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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Invertir en educación

Difícilmente podemos aspirar a mejorar la calidad de la enseñanza sin una financiación suficiente y sostenida en el tiempo

Inicio de curso en el colegio público Mario Vargas Llosa de Las Rozas, en Madrid.
Inicio de curso en el colegio público Mario Vargas Llosa de Las Rozas, en Madrid. Luca Piergiovanni (EFE)

La combinación de crisis económica y parálisis institucional va a pasarles a los españoles una nueva y onerosa factura que tendrá consecuencias a largo plazo. La dura advertencia lanzada por la OCDE a España por el deterioro de la inversión en educación no debería tomarse con la indiferencia que caracteriza la actitud de los actuales gestores públicos, más preocupados en perpetuarse en el poder que en resolver los problemas de los españoles. “Una educación de calidad necesita una financiación sostenible”, advierte la OCDE en su informe Panorama de la educación 2016. La de España no lo es. La mayoría de países desarrollados han mantenido los niveles de inversión educativa durante la crisis, incluidos algunos tan golpeados como España o más, como Italia o Portugal, lo que indica que han sabido aplicar criterios de prioridad más acertados.

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Se miren como se miren, las cifras son comparativamente muy malas. En 2015 se destinaron a educación 46.000 millones de euros, 7.000 menos que en 2009. Ese año alcanzamos el máximo esfuerzo inversor y a partir de entonces, por primera vez en 30 años, el presupuesto educativo empezó a descender. Durante la crisis, la proporción del gasto público dedicado a educación ha bajado en España un punto, hasta el 8%, frente al 11% de media en la OCDE. Y también ha disminuido en relación al PIB, pues ha pasado del 5% en 2013 al 3,89% en 2016.

El sistema educativo español adolece de carencias estructurales y organizativas que afectan a su calidad y que no se resuelven solo con mayores recursos. A ellas nos hemos referido en otras ocasiones. Es urgente abordarlas mediante un acuerdo de Estado que permita una reforma duradera y en profundidad. Pero difícilmente podemos aspirar a mejorar la calidad si el escenario de futuro es el de unos recursos menguantes. La crisis ha comportado una merma de 23.000 profesores en todo el sistema, un mayor índice de interinidad y el aumento del número de alumnos por clase. Esta situación es insostenible. La primera condición para mejorar la calidad de la enseñanza es la suficiencia financiera. Por buenas y acertadas que fueran las medidas organizativas y pedagógicas que pudieran acordarse, el éxito de cualquier reforma dependerá en primer lugar de una financiación adecuada y sostenida en el tiempo.

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