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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Emergencia humanitaria

En lo que llevamos de año han muerto más migrantes en el Mediterráneo que en todo 2015

Operación de rescate, el 30 de agosto, junto cerca de la costa de Libia.
Operación de rescate, el 30 de agosto, junto cerca de la costa de Libia. MARINA MILITARE / HANDOUT (EFE)

En apenas una semana los servicios de salvamento han rescatado a más de 13.000 personas en el Mediterráneo. Cuando se cumple un año de la muerte de Aylan Kurdi, el niño ahogado que sacudió la conciencia del mundo ante el drama de los refugiados, la situación vuelve a ser la del comienzo de la crisis, una emergencia humanitaria sin precedentes que demasiado a menudo termina en tragedia. Pero Europa, ensimismada por problemas tan complejos como la amenaza terrorista o la desafección al proyecto que representa el Brexit,parece haber agotado su capacidad de asimilar desgracias. Desde que entró en vigor el acuerdo con Turquía, los flujos de migrantes han disminuido de forma significativa, pero el número de muertes se ha disparado. En todo 2015 se contabilizaron 3.711 ahogados y en lo que llevamos de año se han superado ya los 3.000. Desde 2014, más de 10.000 migrantes se han ahogado tratando de llegar a Europa.

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La sociedad europea no puede ser insensible a esta situación. Los efectivos movilizados por Frontex, el programa europeo de control de fronteras exteriores, y por diversas organizaciones humanitarias realizan una labor ingente —el lunes tuvieron que rescatar a 6.500 personas en pocas horas—, pero es evidente que resultan insuficientes y no han podido evitar varios naufragios masivos con cientos de desaparecidos.

A ello hay que añadir la situación sumamente precaria e inestable que se vive al otro lado de la frontera griega. Los refugiados desplazados de Siria y Afganistán quedan ahora embolsados en los países vecinos, pero a nadie se le oculta que el Gobierno turco, cuya deriva autoritaria es altamente preocupante, tiene en su mano la llave que puede desestabilizar Europa. Los líderes de la Unión no deberían esperar a que la situación empeore. Hasta ahora han actuado a la defensiva, movidos por el temor al ascenso de los partidos xenófobos y el recelo que la llegada de refugiados de cultura islámica provoca tras los últimos atentados yihadistas. Pero no pueden permanecer impasibles al drama. No es un problema que concierna solo a Europa. La solución requiere una acción internacional concertada, pero es Europa quien tiene que tomar la iniciativa para propiciarla.

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