_
_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La crisis mutante

La fractura interna de los partidos tradicionales es la última víctima de los desequilibrios causados por la quiebra financiera

Sandra León
Pablo Iglesias y Albert Rivera
Pablo Iglesias y Albert RiveraULY MARTIN

Lo ocurrido desde 2008 es la historia de una crisis mutante: una quiebra financiera que deriva en una profunda recesión económica, a la que suma una crisis de representación política, en algunos casos vinculada directamente con las políticas de austeridad y en otros a desequilibrios económicos y sociales desatendidos durante décadas. Es la crisis política, y no la económica, la que se alarga y ramifica hasta el presente y la que, al transformar el mapa de competición electoral en la mayoría de países, más va a moldear nuestro futuro.

La primera consecuencia política de la Gran Recesión fue el castigo electoral a los Gobiernos, que perdieron masivamente las elecciones en el inicio de la crisis. La segunda fue la transformación en muchos países del descontento ciudadano en un rechazo hacia todas las formaciones políticas tradicionales, término acuñado para diferenciarlas de los partidos políticos que ascendían aupados en la antipolítica, el antiestablishment o el populismo. Por último, la más reciente ramificación de esa crisis es la fractura interna en los viejos partidos, que se debaten en su estrategia de adaptación al nuevo tiempo político.

Donde el sistema electoral dificulta el surgimiento de partidos nuevos, el reto para las formaciones es mantener la unidad interna asimilando al mismo tiempo parte del discurso radical o antiestablishment (en su versión anti-Unión Europea, antiélite económica o antipolítica). Las dificultades experimentadas por republicanos y demócratas norteamericanos en sus recientes convenciones o el viacrucis del Partido Laborista es un reflejo de esta difícil adaptación.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

En cambio, donde se ha producido el ascenso de nuevos partidos, como en España, el reto para las formaciones tradicionales es diferenciar su discurso de los nuevos competidores políticos, pero respondiendo al mismo tiempo a las demandas ciudadanas que los nuevos partidos han introducido en la agenda política y que las viejas formaciones en su día no supieron o quisieron atender.

La nueva víctima de la crisis política es la fractura interna en los partidos tradicionales. Probablemente no sea la última.

@sandraleon_

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_