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MIRADOR
Columna
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‘Total’

Los pueblos españoles deshabitados se cuentan ya por millares

Julio Llamazares
Marmellar, pueblo abandonado en la provincia de Tarragona.
Marmellar, pueblo abandonado en la provincia de Tarragona.© Josep Lluis Sellart

Hace 33 años, viajando por la provincia de Soria en dirección a San Pedro Manrique, ese pueblo que celebra la noche de San Juan caminando descalzos sobre las brasas, al cruzar el puerto de Oncala me encontré el rodaje de una película. Entre las personas que iban y venían estaban muchos de los actores más conocidos de nuestro cine: Agustín González, Luis Ciges, Manuel Aleixandre, Chus Lampreave… Pregunté de qué trataba la película. “¿Ves ese pueblo de ahí?” —me señalaron el que se veía cerca de nosotros, una aldea de no más de 30 casas; era Oncala—. Eso es Londres después de la explosión nuclear”. Los admiradores de José Luis Cuerda habrán reconocido ya el argumento de Total, la primera película de una trilogía que culminó Amanece que no es poco, para mí una de las dos o tres películas imprescindibles del cine español, pero en aquel momento yo no sabía quién era Cuerda y el argumento me pareció una boutade, la trama de otra españolada infame de las muchas que por entonces poblaban nuestras pantallas de cine.

No tardé en darme cuenta de que no lo era. Cerca de allí, mientras continuaba hacia San Pedro Manrique, comencé a ver pueblos abandonados, algunos de ellos en total ruina. Y no eran pocos ni muy pequeños. Al revés, los había con casonas solariegas, lo que delataba su antigua prosperidad. Eran los pueblos de la antigua Mesta, que se habían venido abajo al cambiar el viento de la historia, que ahora soplaba en una dirección distinta. Y que semejaban pequeños Chernobiles, lugares dinamitados por la explosión nuclear que rodaba Cuerda cerca de allí. Aquella tarde se empezó a formar en mi conciencia el embrión de una novela que no tardaría en escribir después de recorrer media España visitando aldeas deshabitadas como aquellas de la remota Soria.

En las tres décadas que han transcurrido desde aquel día, los pueblos españoles deshabitados se cuentan ya por millares. Incluso hay comarcas enteras convertidas en cementerios demográficos, con densidades de población menores que la de Laponia. Toda la España interior, con la salvedad de las capitales de provincia y de algunas cabeceras de comarca, no todas, camina hacia la despoblación total, como describe en su impresionante libro La España vacía Sergio del Molino, un ensayo sobre la desaparición de un mundo, el de la España rural e interior, que debería servir de reflexión a todos los españoles, no sólo a los que sufren ese fenómeno. Porque la explosión nuclear que se está produciendo allí es una tragedia económica y cultural que deja corta a la de Total, aquel filme que yo creí que era una boutade y que hoy tengo por premonitorio.

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