_
_
_
_
_
CARTA DESDE EUROPA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un vasco en Bruselas

Cuando Otegi dice hablar en nombre del pueblo vasco en realidad habla en nombre de algunos vascos de su pueblo

Íñigo Domínguez
Arnaldo Otegi acompañado de Lynn Bouylan del Sin fein.
Arnaldo Otegi acompañado de Lynn Bouylan del Sin fein.Delmi Alvarez

Durante años, viviendo fuera de España, prefería no decir que era vasco por no aguantar el latazo de que se solidarizan conmigo y con la independencia del pueblo vasco. Acababas dando largas explicaciones. Mucha gente, no toda, pero sí demasiada, identificaba a los vascos con una minoría. Luego se sorprendían cuando decía que a mí me daba igual si el País Vasco era independiente y explicaba obviedades como que allí la mayoría habla castellano, que es una de las regiones más ricas de España, y no la más oprimida, y que, por supuesto, me parecía mal que se matara gente. En esto hasta llegaban a entenderme, por algo estamos en Europa y en el siglo XXI. Cuando añadía que ETA mataba sobre todo a otros vascos ya nadie entendía nada. Pero siempre me asombraba cómo había calado el mensaje de ETA en el extranjero. Era más peliculero y, por razones que aún se me escapan, fascinante para una parte de la izquierda.

Esta carta, que se publica en varios diarios europeos, me permite un breve intento de desmitificación. Porque coincide con la visita al Parlamento Europeo, la semana pasada, de Arnaldo Otegi, un político independentista vasco recién salido de prisión que por error, empezando por él mismo, puede llegar a ser confundido con alguien que habla en nombre de los vascos. Digamos para empezar que la mayoría de los vascos no le soporta. Aclarémoslo, pues quizá los intérpretes de Bruselas hayan tenido problemas: cuando Otegi dice hablar en nombre del pueblo vasco en realidad habla en nombre de algunos vascos de su pueblo, no todos, y de otros más, una pequeña parte. Los presidentes de Gobierno suelen hablar en nombre de su pueblo, una exageración aceptada. Pero Otegi, además de que nadie le ha elegido, nunca ha ganado, ni su partido, las elecciones vascas. Con la peculiaridad de que ETA asesinaba a los que le ganaban o pensaban de forma distinta en otros partidos.

¿Cuántos pudieron sentirse representados por él en Bruselas? Por simplificar, y dejando claro que muchos independentistas no estaban a favor de ETA, según el Euskobarómetro de este mes —encuestas de referencia de la universidad vasca— solo un 24% de los vascos tiene un gran deseo de ser independientes. En las últimas elecciones regionales de 2011 el actual partido de la órbita de Otegi, EH-Bildu, obtuvo 277.000 votos de los 1,7 millones de vascos llamados a votar. Y en las generales de hace cuatro meses, 183.000. Hasta hace cuatro años ETA estaba empeñada en liberar a los vascos aunque no quisieran, y eso que les mataba para convencerles. Al hablar en nombre del pueblo vasco Otegi utiliza una temeraria sinécdoque, que es tomar la parte por el todo. Es como coger el rábano por las hojas, y con eso se ha ido a Bruselas a vender lo suyo.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Tenían que haber repartido en Bruselas un pequeño diccionario. Donde Otegi dice “presos políticos” quiere decir condenados por asesinato o por complicidad con ellos. Y con los “refugiados deben volver” no sé qué quiere decir, la verdad. Admitió que “la izquierda abertzale (izquierda nacionalista, otro contrasentido) tiene responsabilidades en lo sucedido y debe asumirlo con naturalidad”. Para que se entienda el dislate, a modo de contraste: esto que digo no se podía escribir hasta hace poco a menos que asumieras, con naturalidad, que te podían matar. Añadió que, no obstante este esfuerzo, le asombraba la “actitud insaciable de quienes jamás considerarán suficiente nada de lo que hagamos”. Eso es verdad, nunca será suficiente, y es que también es imposible asumirlo con naturalidad. Por eso un razonamiento de persona decente es que si has estado metido en algo tan sucio y tan criminal, con más de 800 muertos, aunque sea de refilón, solo te queda estar calladito y no molestar. Tiene que ser jodido haber estado en la cárcel para nada, y que no se traduzca en poder, pero Otegi representa el pasado, un pasado espantoso, y debería irse a su casa o siete años al Tíbet. Sus ideas, legítimas, las puede defender mejor otro que no tenga ningún currículum en ETA y sea más creíble. Tal vez diga cosas interesantes o tenga razón en algo, pero a la mayoría de los vascos no le interesa. El mérito que se atribuye a Otegi es que era de ETA, un día pensó que aquello estaba mal e intentó desactivar desde dentro esta secta de tarados. Que era lo mínimo que podía hacer. Pero luego no puedes ir de Mandela por la vida. Mucho menos habiendo sido carcelero.

© Lena (Leading European Newspaper Alliance)

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_