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Tribuna
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El perdón pendiente

Para que te perdonen, antes tienes que pedir perdón. Otegi debería saberlo

J. Ernesto Ayala-Dip
Arnaldo Otegi presenta a las cabezas de lista de EH Bildu.
Arnaldo Otegi presenta a las cabezas de lista de EH Bildu.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA (EL PAÍS)

A Ernest Lluch. In memoriam

Nunca se demostró que Arnaldo Otegi haya asesinado a ningún rival político. Nunca se demostró que haya señalado con el dedo a nadie para que lo asesinaran por denunciar y oponerse a la política terrorista de ETA. Pero tampoco nunca se le vio derramar una lágrima por ninguna víctima de ETA. No se le vio triste, ni apesadumbrado cuando la organización terrorista ajusticiaba en plena calle o en un lugar público a un disidente. Cuando se le preguntaba por alguna víctima de ETA en concreto, el dirigente político remitía con fulminante frialdad a la existencia de un conflicto que él no se cansaba de calificar casi solemnemente como “el conflicto vasco”. También no es menos cierto que ninguna declaración suya colaboró a disminuir el terror. Y en ese tiempo, no tan lejano, no hacer nada para disminuir el inmenso dolor que ETA producía, era casi como incrementarlo. No hace mucho tiempo, cuando en la televisión pública de Cataluña se le preguntó por el perdón que se esperaba que él pidiera a los familiares de las victimas (estaba por escribir sus víctimas), apenas emitió algo parecido a un forzado lamento. Pero no pidió perdón.

Arnaldo Otegi ahora insiste en ser el líder de un partido político, que más allá de las dinámicas políticas (y la demografía ideológica) que lo hacen necesario en la lucha electoral, también está compuesto por gente altamente probable que haya permanecido inmune a la pena y al desconsuelo que cada muerto de ETA se merecía. Cuando un partido político está compuesto con gente de esta naturaleza qué más da cómo se llame la persona que la lidere. Por ello me extraña tanto que el dirigente aberzale se empecine en la defensa de su candidatura en las próximas elecciones vascas del 20 de septiembre. (Como ya se sabe, el Tribunal Constitucional lo ha inhabilitado como candidato por el partido EH Bildu, pero el candidato aberzale no ceja en su empeño de dar batalla. Una batalla democrática, alega con absoluta confianza en sí mismo. y en los votantes que lo seguirían. Anuncia, como si de una amenaza se tratara, que alegará ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos su inhabilitación). Arnaldo Otegi podría ser reemplazado por cualquier otro candidato, por cualquier otro militante de su partido, cualquier otro que tuviera suficiente experiencia en practicar la misma sistemática indiferencia ante el dolor ajeno.

Por eso me sorprende que Otegi no entienda que él puede seguir tras las bambalinas, lidere quien lidere su partido. Puede seguir impartiendo clases de democracia y llenarse la boca con la sesgada frase “lo que el pueblo diga”. Entre los suyos cuenta con una amplia autoridad, puesto que en su figura reconocen al líder exento de fragilidades humanas ante el enemigo común. Por todo ello me sorprende que Arnaldo Otegi no atine a renunciar de una vez por todas como candidato. Renunciar sería algo así como “ponerse a un costado”, como está de moda últimamente llamarle al dimisionario de una candidatura sin que por ello disminuya su capacidad de influencia.

Doy por hecho que Otegi seguirá erre que erre con su ambición política. Y tanto es así, que nada me hace barruntar que algún día se produzca el milagro de su autoinhabilitación. Eso sí que sería un milagro político. Escucharlo anunciar que se retira de la vida política. Esa decisión le daría a su biografía un cierto halo de dignidad. Pero igualmente nos quedaría pendiente el perdón. Y nos quedaría pendiente su absoluta ignorancia de lo que sobre el perdón reflexionó la pensadora alemana Hanna Arendt. Una vez secularizado el concepto, extraído de su contexto religioso y teológico, el perdón tiene una función en los asuntos humanos. Y en la política. Pero claro, para que te perdonen, antes tienes que pedir perdón. En la vida social y política de una comunidad, debería saberlo Otegi, irrumpen cada tanto hechos calamitosos, incluso “imperdonables”, que solo la acción política (que no necesariamente religiosa) de perdonar hacen posible que esa comunidad afectada continúe su devenir.

El 28 de septiembre de 2012 se publicaba un libro titulado El tiempo de las luces, donde el líder abertzale conversa con el periodista Fermín Munarriz. En esas páginas, Otegi pide disculpas “a las víctimas de las acciones armadas de ETA”. En dicho libro, tales disculpas suenan muy poco creíbles, casi a las mismas que pide uno cuando en el metro le pisa el pie a alguien. Y las víctimas de ETA, parece que lo hayan sido de casualidad, pasaban por donde no debieron pasar nunca, víctimas colaterales en una guerra de liberación.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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