfo del Brexit, el activista Brendan Cox ha dedicado seis meses a recorrer varios países europeos entrevistándose con refugiados, políticos y activistas, con el objetivo de entender porqué los discursos populistas antimigratorios de ultraderecha se están convirtiéndose en dominantes en muchos países de la Unión Europea.

Brendan saca cinco puntos. Primero, los populistas están mejor organizados. Segundo, les importa lo que piensa la gente. Tercero, lo que la gente opina sobre el tema migratorio no está relacionado con hechos sino con emociones. Cuarto, les beneficia la inestabilidad actual (económica y social). Quinto, no existe una verdadera estrategia pública de migraciones. (Les recomiendo que se lean el artículo, corto y muy fino).

Y, efectivamente, el discurso migratorio es muy estrecho y claramente escorado hacia la derecha en su formato más conservador. Los que se atreven a meterse en el debate se limitan en la mayoría de los casos a crear un discurso reactivo. Y las políticas van detrás, como señala Brendan, no hay una estrategia y se trata más bien de ir improvisando acciones según las circunstancias evolucionan.

En todo este escenario de discurso dominante antimigratorio de derechas, ¿dónde se encuentra la izquierda? Salvo honrosas excepciones individuales, en este tema, como colectivo político y líder de opinión, la izquierda está muy a la derecha. El tema está más o menos así, la derecha dice: “los refugiados tendrán que declarar sus bienes y se les confiscarán todos ellos incluidos las joyas y otros objetos de valor”, y la izquierda responde: “¡qué barbaridad! Los anillos de casados no se los podemos quitar”. Y así fue, les pueden quitar todo menos ordenadores, teléfonos móviles y alianzas. Estoy hablando de Dinamarca hoy en día.

El mayor problema al que tenemos que enfrentarnos ahora es cómo somos capaces de cambiar este discurso antimigratorio tan en boga. De experiencias pasadas como el derecho de voto de las mujeres hemos aprendido que tenemos que salirnos del marco existente y empezar un discurso diferente, no reactivo, con otras bases. Sin duda, el eje principal es el de los derechos de todos los seres humanos. Las mujeres adquieren el derecho a voto porque es impensable que alguien no tenga derecho a votar por no ser hombre. Los negros adquieren sus derechos en Estados Unidos porque es impensable que el color de la piel sea un factor en la adquisición de los mismos. Los migrantes tendremos derecho a llegar a otros países que no sean los nuestros, porque es impensable que el sitio de nacimiento sea el factor que determine la libertad de movimiento.

Es de cajón. Si limitamos la libertad de movimiento de unos por razones tan simples como el dónde han nacido sentamos las bases para que ese mismo criterio se nos aplique a nosotros. No lo olvidemos, porque luego se nos llena la boca hablando de Trump o del Brexit como si no tuvieran nada que ver con lo que hacemos y promovemos aquí.

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