5 años sin Amy Winehouse. ¿Qué habría pasado si siguiera con nosotros?
Se cumple un lustro de la desaparición de la autora de ‘Back to black’, y no podemos dejar de preguntarnos qué habría pasado si todavía estuviese con nosotros
El 23 de julio de 2011, el cuerpo de Amy Winehouse dijo basta. La cantante británica, capaz de lo mejor para los demás y de lo peor para ella misma, sucumbió a años de relaciones nocivas, presiones familiares, agendas de conciertos abusivas y, sobre todo, adicciones varias. Con solo 27 años (ya se sabe, una edad maldita), la autora de Back to black nos dejaba un poco más huérfanos y con muchas más dudas que antes. ¿Qué podría haber hecho si no hubiese bebido hasta morir? ¿Habría seguido siendo capaz de provocar escalofríos con su voz o hubiese pasado de todo? ¿Seguiría con su brillante carrera o se habría hundido en el pozo de las celebrities caídas en desgracia? Nunca lo sabremos pero, para recordarla, bien vale esta lista de cosas que podrían haber sucedido si el mundo post Amy hubiese seguido contando con ella. Algunas parecen lógicas y otras son algo más improbables, pero son elucubraciones todas al fin y al cabo. Solo hay algo seguro: te echamos de menos, Amy.
Tener una sana rivalidad (o no) con Adele
Pese a que sus carreras coincidieron durante varios años (Adele debutó en 2008), el auge de una llegó en la época de declive de la otra. Nunca tuvimos la oportunidad de ver cómo habrían convivido ambas en plenitud de facultades, y si el mundo era lo suficientemente grande para dos cantantes británicas con voces sobrenaturales y una tendencia innata a la canción desgarrada. El hecho de que ambas fuesen londinenses y de clase trabajadora añade un punto más de curiosidad al enigma. ¿Se habrían mirado con el recelo de unas competidoras o se habría hecho amigas? ¿Habrían compartido confidencias y penas en un pub o se evitarían en los backstages de las ceremonias de premios? Adele ha declarado su admiración por Amy, así como ha reconocido que su camino fue un poco más sencillo gracias a ella, pero nos quedaremos con las ganas de saber cómo habrían cohabitado en las listas de ventas.
Hacer un musical de Broadway (o del West End) basado en su vida
Todo el que haya visto Amy, el documental de 2015, sabe que su vida fue casi tan trágica como algunas de sus letras. En especial, su tormentosa relación sentimental con Blake Fiedler-Civil y la influencia ejercida por su propio padre, el otro gran damnificado por la exposición de los trapos sucios en la cinta. Con esos mimbres, su vida hubiese sido material perfecto para un musical, si además de la caída hubiese acabado en redención. De hecho, no sería de extrañar que en las mesas de algunos productores repose algún dossier con ideas para una adaptación inminente, aunque los familiares de la artista ya pararon una obra de teatro danesa inspirada en su obra. Pero, en una época en la que todo es susceptible de ser adaptado a canciones y escenografía, ya veremos si no acabamos viendo carteles de “Amy, el musical” en la Gran vía de Madrid.
Grabar un disco de duetos con Tony Bennett ( y con Pete Doherty)
Que el mundo es un lugar injusto se constata con hechos como que Lady Gaga tenga un disco junto a Tony Bennett y Amy no. Si bien Wino participó en Body & Soul, canción del álbum Duets II del crooner estadounidense, nunca llegaron a consumar su colaboración en todo un disco, y eso que la admiración que profesaba la londinense por Bennett era casi religiosa. Sabemos que a ella le hubiera hecho especial ilusión, y así podría haberse soltado con uno de sus ídolos. En su único encuentro en un estudio, una Amy ya en la cuesta abajo (fue su última canción grabada) aparecía sensiblemente nerviosa. Esa unión hubiera podido dar mucho más. De igual manera, hubiese sido interesante escuchar lo que hubiera sucedido si se hubiese unido con su amigo Pete Doherty en algo más que en compartir adicciones.
Crear una colección de ropa para H&M
Los estilismos de Amy fueron ridiculizados muchas veces, pero hay que admitir que creó un look propio. Los vestidos de pin up, los polos Fred Perry, el eyeliner excesivo, las camisetas de tirantes o los lazos en la colmena de abeja del pelo ya son señas de identidad del estilo Winehouse. Por todo ello, habría existido algo de justicia en que una gran cadena de ropa le hubiese propuesto llevar su estilo de barrio, vilipendiado por los tabloides por chabacano, a todo el mundo. Si Beckham, otro producto de la Inglaterra working class, pudo, ¿por qué no ella?
Participar en el Supervivientes británico
No se lo habríamos deseado pero, la deriva de los últimos años de Amy bien podría haber acabado en el último refugio de las estrellas caídas: la telerrealidad. Si alguien como John Lydon, de Sex Pistols y PiL, llegó a participar en ese Supervivientes angloparlante que es I’m a celebrity… take me out of here, no es exagerado pensar que una Winehouse en horas bajas podría haber acabado en una jungla, intentando hacer fuego y rascándose las ronchas de los mosquitos. Pero algo nos dice que hubiese sido mejor superviviente que muchas otras famosuchas.
Grabar un disco de dancehall con Diplo
Como bien se aprecia en Amy (el documental) a Amy (la cantante) le iba mucho la marcha tropical. Si el ritmo del ska se infiltró en varias de sus canciones, sus estancias en la isla de Santa Lucía podrían haber hecho que su viraje a los ritmos caribeños incluyese el reggae o su evolución digitalizada, el dancehall. Seguro que alguien tan al acecho de colaboraciones estelares y ritmos globales por explotar como Diplo no le hubiese hecho ascos a crearle un envoltorio jamaicano a la voz de la Winehouse.
Escribir sus memorias y convertirlas en best seller
Una opción mucho más honrosa para una probable Amy en caída libre hubiese sido escribir su autobiografía. Además de detalles suculentos para los amantes de la víscera, seguro que hubiese logrado un éxito de ventas notable y le hubiese servido para saldar unas cuantas cuentas pendientes con sus familiares y ex amantes.
Retirarse a una playa del Caribe
De todas las posibilidades, la mejor posible es imaginarse a una Amy descalza y sin moño, paseando por una playa de algún lugar indeterminado, tomando mojitos (sin alcohol) con los lugareños y sin rastro de teléfonos móviles, presiones paternas, relaciones tóxicas ni agendas de promotores de conciertos. Si la hubiesen dejado cuando todavía era posible, seguro que ella hubiese firmado hacer un ‘hasta nunqui’ y vivir, por fin, tranquila. Imaginémosla así.
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