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Mejor que nazca pronto

La UE parece estar dirigida por un enorme gobierno de coalición que hace todo lo posible para impedir que los ciudadanos valoren alternativas

Soledad Gallego-Díaz
Manifestación a las puertas de la reunión celebrada en Bruselas el 12 de julio para negociar el TTIP.
Manifestación a las puertas de la reunión celebrada en Bruselas el 12 de julio para negociar el TTIP. Francois Lenoir (Reuters)

Sherlock Holmes era un extraordinario detective pero un pésimo demócrata: “Uno debe siempre buscar una alternativa posible y, a continuación, proporcionar los medios para evitarla”. Algo así parece que está haciendo la Unión Europea desde que se inició la desregulación de los mercados, antes del comienzo de la crisis, y, de manera muy acentuada, desde 2008: evitar a toda costa que asome siquiera una posible alternativa al camino ya elegido. Desde que la izquierda abdicó, tal y como ha escrito el economista Dani Rodik  y aceptó que la globalización económica se colocara más allá de las instituciones, la Unión Europea parece estar dirigida por un enorme gobierno de coalición que, como Sherlock Holmes, hace todo lo posible para impedir que los ciudadanos valoren alternativas, ofreciendo a cambio, simplemente, un cierto equilibrio entre los dos grandes bloques conservador y socialdemócrata. Como si equilibrio y alternativa fueran lo mismo y como si los ciudadanos no supieran ni una palabra de en qué consiste la democracia.

Resulta que a un buen número de ciudadanos esa situación les parece angustiosa y opresiva. Porque si no hay alternativa, no hay democracia. Es así de simple y, como diría la gran Eva Hache, “así me lo aprendí yo” y así se lo aprendieron centenares de millones de personas. Sin alternativa y sin rendición de cuentas, la democracia queda vacía de contenidos. Y si la Unión Europea y sus dirigentes no son capaces de darse cuenta de cuál es el problema, la única solución que deja a esos ciudadanos es volver la vista hacia los Estados nacionales donde les parece más factible restablecer las alternativas y las rendiciones de cuentas.

Muy probablemente, ese camino llevará igualmente al desastre, porque la lucha por recuperar los contenidos de la democracia se mezclará y se contagiará del nacionalismo, y el nacionalismo nunca llevó a ese puerto, sino a otros mucho más sangrientos. Si los ciudadanos llegan a creer que la Unión Europea no vale para permitir las alternativas políticas, es decir opciones entre dos o más cosas distintas, no habrá razón para que quieran permanecer en ella.

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Pretender atribuir lo ocurrido en el Reino Unido a la exclusiva responsabilidad de medios de comunicación mentirosos y de políticos irresponsables (que los hay, sin duda, de los dos tipos, tan abundantes en el Reino Unido como en España) es una equivocación peligrosa. Detrás del Brexit está también lo que un inglés denominaría “a candid vote”, un voto sin malicia, emitido por un ciudadano desconcertado, pero que sigue creyendo, milagrosamente, que tiene un papel político que asumir. No estaría mal, pues, que se empezara a plantear también rápidamente en Europa la discusión entre representatividad y participación política. La democracia moderna se organiza a través de los partidos y del principio de representatividad, y sin ellos no existiría, pero no existe razón para que no se estudien mecanismos de participación popular que ayuden a atajar la frustración actual.

El éxito del artículo de Rodik, economista turco-americano, reside, no solo en su diagnóstico, sino en la esperanza que deja traslucir. Para él, la ausencia de un programa alternativo para remodelar el capitalismo y la globalización puede corregirse pronto: el vacío intelectual de la izquierda, dice, se está llenando, no con el filósofo argentino Ernesto Laclau, sino con quienes defienden reformas radicales en el sector financiero (Anat Admati, la economista israelí, docente en Stanford, que cada vez que habla hace estremecer a los bancos), la innovación en el sector público (Mariana Mazzucatto, la profesora de Sussex, de 48 años, que asesora al laborista Corbyn) o la inversión pública a largo plazo (que apoya ya medio mundo). Elementos para una alternativa real. Mejor que nazca pronto.

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