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Tentaciones
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Kraftwerk: "Es una pena que unos políticos estúpidos intenten separar Europa de nuevo"

Rechazaron colaborar con artistas como Bowie o con Michael Jackson y apenas hacen apariciones públicas. Hablamos con los germánicos padres del pop electrónico días antes de que repasen toda su carrera en el Museo Guggenheim de Bilbao

No son ellos, son sus réplicas robóticas. Aparecen en sus conciertos para tocar 'The Robots' y, a veces, hasta hacen entrevistas.
No son ellos, son sus réplicas robóticas. Aparecen en sus conciertos para tocar 'The Robots' y, a veces, hasta hacen entrevistas.

Resulta imposible encontrar un nombre tan influyente en la historia del pop del que sepamos tan poco. Su relevancia cultural se ha equiparado a menudo con la de The Beatles y, pese a que su influjo ha sido mucho más silencioso, la comparación no resulta exagerada. Porque Kraftwerk, formados en Düsseldorf en 1969 por Ralf Hütter y Florian Schneider, pueden presumir sin ruborizarse de ser los padres de todo el pop electrónico que vino después de ellos. Pero no solo eso.

En su afán futurista, se adelantaron a la comunión entre hombre y máquina que ahora resulta cotidiana en los escenarios de todo el planeta; dejaron su huella bien marcada en el techno y el rap; inauguraron el concepto de músicos encerrados en un espacio ajeno al mundo exterior —su mítico estudio Kling Klang—, y su concepción del directo, apoyado en visuales espectaculares sincronizados con la música, ya se ha convertido en una norma. Y, sin embargo, no conocemos tanto de ellos, ni se publican libros ni se estrenan documentales sobre su obra cada pocos meses.

Quizás la razón sea su carácter esquivo y reservado, que les llevó a rechazar colaboraciones con David Bowie o Michael Jackson, a no hacer apenas apariciones públicas y a racionar sus entrevistas con exasperante cicatería. Por eso, cuando Ralf Hütter —único miembro original en activo, después de la marcha de Schneider en 2008— descuelga el teléfono, resulta casi chocante no escuchar una voz vocoderizada, como la de los robots que utilizan en sus directos. En su lugar, responde un setentón inseguro con su inglés y encantado con llevar The catalogue, su discografía completa a excepción de sus tres primeros discos —que prefieren obviar— al Guggenheim de Bilbao en ocho noches consecutivas (del 7 al 14 de octubre), a una por disco. Explica que él estudiaba para ser arquitecto, y recuerda emocionado su encuentro con Frank Gehry. En efecto, mucho más humano de lo que dicta la imaginación popular.

Vais a tocar The catalogue en el Guggenheim de Bilbao, después de hacerlo en el MoMA de Nueva York y la Bienal de Venecia. Parece que el entorno natural de Kraftwerk es el de los grandes templos del arte moderno.

"De alguna manera, para nosotros estos conciertos son un regreso, como completar el círculo"

Es que, de alguna manera, para nosotros estos conciertos son un regreso, como completar el círculo. Nosotros empezamos en el mundo del arte, a finales de los 60. Nuestros primeros conciertos fueron en galerías de Düsseldorf. En esa época, las salas de conciertos de Alemania estaba ocupadas por los grandes grupos de rock, así que tuvimos que empezar en el sector más underground del arte. Y hay que tener en cuenta que Kraftwerk no es solo música o sonido, sino también el aspecto visual. Nosotros lo llamamos "pinturas musicales", y por eso llevamos visuales en 3D en nuestros conciertos. Los museos de arte moderno nos ofrecen la posibilidad de mostrar todo lo que somos en su totalidad.

¿Esa intención de distanciarse del mundo del rock fue una manera consciente de crear un camino propio?

Sí, por supuesto. Como sabes, en Alemania hay una gran tradición de música clásica, y todos nosotros recibimos esa formación de jóvenes, pero también nos fascinaba todo lo que se estaba haciendo en la música electroacústica en Colonia o París. Sabíamos de todo eso no por la escena musical, sino por lo que estaba pasando en las artes visuales. La escena musical de entonces o estaba orientada a lo tradicional, o era más cercana al rock 'n' roll anglosajón. Nosotros estábamos en un sitio distinto.

Un concierto del grupo.
Un concierto del grupo.Cordon Press

Siempre se ha asociado a Kraftwerk a una idea de futurismo, de la música del mañana. ¿Esa era vuestra intención cuando comenzasteis, anticipar el futuro?

Queríamos que nuestras letras fuesen visionarias, utilizar todos los sonidos sintéticos que pudiéramos y ritmos industriales... Pero, más que el futuro, teníamos una visión de la vida diaria, y lo que pretendíamos era reflejar eso. Hay una palabra en alemán que define muy bien lo que es Kraftwerk: alltag. Significa "día a día", pero si la descompones tienes "all", que significa "todo", y que también hace referencia al espacio, y "tag", que quiere decir "día". Así que ambas juntas significan algo así como "un día en el espacio". Esa era nuestra visión.

Cuando surgió Kraftwerk, la música electrónica era algo extremadamente underground. Ahora, es omnipresente. ¿Alguna vez percibís vuestra influencia en la música actual?

Eso habría que preguntárselo a otros artistas, para mí es muy difícil de contestar. Lo que intentamos hacer es seguir siendo independientes, hacer arte sin tener ninguna restricción, ni pertenecer a ninguna gran compañía. Ahora es mucho más fácil: podemos utilizar nuestros laptops para componer nuestros paisajes sonoros y crear nuestros visuales. Los compositores de hoy son muy afortunados. Imagina a un Beethoven en la antigüedad: tenía que recurrir a los reyes o a la aristocracia para conseguir dinero y crear algo que fuese tocado por una orquesta. Ahora tenemos todos los sonidos posibles al alcance de nuestros dedos.

La relación de Kraftwerk con la tecnología siempre ha sido algo fundamental. ¿De dónde surgió esa fascinación desde tan pronto?

Porque así es nuestra época. Siempre hemos intentado crear arte contemporáneo y, al mismo tiempo, mirar hacia el futuro. Si echas un vistazo a tu alrededor, la tecnología está en todas partes. No se puede negar o rechazar. Nosotros siempre la hemos visto como una herramienta de creación. Por eso la incorporamos de una manera constructiva, para crear arte tecnológico.

En los 70, la tecnología se veía con esperanza, pero en los últimos tiempos se ha empezado a mostrar su lado oscuro. ¿Ha cambiado en algo vuestra percepción de ella?

No, para mí es algo ambivalente. Con un instrumento electrónico puedes tocar el alma de alguien o romperle los tímpanos. Se utiliza en la medicina, para mejorar nuestra vida, o para destruir, creando armas. Para nosotros, se trata de una colaboración entre un hombre y una máquina. Llegar a una relación de simbiosis.

La idea del hombre-máquina del disco The man machine...

Sí, siempre hemos intentado alcanzar esa unión entre hombre y máquina. Hubo un momento, hace mucho, en el que dejamos a nuestros instrumentos funcionando mientras nosotros bajábamos del escenario. Vimos que la gente continuaba bailando sin estar nosotros allí, y eso sucedía porque la música se valía por sí misma. Para mí era una situación maravillosa. Era completamente libre.

Uno de los discos que tocaréis en Bilbao es Trans-Europe express, una celebración de la idea de Europa. ¿Qué os parece que esa unión parezca resquebrajarse ahora?

"Siempre hemos querido alcanzar la unión entre hombre y máquina"

Ser europeos es parte de nuestra naturaleza. Somos de Düsseldorf, que está a 20 minutos de los Países Bajos y a dos horas de Francia, así que siempre hemos formado parte de una manera muy europea de pensamiento. Hemos crecido con una mezcla de culturas, intentando comunicarnos con ellas antes que separarlas. Se trata de romper muros, no de construirlos. Compuse Trans-Europe express como si fuese una gran máquina que va de Düsseldorf a París y luego a Viena, atravesando distintas culturas musicales. Es una pena que haya algunos estúpidos políticos que intenten separar a Europa de nuevo. Pero no creo que la gente quiera volver al pasado; tenemos que mirar hacia delante.

Una curiosidad: ¿alguna vez has visto la película El gran Lebowski, de los hermanos Coen?

Sí, la vi hace mucho tiempo, en Estados Unidos. Pero no la recuerdo bien.

En ella aparece una banda de alemanes que se autodenominan nihilistas, y tienen un grupo de techno pop llamado Autobahn, en referencia a uno de vuestros discos. Me pregunto por qué siempre se os ha considerado como un grupo demasiado serio.

Porque somos serios. Tenemos una actitud seria, incorporamos elementos de humor negro serio, dinámicas serias, futurismo serio…

[En ese momento, la tecnología, ese aspecto fundamental en Kraftwerk, nos juega una mala pasada y la comunicación se corta. Después de llamar de nuevo, Hütter reanuda la conversación: "Perdón, tu voz ha sido modulada electrónicamente por los canales de comunicación". Cuando le preguntamos si se parecía a la de sus robots, la respuesta es un gélido "sí". Se confirma: son un grupo serio].

Otro de los mitos alrededor de Kraftwerk es vuestro aislamiento creativo. Por ejemplo, se dice que rechazasteis colaborar con David Bowie…

Sí… bueno, eso sucedió en los 70. Teníamos muchas propuestas de colaboración de muchos artistas, pero en ese momento estábamos trabajando en crear nuestro estudio, Kling Klang, así que no fue posible.

Desde 2003 no se ha publicado un álbum de Kraftwerk, y muchos empiezan a pensar que no habrá nuevo material nunca.

No, no... nosotros siempre estamos trabajando en temas nuevos. Kraftwerk es un organismo vivo, una máquina que no se para. Siempre estamos incorporando sonidos nuevos a nuestro directo, y seguiremos haciéndolo.

Entonces, ¿habrá nuevo disco de Kraftwerk en algún momento?

Sí.

Ya. ¿Y alguna idea de cuándo puede pasar eso?

No, ahora mismo estamos concentrados en estos conciertos, en presentar la historia completa de Kraftwerk. Pero, mientras tanto, siempre estamos tomando notas para hacer nueva música.

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