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RED DE EXPERTOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Habemus nuevo secretario general: ahora urge transformar la ONU

Guterres es la mejor elección: inteligente, hábil, diplomático y comprometido con los vulnerables

Antonio Guterres, en una reciente comparecencia pública en Lisboa.
Antonio Guterres, en una reciente comparecencia pública en Lisboa.REUTERS
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Finalmente, la semana pasada salió humo blanco de los salones del Edificio de la ONU en Nueva York. Tras repetidos tanteos en los que no se arribaba a un consenso pleno, Antonio Guterres, exprimer ministro de Portugal y ex Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, recibió el respaldo por aclamación de parte de los quince miembros del Consejo de Seguridad para ser postulado como el nuevo Secretario General de las Naciones Unidas y ser ratificado por la Asamblea General en los próximos días.

Ha sido la mejor decisión posible, a pesar de las grandes expectativas que se tenían de seleccionar por primera vez a una mujer en el máximo cargo del Sistema Multilateral creado después de la Segunda Guerra Mundial. Sin lugar a dudas se ha escogido al mejor: un hombre inteligente, hábil, diplomático, experimentado, conocedor del sistema y comprometido con los más vulnerables del mundo. He tenido oportunidad de conocerle personalmente durante los años que pase en Ginebra en la OMS, cuando él era el responsable máximo del Acnur, la agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. Pude testimoniar de primera mano, en el seno del Comité Permanente Inter Agencias para la Acción Humanitaria Internacional (IASC) su liderazgo, su firmeza, su capacidad de decisión y su filiación con los principios humanitarios.

El conflicto de Siria, el éxodo de personas en Sudan del Sur, los problemas crónicos de Irak y Afganistán, el terrorismo yihadista, la crisis de los refugiados son algunos de los retos de Guterres

De hecho, en numerosas ocasiones durante su gestión como Alto Comisionado alzó la voz sobre el problema del desplazamiento forzoso en un mundo envuelto en guerras pertinaces que no concluyen. Hizo un llamado a la necesidad de repensar la respuesta humanitaria ante una situación sin precedentes que ha desbordado la capacidad de los mecanismos internacionales de ayuda humanitaria y de atención a los refugiados, solicitantes de asilo, desplazados internos y otros migrantes en situación irregular que buscan escapar de la destrucción, de la violencia, de la persecución, de las violaciones a los derechos humanos y de la intolerancia. Se optó felizmente, tras múltiples intrigas palaciegas de la diplomacia internacional, por el candidato más redondo e incluso me atrevería a decir la persona idónea para encabezar una transformación del sistema de las Naciones Unidas en su conjunto en un momento en el que el pesado aparato que hoy existe necesita fortalecerse, aligerarse, ser más eficiente, más eficaz pero sobre todo más relevante.

Se tiene ya a la persona, pero ahora hace falta debatir y encauzar el programa que la ONU deberá acometer en los próximos años. Habemus nuevo secretario general pero hace falta ahora dar un giro de timón decisivo para transformar a la ONU y ponerla a la altura de las circunstancias del mundo de hoy. No podemos pensar en que las cosas transcurran sin emprender reformas. No es posible proseguir con un bussiness as usual que haría del Sistema de las Naciones Unidas un aparato crecientemente obsoleto, pesado e irrelevante.

Toca a las nacionaes apoyar la transformación de lo que ellas mismos crearon hace siete décadas para evitar que el mundo cayera en una nueva conflagración universal

Hay que delinear una agenda de cambio que produzca un aggiornamento de la ONU de manera que el sistema se reposicione en un mundo que demanda cambios profundos. El nuevo secretario general tendrá que emprender esta gran campaña transformadora pero no puede hacerlo solo. Debe guiarla y tratar de viabilizaría construyendo proactivamente los consensos necesarios. Pero tocara también a los Estados miembros respaldarlo y mostrar su voluntad de cambio. Sin ellos no será posible avanzar en la tan necesaria agenda de transformación del marco de actuación multilateral que debe garantizar la paz y la seguridad. Como diría Cervantes en el ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, el caballero no puede ir más aprisa que la cabalgadura.

Guterres asumirá la Secretaria General en enero próximo. Lo hará en una coyuntura de alta tensión internacional en torno al conflicto de Siria, al silencioso pero dramático conflicto y éxodo de personas en Sudan del Sur, a los problemas que se han hecho crónicos de Irak y Afganistán, a la disrupción y el horror generados por el terrorismo yihadista, a la crisis de los refugiados en la Unión Europea que ha desatado una peligrosa ola de neopopulismo de derecha y una xenofobia vergonzante en numerosos Estados miembros, y muchos otros episodios que no terminaríamos de nombrar.

El nuevo secretario general heredara una situación en la que la ONU no siempre ha estado al frente de las respuestas necesarias: un papel secundario en la resolución del conflicto Sirio, un fracaso en las operaciones de paz en Sudan del Sur, un cuestionamiento de la conducta de muchos de los contingentes de las fuerzas de paz (cascos azules) que se han visto envueltos en inaceptables episodios de explotación sexual y violencia de género e incluso de transmisión del cólera en Haití, un fracaso estrepitoso en el alcance de la reciente Cumbre Mundial de Alto Nivel sobre los Refugiados y los Migrantes celebrada en septiembre, una descafeinada respuesta a la Cumbre Mundial Humanitaria celebrada en Estambul en mayo del 2016, entre otras.

El nuevo secretario general heredara una situación en la que la ONU no siempre ha estado al frente de las respuestas necesarias

Es cierto que la ONU cuenta en su haber la aprobación, hace un poco más de un año, de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) para el 2030: una agenda universal para el desarrollo con 17 grandes objetivos a ser alcanzados que hoy por hoy son loables aspiraciones acordadas por los 193 Estados Miembros. Sin embargo no se cuenta con una hoja de ruta para alcanzarlos y se ha debatido muy poco en el marco de la Asamblea General, del Ecosoc y del Consejo de Seguridad sobre cómo llegar a ellos, que transformaciones globales, regionales y nacionales se requieren para alcanzarlos y cuál es la economía política a tomar en cuenta para pasar de la situación de hoy a las aspiraciones del 2030.

Se requiere un sistema más coherente y más coordinado que responda adecuadamente a las demandas de la agenda del desarrollo sostenible que ha sido acordada. Esta hoja de ruta de la transformación necesaria de la ONU pasa desde mi punto de vista por los siguientes diez grandes capítulos que pueden constituir un decálogo para las reformas necesarias:

  1. Enfrentar los desafíos de la universalidad que están implícitos en los ODS para el 2030. La agenda aprobada en 2015 no es solamente una agenda para los países pobres. Esta referida a todos los países, en distintos grados de desarrollo, y entraña compromisos para todos. Esto demanda acciones por parte de todos con beneficios para todos. El tema de fondo es llevar al sistema de Naciones Unidas para el Desarrollo (organismos, fondos y agencias) más allá del paradigma de la ayuda al desarrollo y privilegiar la acción colectiva
  2. Definir prioridades para la acción colectiva del sistema de las Naciones Unidas. No se trata de que la ONU trate de hacer todo en todas partes. Seria irreal e irresponsable pensar que el Sistema de las Naciones Unidas dará respuesta al amplio espectro de la agenda de los ODS para el 2030. Habrá que ser selectivos y concentrar las tareas en unas cuantas prioridades estratégicas con altas externalidades positivas.
  3. Articular mejor las actuaciones de los tres pilares de la ONU: la acción humanitaria, la cooperación para el desarrollo y la consolidación de la paz y la seguridad mundiales. En la actualidad los tres pilares tienden a operan en forma de silos, no están debidamente interconectados, generan duplicaciones y en ocasiones suponen líneas de acción encontradas
  4. Promover la consolidación de bienes públicos globales. Esto resulta vital para catalizar las transformaciones que se requieren para alcanzar los ODS, especialmente en lo que se refiere a la erradicación de la pobreza, a la reducción de inequidades, a la protección ambiental y al preservar y proteger los derechos humanos y los derechos sociales fundamentales en una economía y una sociedad globalizadas. Hay que potenciar el desarrollo de estos bienes públicos globales y el acceso universal a sus beneficios. Supone una financiación colectiva de acciones conjuntas para objetivos de interés común. Abarca la seguridad y la paz, la estabilidad climática, la seguridad en materia de salud, las normas y estándares mundiales, las plataformas comunes de conocimiento y los derechos humanos fundamentales entre otros.
  5. Racionalizar la arquitectura del sistema de las Naciones Unidas. Eliminar la incoordinación y la duplicación de acciones entre organismos y agencias. Alentar un espíritu de colaboración y complementariedad más que de competencia. Racionalizar los mandatos superpuestos. Ajustar las expectativas generadas a los recursos disponibles. Descontinuar las acciones superfluas, redundantes y obsoletas. Concentrar las intervenciones en un grupo de problemas prioritarios bien identificados que requieren las acciones conjuntas de las distintas partes del sistema
  6. Dar paso a nuevas formas de trabajo. Eliminar las ineficiencias y los modelos de gestión obsoletos. Privilegiar la relevancia de las actuaciones. Definir en qué países se requiere una presencia permanente y con qué modalidades, especialmente en países de renta media donde la presencia puede ser racionalizada. El futuro del sistema a nivel de los países pasa por la construcción de capacidades nacionales y por servir de puente en los procesos de conocimiento que contribuyan a la formulación y puesta en marcha de políticas y estrategias con impacto para alcanzar los ODSs para el 2030. Hay que construir complementariedades con los organismos de integración regional y no perpetuar un modelo cuasi bilateral y muy balcanizado para un sistema multilateral que debería operar de manera más integrada.
  7. Actuar como una fuerza ordenadora y catalizadora de la ayuda oficial al desarrollo (ODA). Esto es primordial para lograr avances en la consecución de los ODSs 2030. Para los países de menor renta esto será fundamental para rencauzar los flujos internos de financiación para el desarrollo. De nuevo habrá que hacer todo esto con una perspectiva universal de la agenda para el desarrollo sostenible para el 2030. Ademá, habrá que alinear estos procesos con el desarrollo de bienes públicos globales
  8. Intensificar las acciones para la resolución de conflictos, para la respuesta a los refugiados y para la asistencia humanitaria. Hay una necesidad ingente de acción decisiva en materia de prevención y resolución de conflictos. Hay un espacio importante que puede ser aprovechado para mejorar las acciones de integración efectiva de las actuaciones en situaciones de fragilidad, crisis, conflicto y post conflicto. Se requieren acciones más unificadas del Sistema de Naciones Unidas en estos escenarios congregando esfuerzos humanitarios, de recuperación, de consolidación de la paz y de construcción de la paz y resolución de conflictos.
  9. Replantearse la gobernanza de la ONU. Desarrollar mecanismos más incluyentes que representen mejor las perspectivas de los actores que juegan un papel en la acción global de interés público en apoyo del desarrollo sostenible, especialmente de la sociedad civil. Superar la fragmentación, los mandatos verticales y las gobernanzas paralelas y construir procesos horizontales que puedan apuntalar una meta-gobernanza que rija los procesos transversales de los que debe ocuparse el sistema promoviendo acciones coherentes y convergentes.
  10. Potenciar la rendición de cuentas basada en resultados. Prestar mayor atención a la definición de lo que el aparato de Naciones Unidas debe producir y al impacto que ello debe generar, especialmente a nivel de país. Trascender el actual énfasis en la ejecución de proyectos y actividades que muchas veces sustituyen o duplican las capacidades nacionales, para centrarse más en el apoyo a la formulación de políticas y en el fortalecimiento de las capacidades institucionales .Ir más allá de la rendición de cuentas a los gobiernos y centrarse más en procesos multidimensionales de rendición de cuentas a las personas.

El Sistema de las Naciones Unidas y la arquitectura de la cooperación al desarrollo en su totalidad se encuentran en un punto crítico de inflexión. Las transformaciones globales son de tal magnitud que requieren ajustes urgentes para que sigan teniendo un papel significativo en el mundo de hoy. El nuevo secretario general tiene todos los atributos para conducir un proceso en esta dirección pero tendrá que actuar con gran determinación. Toca ahora al concierto de naciones que forman parte de la ONU permitir que se transite en esa dirección y apoyar la transformación de lo que ellas mismos crearon hace siete décadas para evitar que el mundo cayera en una nueva conflagración universal. Las cartas están echadas y el reloj empezara a andar a partir de enero del 2017

Profesor Asociado de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Experto en Salud Publica, Sistemas de Salud, Asistencia Humanitaria y Cooperación al Desarrollo. Ex funcionario de alto nivel de la Organización Mundial de la Salud

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