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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hablar con extraterrestres de cambio climático

La oleada ultranacionalista debilita los organismos internacionales

Guillermo Altares

Hablar con unos hipotéticos alienígenas que aterrizasen en la tierra puede resultar más fácil que hablar entre nosotros mismos. Dentro de la oleada de Gobiernos ultranacionalistas que han oscurecido el cielo internacional desde Filipinas hasta Rusia, uno de los muchos problemas que plantea la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos es el final del multilateralismo.

El repliegue de numerosos países hacia sí mismos —el Brexit es el ejemplo más claro y reciente— puede acabar por enterrar los organismos que han articulado las relaciones internacionales desde la II Guerra Mundial —con escasa fortuna muchas veces, todo hay que decirlo, pero su existencia es mejor que el vacío—. Sin embargo, existen problemas que comparte toda la humanidad y que necesitan una cooperación abierta, un compromiso claro que entierre cualquier desconfianza. El cambio climático es el más evidente de todos ellos.

Esa idea se encuentra en el corazón de una película cuyo estreno no ha podido ser más oportuno: se trata de La llegada, un filme del canadiense Denis Villeneuve basado en un cuento de Ted Chiang, un informático estadounidense de 49 años que, pese a haber escrito apenas una docena de relatos, es considerado el Philip K. Dick del siglo XXI por su capacidad para abordar desde la ciencia ficción los problemas del presente. El filme arranca con el aterrizaje de 12 naves extraterrestres en diferentes puntos de la tierra. Los Gobiernos de cada uno de los países afectados tratan de comunicarse con los aliens, una tarea para la que Estados Unidos contrata a una reputada lingüista interpretada por Amy Adams.

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El filme nos sitúa ante la ruptura del silencio del universo, título de otro célebre cuento de Chiang, y ante uno de nuestros enigmas más profundos: el misterio del lenguaje, que no sólo sirve para comunicarnos, sino que construye nuestro cerebro y, por lo tanto, el mundo en el que vivimos. Las palabras no sólo dicen, crean. Pero también enfrenta al espectador con una cuestión mucho menos metafísica y muy actual: ¿cómo dialogan los países ante una emergencia global como la presencia de extraterrestres?, ¿qué comparten, qué se ocultan los unos a los otros?

La posibilidad de que unos marcianos vengan a visitarnos es remota —aunque, como demuestra la elección de Trump, todo es imposible hasta que deja de serlo—. Sin embargo, la hipótesis de que la temperatura del planeta suba más de dos grados desde el principio de la era industrial es tan real como espeluznante y condenaría a las futuras generaciones a una miseria climática. En sus textos, Chiang nos invita a reflexionar sobre lo que significa comunicarse, pero también sobre el inmenso error de la incomunicación y el aislamiento.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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