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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ángel Villar, ese ‘Grondona europeo’

La renovación de la UEFA es pura filfa; un decorado para mostrar a los turistas y a los curiosos procedentes del exterior

Jesús Mota
Ángel María Villar, candidato a la presidencia de la UEFA
Ángel María Villar, candidato a la presidencia de la UEFACARLOS ROSILLO

A sabiendas de que la posición de Villar en el fútbol español es inatacable por los ácidos e irreductible por los álcalis, el caso del presidente de la Federación Española de Fútbol causa en el observador una desazonante perplejidad. El asombro no procede tanto —aunque también— del entorno de impunidad que rodea la gestión de Villar, en todo similar al líquido amniótico que protege a una parte de la clase política implicada en fraudes y corruptelas. Sobre Villar pesan acusaciones de favoritismo, gravita la percepción de que era conocedor de las escandalosas prácticas que acabaron por desmantelar la FIFA a manos del FBI, penden dos querellas judiciales (por prevaricación en el caso del calendario electoral federativo y por trato de favor al Recreativo de Huelva y el Marino) y planea un enfrentamiento inmotivado y caprichoso con las autoridades deportivas.

El asombro procede de su inhumana resistencia administrativa. Este hombre, que debería estar reducido a polvo político hace tiempo, acaba de lanzar dos mensajes desafiantes: se presentará a la presidencia de la UEFA (de la que fue expulsado Michel Platini por excederse en las retribuciones extraordinarias) y acaba de anunciar que el próximo seleccionador español de fútbol será Julen Lopetegui. Sobre la segunda decisión, poco cabe argüir, salvo que sería deseable que el nombramiento no responda a una decisión cesarista que pese sobre el sucesor de Villar; sobre el primero sí caben algunas observaciones evidentes y alarmadas.

Villar es el favorito en la elección a presidente de la UEFA. Lo cual significa (y más si alcanza la presidencia) que la renovación de la UEFA es pura filfa; un decorado para mostrar a los turistas y a los curiosos procedentes del mundo exterior. En la autoridad futbolística europea sigue emboscada la rama de Espectra que operó durante decenios en la FIFA de Blatter; el cambio real no va a ser fácil. Y es una dificultad lógica, puesto que para renovar una institución supranacional es obligado empezar por las instituciones nacionales que la componen; pero como éstas aparecen construidas sobre una red de intereses clientelares, favores recíprocos, relaciones deportivo-municipales y otros tactos de codos entre la política y el fútbol (ahí está el caso español), la fuerza resultante acaba manifestándose en forma de presidentes y directivos que se eternizan en su papel de reguladores de las colusiones cruzadas. O sea, un Julio Grondona en Argentina, 35 años dirigiendo el tráfico de intereses; o sea, un Villar.

Cuenta Polibio que la fuerza de Masinisa (rey de Numidia, aliado de Escipión contra Aníbal en Zama) era tal que podía permanecer un día entero erguido, quieto, con los pies juntos, sin mover un solo músculo de su cuerpo. Villar ha permanecido inmóvil durante 28 años al frente de la Federación Española de Fútbol, trenzando pacientemente la trama clientelar y colocando peones en federaciones regionales. Ha llegado a ser una fortaleza inexpugnable incluso para el poder político (que no se caracteriza precisamente por su perspicacia). Si el control de integridad no lo remedia, nuestro Grondona se convertirá en el Grondona europeo.

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