Resistencia bacteriana
El mal uso de los antibióticos causa un grave problema de salud pública
La proliferación de bacterias que han desarrollado resistencias a los antibióticos se está convirtiendo en un gravísimo problema de salud pública. Cada vez mueren más personas por infecciones de orina o respiratorias causadas por bacterias comunes que hasta hace poco se trataban fácilmente con los fármacos disponibles. Los datos son sumamente preocupantes. Las bacterias multirresistentes causan ya 25.000 muertes en Europa y otras 23.000 en EE UU. La OMS estima que en todo el mundo se cobran 700.000 vidas, pero lo que causa mayor alarma es la progresión. Expertos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades estiman que, de seguir la tendencia actual, en 2050 el número de víctimas en el mundo podría elevarse a 10 millones anuales. Para hacerse una idea, el cáncer provoca ahora unos 8,2 millones de muertes.
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El aumento de las resistencias comporta que cada vez se deba recurrir con más frecuencia a los llamados antibióticos de último recurso, que son mucho más tóxicos y que, con el tiempo, también perderán efectividad. Se sabía que las bacterias tratarían de defenderse generando resistencias, pero el proceso se ha acelerado y está siendo mucho más rápido que la capacidad de desarrollar antibióticos nuevos. Lo más lamentable es que se trata de un problema autoinfligido pues estas resistencias están provocadas sobre todo por el mal uso y el abuso de los antibióticos disponibles.
La utilización de antibióticos ha aumentado un 40% en 10 años y es significativo que los países con mayor consumo, entre los que figura España, son también los que presentan mayor índice de resistencias bacterianas. Las autoridades sanitarias deben actuar con determinación en dos frentes principales. En primer lugar, el abuso en humanos. Hay que evitar usar antibióticos en infecciones víricas como catarros o procesos gripales, pues ahí no son eficaces y favorecen las resistencias. Es inaceptable que las farmacias dispensen antibióticos sin receta, cuando está prohibido. Eso facilita la automedicación.
Pero sin duda allí donde hay que actuar con mayor rapidez y contundencia es en el mal uso de antibióticos en granjas y piscifactorías. Se utilizan de forma generalizada, no para curar infecciones, sino para ayudar al crecimiento animal minimizando la posibilidad de un contagio infeccioso que las condiciones de hacinamiento extenderían rápidamente. La OMS ha pedido que se prohíba su uso como profilaxis. España figura entre los países con mayor consumo de antibióticos en animales, 419 milígramos por kilo de carne producida, cuando la media europea es de 121, lo que ha provocado ya quejas ante la UE. Mientras en Europa bajaba el uso de antibióticos en animales en un 12% entre 2011 y 2014, en España aumentaba un 25%, con el agravante de que uno de los más utilizados es un antibiótico de último recurso para humanos. No podemos esperar que los acuerdos de reducción voluntaria funcionen. Dada la gravedad del problema, hay que revisar la regulación de la sanidad animal e intervenir con inspecciones y sanciones severas.
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