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Columna
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Inquisición

Lo justifica la delegada de igualdad: “El lenguaje no puede contribuir a invisibilizar el género femenino”

Félix de Azúa

Los tópicos nacionales van variando. El francés ya no es aquel señor con boina, botella de tinto en un bolsillo y camembert en el otro. En cambio, el alemán disciplinado, el italiano refitolero y el inglés arrogante se mantienen. El tópico español antiguo era un matador que se enfrenta al toro de la muerte con coraje y arte, el motivo de Picasso, por ejemplo. Confieso que me gusta, pero creo que se va imponiendo otro muy distinto.

En el inevitable grabado de Goya El sueño de la razón produce monstruos se observa a un hombre dormido o desesperado, amenazado por murciélagos, búhos, lechuzas y vigilado por un turbador felino. Este es, cada vez más, el tópico del español actual. Vuelve la superstición, vuelve a apagarse la poca razón que habíamos reunido en unos años de aproximada democracia, vuelven los pajarracos nocturnos a llenarnos la cabeza de prejuicios.

En Andalucía está prohibido decir “los funcionarios”, hay que decir “el funcionariado”. Ni “los becarios”: ha de ser “las personas becarias”. Ni “los andaluces”: debe decirse “la población andaluza”. Ni los niños (la infancia), ni los tutores (la tutoría), ni los ciudadanos (la ciudadanía). Así hasta cien conjuros mágicos. La Junta no sólo lo manda, sino que ha creado unos inspectores lingüísticos que vigilarán aulas y patios de recreo, como en Cataluña. Lo justifica la delegada de igualdad: “El lenguaje no puede contribuir a invisibilizar el género femenino”. Oigo el batir de alas de los murciélagos, oigo las oraciones de los penitentes andaluces rezando en procesión para que el fantasma del lenguaje, un gigante cubierto por una sábana, cese de amenazar a las hembras con hacerlas incorpóreas. El sueño de la razón nos devuelve a los monstruos barrocos.

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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