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Alejandro Gómez Palomo: “Diseño para chicos que no quieren renunciar a llevar volantes”

Se podría decir que la moda de género fluido tiene un jovencísimo representante en España, pero Alejandro Gómez Palomo es una esperanza para la moda en general

Ximena Garrigues y Sergio Moya

En la historia de la moda, los escenarios donde se gesta un icono son diversos. Chanel nació en una tienda de sombreros. Christian Dior incubó su universo en un jardín de Normandía. La chispa que originó Yves Saint Laurent tuvo lugar en una cabina telefónica del hospital militar de Val-de-Grâce, donde se recuperaba el diseñador cuando su pareja, Pierre Bergé, le comunicó su despido de Dior y él le contestó con una frase célebre: “Entonces tú y yo vamos a fundar una casa de costura, y tú la dirigirás”.

Mil historias, pero pocas tan curiosas como la de Palomo Spain, la firma que Alejandro Gómez Palomo (Posadas, Córdoba, 1992) barruntaba desde pequeño en casa de sus padres. “Mi pasión por este mundo empezó muy joven. Yo tenía la colección de barbies más importante de Posadas y copiaba para ellas diseños de los modistos que amaba: Yves Saint Laurent antes de su retirada en 2002 [el desfile que marcó mi niñez], o el John Galliano de los trajes de gitana con sombrero calañés. Al final, no sólo vestía a mis muñecas de fantasía, sino a todo aquel que pasaba por casa. Por eso mis padres pensaron que, además de haberles salido un niño marica, tal vez podía llegar a ser un buen diseñador de moda”.

Lo que empezó con un harén de barbies terminó con un viaje a Londres dos días después de hacer la Selectividad: “Pasé un año trabajando en un bar de Knightsbridge poniendo cervezas a pijas, y en ese tiempo aprendí sus gustos como compradoras de moda”, dice. De allí saltó al departamento de costura vintage de los almacenes Liberty (donde se dio cuenta de que “la ropa maravillosa es, ante todo, ropa, diversión por encima de géneros”), y por último, se matriculó en diseño de moda masculina en el London College of Fashion.

Hay que conocer esta trayectoria para comprender el primer desfile de Palomo, el pasado mes de febrero. Un casting de adolescentes maquillados, vestidos con volantes, jubones azul bebé y coquetos volantes de príncipe renacentista dieron el paseíllo por un generoso piso capitalino, y generaron más revuelo, pese a que Palomo era un total desconocido, que cualquier nombre consagrado en los últimos años.

La colección se llamaba Orlando y estaba inspirada en el personaje literario de Virginia Woolf, un noble inglés que cambia de sexo y vive 300 años. “Es el trance de un personaje que un día vive en la época isabelina, al siguiente se convierte en una especie de Cher vestida por Bob Mackie [el diseñador que creó los modelos más extremos de los ochenta] y al otro, está jugando al pastoreo con María Antonieta”.

Este máster en androginia historicista le valió para ser invitado a presentar sus creaciones en la Semana de la Moda de Moscú. “Pensé que iban a quemarme en la Plaza Roja junto a los 30 jóvenes rusos que desfilaron”, recuerda. Pero no hubo problemas con el gobierno de Putin y sí varias llamadas clave: del equipo de la estilista y exdirectora de Vogue Paris Carine Roitfeld, que le pidió prendas para sus producciones, y de la prestigiosa tienda multimarca Opening Ceremony, que quiere vender Palomo Spain en sus sucursales de Los Ángeles y Nueva York.

El éxito coloca a este diseñador en la tendencia generalizada de borrar géneros en la moda, pero él desconfía de las etiquetas. “Se trata, simplemente, de un giro en el gusto de muchos jóvenes. Chicos que no quieren renunciar a llevar volantes, tejidos irisados o muaré, sobre todo después de descubrir que les hacen felices. Que desata en ellos la misma fantasía que yo desde niño he sentido y que he llevado a mis colecciones”.

Mañana, día 17, Alejandro presenta la tercera (P/V 2017), que, de nuevo, se ha gestado en Posadas, donde están su taller, las dos costureras que lo ayudan y sus barbies. Esta vez, la inspiración ha venido de una obra del pintor naíf Henri Rousseau: Mujer paseando en un bosque exótico. Palomo ha cambiado, eso sí, a la mujer por un chico. Sus paseos son sólo para hombres.

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