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“Ser madre es como si tuvieras una tara, pasas a ser una empleada de segunda”

El Club MalasMadres pone el foco sobre la discriminación laboral que sufren las mujeres al tener hijos y crea la Asociación Yo No Renuncio para concienciar sobre la corresponsabilidad

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Algo falla en un país desarrollado cuando una prueba positiva de embarazo provoca en la mujer más miedo que alegría. Miedo a contarlo en su empresa, a perder su categoría profesional o directamente su empleo, a ser penalizada bajo el doble rasero del “enhorabuena, pero si reduces jornada, tú verás”, a no saber si el nacimiento de un bebé supondrá el fin de sus sueños. ¿Cómo hemos conseguido como sociedad que las madres se sientan estigmatizadas? ¿Somos el reflejo de las mujeres de los años cincuenta, pero con un trabajo extra fuera de casa? ¿Eso es avanzar?

El Club de MalasMadres lleva más de un año investigando, movilizando y concienciando sobre la utopía de la conciliación. Sin aceptar que sea una utopía. Su última encuesta #Somosequipo pretendía arrojar luz sobre el reparto de tareas en el hogar, las responsabilidades familiares y el tiempo que se dedica al ocio personal. Contestaron 20.000 personas, un 13% hombres, hasta su cierre, este lunes 10 de octubre. El objetivo era sacar conclusiones sobre lo que está fallando en los hogares y dar respuesta a un problema que de momento no tiene solución política ni empresarial.

Para hacerse una idea de lo grave que es la situación merece la pena leer cada uno de los testimonios de madres que cuentan en Facebook cómo fueron tratadas cuando anunciaron su embarazo o intentaron reducir su jornada: "Dos embarazos=Dos despidos", escribe una. "Yo, funcionaria estatal, he solicitado reducción y conciliación. Se lo han tomado como una ofensa personal. Por supuesto no me dan un turno de mañanas y además se niegan a dármelo por escrito y me he convertido en una apestada", asegura otra. "En la empresa que llevaba un año y medio decidieron no volver a contratarme porque me iba a casar y seguro que pronto me quedaba embarazada", cuenta otra. Funcionarias públicas o empleadas de empresas privadas: no hay límite a la discriminación, acoso laboral y despidos nulos o encubiertos que terminan en los tribunales con acuerdos económicos y empleadores impunes que volverán a hacer lo mismo con la siguiente madre.

Ese fue el caso de Alejandra Salas, joven creadora de la start-up DOhelping, una plataforma online de micro-financiación y mecenazgo para proyectos de cooperación que ha recibido premios al emprendimiento y se toma como modelo de éxito en talleres y charlas motivacionales en el mundo empresarial. Con su primer embarazo en 2013, esta madre treintañera vivió en primera persona el mobbing anti-maternidad de la cadena de televisión donde trabajaba. “Cuando fui a contar que me había quedado embarazada estaba aterrada. Me pareció incluso raro que no me pusieran problemas", explica Salas. "Pero claro, fue porque lo duro empezaría después, cuando quise reincorporarme de la baja. Pedía salir a las 17.00, sin descanso para comer, porque mi chico recogía a la niña y se encargaba de ella hasta esa hora, pero después tenía que regresar a su trabajo. Y si yo me retrasaba al salir, él no podía entrar a tiempo. En mi empresa no lo aceptaron. Yo tenía un cargo de responsabilidad y enseguida empezaron a apartarme de proyectos, a no permitirme presentar informes de temas que yo había desarrollado, a no contar conmigo 'porque no estaba disponible por las tardes' por si el jefe necesitaba algo, a ponerme reuniones en el último minuto y a quitarme los complementos salariales que me correspondían”, recuerda.

Ningún compañero tuvo el valor de apoyarla, quizás por miedo a más represalias. Con una hija de pocos meses tenía que hacer más horas de las que podía en el trabajo, cobrando menos y condenada al ostracismo. “Cuando me reincorporé no sabía que había perdido valor como trabajadora por ser madre. Es como si tuvieras una tara, pasas a ser una empleada de segunda y te sientes estigmatizada. Tenía compañeros que incluso me recomendaban no reclamar mis derechos, “por el bien del bebé”, refiriéndose a que podía perder el trabajo. Pero no, precisamente por mi hija tenía que reclamar, porque no quiero que esto sea lo normal y ella sufra lo mismo en un futuro si quiere trabajar y tener hijos. Deberíamos empezar ahora a cambiarlo. Y si hay que llamar a la Inspección de Trabajo y denunciar, se llama”.

El litigio acabó entre abogados y con acuerdo, pero lejos de la empresa. Pocos meses después, esta madre emprendió su propio proyecto empresarial de éxito con un nuevo reto añadido: la llegada de mellizos a la familia que, esta vez sí, pudo conciliar.

"La renuncia no es la solución"

Con el objetivo de concienciar sobre estas situaciones, el Club de MalasMadres ha dado un paso más, partiendo de la idea de que las grandes revoluciones empiezan desde abajo y las familias -con progenitores de ambos sexos implicados y sin olvidar las necesidades de hogares monoparentales- podrían ser el germen del cambio social.

“La creación de la Asociación Yo No Renuncio ha sido la evolución natural de un movimiento que vertebraba a muchas madres. La renuncia no es la solución, pero vemos cómo las mujeres se ven obligadas a renunciar siempre y que solo les quedan 54 minutos al día de tiempo libre. Estamos atrapadas en las supuestas medidas de conciliación y eso es un error de planteamiento porque el problema no es femenino. Implica a toda la sociedad y la corresponsabilidad solo es posible si se implantan medidas que permitan a los padres hacerse cargo de sus hijos”, explica Laura Baena, fundadora del Club de MalasMadres y cofundadora de la Asociación Yo No Renuncio junto a la socióloga Maite Egozcozábal. Este movimiento ya ha visto cómo algunas de sus iniciativas han provocado cambios políticos -como la aprobación de una propuesta no de ley en la Comunidad Valenciana que incentivará las pymes con flexibilidad horaria- , pero el objetivo es llegar más lejos. “El trabajo productivo está acabando con el trabajo reproductivo y eso es surrealista porque no se da valor a la madre trabajadora. La tasa de natalidad sigue cayendo: nos quedamos sin futuro. Habría que poner el foco en las empresas que sí concilian, que son las menos, pero son un buen ejemplo a seguir. Se podría crear un sello que certifique estas buenas políticas empresariales y vigilar que se cumplen. La sociedad necesita referentes de hombres -empresarios y padres- que se implican”, añade Baena.

La primera encuesta de MalasMadres desembocó en el Informe Sociológico Concilia #13F, que recoge datos escalofriantes. El 50,7% de las mujeres reconocía haber sufrido experiencias laborales negativas relacionadas con su maternidad; un 31,5% de las madres encuestadas se había visto obligado a desarrollar tareas de menor responsabilidad tras su baja; el 35,3% había tenido problemas para negociar la reducción de su jornada laboral y un 30% pasó al régimen de autónomos para poder conciliar.

Estas cifras, si se llevaran al terreno sindical y a una huelga general de madres en todos los sectores, sencillamente paralizarían el país. ¿Será necesario llegar a ese punto? Un 41% de las mujeres trabajadoras se ven obligadas -es decir, no se trata de una elección personal y libre- a dejar su empleo para cuidar de sus hijos. Sobre este tema ha escrito Laura Baena la reflexión “No te vayas antes de irte”: un llamamiento a la lucha social y la no renuncia.

Iniciativas sociales y retos políticos

En el contexto de sutil violencia laboral que vivimos contra la maternidad, las iniciativas civiles pueden ser un primer paso. El pasado junio, el Club de MalasMadres conseguía que se llevara al Parlamento de Valencia y se aprobase una propuesta no de ley lanzada en Change.orgpara subvencionar a las pymes que implantasen jornadas intensivas con flexibilidad horaria. La esperanza es que otras Comunidades Autónomas sigan su ejemplo. Las políticas de conciliación del norte de Europa han demostrado que lo de calentar el asiento para impresionar al jefe es inversamente proporcional a la productividad laboral, y que los horarios racionales garantizan empleados más eficaces. Pero en España la "cultura del presentismo" está muy arraigada. De momento, la petición de MalasMadres está a punto de alcanzar las 300.000 firmas. #Yonorenuncio y #Somosequipo se han convertido en la base de una nueva revolución que quizás se estudie dentro de varias décadas como fenómeno sociológico, cuando la conciliación laboral sea real y no una quimera.

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