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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Falsa seguridad

Los tests de solvencia deben sustituirse por inspección detallada de los activos

Mario Draghi, presidente del BCE
Mario Draghi, presidente del BCEREUTERS

Las pruebas de stress practicadas a los bancos europeos para medir su resistencia ante una eventual crisis apenas han aportado información relevante sobre la situación actual de la banca, quizá porque las comprobaciones realizadas por la Autoridad Bancaria Europea se limitaban a medir la vulnerabilidad financiera y sólo se han analizado 51 bancos. Las pruebas han confirmado que la capitalización de la banca europea es suficiente —salvo los casos del Monte dei Paschi de Siena, parte principal del problema de la crisis bancaria italiana, y el Allied Irish— y que los bancos españoles cumplían sobradamente con los requisitos de capital.

Pero los complacientes resultados no deben llamar a engaño. Las pruebas de stress practicadas por la Autoridad Bancaria carecen de credibilidad; los precedentes (se practicaron tests en 2011, 2012 y 2014) no detectaron las dificultades reales del sistema financiero que estaban ya presentes en el momento de realizarse. La fe inicial en este tipo de análisis provocó una ilusión de seguridad que explica parcialmente que una parte de la crisis bancaria se cerrara en falso, con las consecuencias que todavía se aprecian.

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Para detectar los riesgos de morosidad, que son los que acechan tras la inquietud por el capital, no es suficiente con hacer tests desde fuera, centrando la atención en los ratios de capital. La morosidad se oculta generalmente en los balances de activos sanos, y aflora cuando el volumen es imposible de ocultar. Por esa razón la banca italiana acumula 360.000 millones en activos deteriorados, de los cuales unos 87.000 millones son efectivamente fallidos. Para despejar las dudas sobre la solvencia de la banca (europea y española) se impone un examen detallado de todos los activos; pero este modo de inspección es el que descartan las autoridades europeas para no enfrentarse con los Gobiernos nacionales.

Alemania no acepta que se examine, con auditorías externas o, de forma más eficaz aun, con inspectores operando dentro de las propias entidades, la solvencia de los activos de todos los bancos alemanes. Ese mismo numantinismo defienden otros Gobiernos de la eurozona. De ahí que la supervisión y la inspección, que durante décadas frenaron las sorpresas bancarias, se hayan sustituido por una comprobación genérica (e inútil) de la capitalización.

Por otra parte, debería estar claro ya que el problema principal de la banca europea no es de capital, aunque nunca esté de más comprobarlo. En el caso de España, el peor puntuado está por encima del aprobado. Si la Autoridad Bancaria Europea quiere medir las dificultades reales de los bancos a corto y medio plazo debería atender más a su rentabilidad. La política monetaria del BCE y un continuado agotamiento de los modelos de negocio presionan sus márgenes a la baja. Apenas ganan dinero y es probable que el entorno de tipos de interés negativos se prolongue durante mucho tiempo. Si atendemos a las predicciones del mercado, puede durar hasta más allá de 2020.

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