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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Podemos retrocede

Los resultados electorales cuestionan el liderazgo de Iglesias

Alberto Garzón (izquierda) y Pablo Iglesias, durante el acto organizado por Unidos Podemos en la noche electoral del 26-J.
Alberto Garzón (izquierda) y Pablo Iglesias, durante el acto organizado por Unidos Podemos en la noche electoral del 26-J. Luca Piergiovanni (EFE)

El inesperado retroceso de Unidos Podemos en las urnas, cuando todos los sondeos daban por seguro el sorpasso al PSOE, ha abierto una crisis interna en Podemos. Se cuestiona la decisión de confluir con Izquierda Unida tras constatar que la coalición ha retrocedido precisamente en aquellas provincias donde IU logró mejores resultados el 20-D. Lejos de aumentar los escaños y votos logrados, su suma ha cosechado un millón de votos menos.

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Un número importante de votantes de IU, inspirados en el escepticismo de algunos de sus líderes históricos como Cayo Lara o Gaspar Llamazares, parecen haber dado la espalda a una coalición que percibían demasiado lejos de sus siglas y líneas políticas. El “matrimonio de conveniencia”, como algunos dirigentes de Podemos han calificado a la coalición, dejó tibios a muchos votantes.

Otro factor de retroceso habría tenido que ver con el desconcierto y la falta de credibilidad causados por los giros e inconsistencias ideológicas que han dominado la campaña de Podemos. A la vez que respaldaba a figuras de indudable cariz izquierdista como Julio Anguita, Diego Cañamero y Manuel Monereo, Iglesias se presentaba como un socialdemócrata dispuesto a pactar con el PSOE, pretendiendo así cubrir todo el espectro de la izquierda. Y a la vez que mantenía la estrategia populista que marcó el arranque de Podemos, apelando a la patria y al pueblo, reivindicaba el plurinacionalismo y el derecho a decidir, para así sostener su posición en Cataluña y el País Vasco. Una estrategia atrapalotodo muy difícil de mantener, que, sumada a la decepción que produjo la decisión de ni siquiera abstenerse para facilitar la investidura de Pedro Sánchez, explicaría la deserción de muchos antiguos votantes socialistas.

El retroceso de Podemos deja a su líder, Pablo Iglesias, en una complicada posición. Cinco millones de votos y 71 escaños son un magnífico resultado para una fuerza política de reciente creación. Sin embargo, la decisión de Iglesias de forzar la repetición de elecciones y concurrir en coalición con IU, se ha revelado como un gran error. El hiperliderazgo de Iglesias se ha sostenido sobre su áurea de invencibilidad. Ahora que Podemos y su líder no solo han tocado techo sino que han retrocedido, se generalizan las demandas de un cambio profundo que abra el partido al debate interno y represente mejor la pluralidad de sus votantes, simpatizantes y cuadros dirigentes.

Sin embargo, esa apertura podría abrir la puerta a la fragmentación de Podemos: lejos de ser un partido cohesionado, son múltiples las facciones ideológicas y territoriales que conviven dentro, muchas veces con posiciones irreconciliables entre sí. La perspectiva de alcanzar el poder ha sido hasta la fecha el principal factor de cohesión de Podemos. Tras el cierre del ciclo electoral inaugurado en 2014, que ha incluido elecciones europeas, autonómicas, municipales y dos elecciones generales, Podemos ha quedado configurado como un gran partido de oposición, pero sin mucha capacidad de condicionar la agenda política. Una estrategia, el maximalismo, que ha dado pocos resultados y que convendría revisar.

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