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CLAVES
Columna
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La paradoja de Merkel

En Alemania y en Europa se está produciendo un choque entre dos almas: una cosmopolita y humanista, y otra mezquina y egoísta de corte nacionalista

Máriam Martínez-Bascuñán
La canciller alemana, Angela Merkel.
La canciller alemana, Angela Merkel. Archivo (EFE)

Hace un año Merkel destacaba en la prensa internacional por marcar una gran paradoja: al tiempo que mantenía una línea dura en el proceso de negociación de la deuda con Grecia, se nos presentaba como el gran adalid en el liderazgo europeo dirigiendo la campaña por la integración de los refugiados.

Tal paradoja se ha proyectado en una singular reacción de la ciudadanía; por un lado, el pueblo alemán aplaudió la posición adoptada por Merkel con respecto a Grecia. La canciller estaba preservando los intereses de su nación. En cambio, a día de hoy, su popularidad cae drásticamente por defender una política de asilo vinculada desde la demagogia con los recientes ataques terroristas perpetrados en su país. Ahora resulta que Merkel no sabe velar por los intereses nacionales.

Para entender esta respuesta debemos buscar el auténtico eje que representa el conflicto social en Alemania, y que puede extenderse a buena parte del contexto europeo. Ese eje de conflicto no lo marca una supuesta lucha entre las élites y el pueblo, sino aquel que diferencia entre democracia cosmopolita frente a democracia étnica de base nacional. El conflicto social no se define en función del eje arriba/abajo, sino el de dentro/fuera y su traslación al ámbito de los principios democráticos.

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Esto que sucede en el liderazgo de la canciller representa algo más amplio. En realidad, la paradoja de Merkel es la paradoja de Europa proyectada a partir de ese choque entre dos almas: una cosmopolita y humanista, y otra mezquina y egoísta de corte nacionalista. Una se orienta hacia el pluralismo, los derechos humanos y los valores ilustrados de la tradición europea; es universalista, generosa y mira más allá del interés propio de cada cual. La otra se emplaza densa y ubicua hacia el monismo de una sola voz para el pueblo, la unanimidad fraterna al interior de las fronteras, la etnicidad estable, y el igualitarismo identitario.

Mientras Merkel mostró esa doble alma con su posición respecto a Grecia y su política de asilo en relación con los refugiados, la ciudadanía claramente ha optado por una de esas almas. Ha evaluado a la canciller en ambas ocasiones conforme a un único rasero: el egoísmo nacional. @MariamMartinezB

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