Las religiones monoteístas y el mediterráneo
El cristianismo, el judaísmo y el islam pueden contribuir a cambiar la realidad mortífera de este mar si renuncian a sus fundamentalismos y asumen el pensamiento crítico
Las religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo e islam, han conformado las culturas y sociedades del Mediterráneo, unas veces contribuyendo al diálogo intercultural, al encuentro intercivilizatorio y a la convivencia pacífica, y otras atizando las guerras, los choques y enfrentamientos entre civilizaciones, culturas y creencias religiosas. Hoy pueden contribuir a cambiar la realidad mortífera de este mar por mor de la insolidaridad de Europa a condición de que renuncien a sus fundamentalismos y asuman el pensamiento crítico, el lenguaje simbólico y la práctica de la solidaridad. .
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Tienen que optar por la duda, en vez de por el dogmatismo; por la interidentidad, en vez de por las identidades religiosas frentistas. Es lo que recomendaba Juan Goytisolo en el discurso de recepción del Premio Cervantes: “Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayudará a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnocracia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas e ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias”.
Las religiones monoteístas han de respetar la heterodoxia y el librepensamiento en su seno. Los periodos más brillantes de la historia de estas religiones fueron aquellos en los que se reconoció, respetó y practicó la libertad de conciencia, religión, expresión e investigación. “No haya coacción en la religión... Que crea quien quiera y que no crea el que no quiera... Dios no se irrita con los que no creen, sino con los que no piensan”, afirma el Corán.
La ética de la justicia, de la solidaridad y de la paza es la teología primera en todas las creencias
Cuando las religiones monoteístas no han respetado los derechos humanos en seno y en la sociedad, cuando han perseguido a los disidentes, han sometidos a juicios inquisitoriales a quienes expresaban sus desacuerdos doctrinales y han condenado a la hoguera a los “herejes”, han perdido toda credibilidad. ¿Cómo pueden hablar del Dios de la vida y luchar contras los ídolos de muerte, cómo pueden defender el derecho a la vida como fuente de todos los derechos, cuando mandan matar en nombre de Dios? ¿Cómo pueden defender los derechos de Dios, mientras niegan los derechos de los seres humanos?
Estas religiones han de renunciar a actuaciones colonizadoras encubiertas bajo el nombre de “misioneras”, activar sus mejores tradiciones emancipatorias, igualitarias, utópicas, y fomentar el diálogo, ya que “sin diálogo el ser humano se atrofia y las religiones se anquilosan”, afirma Raimon Panikkar. Muchas de las actividades “misioneras” tienen claras connotaciones de conquista, proselitismo, imposición cultural y apropiación de las riquezas de los pueblos a los que dicen “misionar”.
“Quien dialoga –escribe Antonio Machado en Juan de Mairena-, ciertamente afirma a su vecino, al otro yo; todo manejo de razones –verdades o supuestos- implica convención entre sujetos, o visión común de un objeto ideal”. Pero no basta la razón, sigue diciendo Machado, para crear la convivencia humana; ésta precisa también “la comunión cordial, una convergencia de corazones en un mismo objeto de amor”.
El cambio de paradigma de las religiones monoteístas implica poner en el primer plano de su actividad no los ritos alejados de la vida, sino la ética. “La ética es la filosofía primera”, asevera el filósofo Emmanuel Lévinas. Me atrevo a afirmar que la ética es también la teología primera en todas las religiones. Pero no la ética neoliberal del mercado, que es excluyente e insolidaria, ni la supuesta ética de los movimientos terroristas, que siembran la muerte por doquier, sino la ética de la justicia y la solidaridad, de la paz y la defensa de la naturaleza, la ética liberadora de las religiones y los movimientos sociales, que luchan por la utopía de otro mundo posible donde quepan todos los mundos.
Y junto a la ética, la denuncia de la injusticia estructural, las desigualdades de todo tipo entre las dos orillas, los crímenes de lesa humanidad, las agresiones contra el medio ambiente, la fosa común de muertos del Sur en que se ha convertido el Mare nostrum. “No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio y negar acogida a los hombres, mujeres, niños y niñas que llegan a diario, muchas veces muriendo en el intento en las barcazas. Actuar de otra forma es negar la dignidad humana de los inmigrantes y refugiados, favorecer el trabajo esclavo y alimentar las continuas tensiones sociales”, declaró el papa Francisco en el discurso pronunciado en el Parlamento Europeo.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Invitación a la utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis (Editorial Trotta).
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