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MIRADOR
Columna
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Criptosalud

Los colosos digitales se han volcado en la medicina: los analistas prevén un mercado multimillonario

Javier Sampedro
Perfil de dos personas frente a una pantalla con el logotipo de la red social Google+.
Perfil de dos personas frente a una pantalla con el logotipo de la red social Google+.Archivo (EFE)

Tenemos un problema. Tom Insel era hasta otoño pasado el jefe del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos. Ahora trabaja en Google, como también Michael McConnell, que hasta enero dirigía la investigación cardiovascular de la Universidad de California en Stanford. Y Stephen Friend, que presidía la organización no lucrativa de investigación médica Sage Bionetworks, se fue a Apple el mes pasado. Con las puertas giratorias usuales, lo preocupante es que no sabemos lo que van a hacer los políticos en las empresas. En este caso, lo preocupante es que sí lo sabemos.

El lector seguramente sabrá que los anuncios que ve en su ordenador o su teléfono no le llegan al azar, como en los viejos tiempos, sino que están hechos a medida para él, teniendo en cuenta su edad, su ubicación, sus preferencias de navegación digital y sus hábitos de consumo. Los libros que le aconseja Amazon y las canciones que le ofrece iTunes son producto de una tecnología matemática rompedora y eficaz: los filtros colaborativos, que recogen información sobre los gustos de todos y la usan para predecir el gusto de cada uno. Se basan en un principio psicológico eficaz: quienes han coincidido antes suelen coincidir después. Los humanos somos mucho más predecibles de lo que solemos pensar, y de lo que nos gustaría creer.

Pero los gigantes tecnológicos —Google, Apple, Microsoft, IBM y poca cosa más— se han tirado de cabeza a la medicina. Si hasta ahora sacaban provecho de tus gustos musicales, literarios y consumistas, ahora se disponen a comerciar con tus enfermedades o tu propensión a contraerlas, y las compañías farmacéuticas y de servicios sanitarios dedicarán todo su poderío mercadotécnico, que es un montón, a venderte sus remedios reales o imaginarios para tus dolencias ciertas o previsibles, creíbles o improbables, de ficción o no ficción. Tiene toda la lógica que los colosos digitales se hayan volcado en la medicina: los analistas prevén un mercado de 130.000 millones de euros para 2020. Incluso para estos colosos acostumbrados a manejar cifras de 11 dígitos, eso es una pasta, troncos.

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La protección de datos, que nos parecía tan importante hace unos años, suena ya como un concepto arqueológico más que legal. La tortuga jurista ha sido superada por el Aquiles tecnológico. Pero no deberíamos perder el control de nuestra propia salud. Tampoco los médicos y los investigadores deberían caer víctimas de las “cajas negras algorítmicas” que les impiden el acceso a los datos clínicos so pretexto del secreto industrial. Despertad.

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