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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado
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Tanta locura les ha vuelto cuerdos

Joseph Bertiers (Kenia, 1963) 'Kenya's Craziest Bar', óleo sobre lienzo, 2006
Joseph Bertiers (Kenia, 1963) 'Kenya's Craziest Bar', óleo sobre lienzo, 2006

¿Existen las coincidencias?

Sobre mi mesa en este momento hay dos libros de reciente publicación que llevan la palabra "loco" en su portada. Uno es de un marroquí, el otro de un argelino. No tienen nada que ver el uno con el otro, aluden a dos tipos diferentes de locura (veremos), excepto que ambos provienen del norte de África. Pero no solo, pienso, así que reflexiono y recuerdo.

Joseph Bertiers (Kenia, 1963) 'Kenya's Craziest Bar', óleo sobre lienzo, 2006
El primer libro del continente que leí y que rondaba alrededor de la locura fue El enterrador compulsivo y otros cuentos (El Cobre, 2006), del después director de cine (Medio sol amarillo), el nigeriano Biyi Bandele Thomas. En aquel libro, el narrador indagaba sobre las razones que habían llevado a su hermano Rayo a tal abismo. Se trataba de una inteligencia privilegiada, un empeño en intentar cambiar la realidad y una lucha desigual (siempre lo es) contra el devastador régimen instaurado en Nigeria. Hay una frase, que pronuncia el narrador, que me llamó de manera especial la atención: “Esta cordura me está volviendo loco”. La lucidez ante la sinrazón, el ser tan consciente, sensible y humano, ante la barbarie y la imposición, después de haber intentado derrocar la violencia, aislar la corrupción, poner coto a los miserables, en un entorno social malvado y terrorífico.

La locura.

La persecución de la locura, mientras los cuerdos asesinos decretan la caza y la muerte, nos da la medida de la tragedia.

No es un tema nuevo, no es en absoluto una situación que se eluda en esta literatura. Al contrario.

El segundo libro que cayó en mis manos fue el de la senegalesa Ken Bugul con el título La locura y la muerte. Encuadrada también en un régimen dictatorial asfixiante, en un país sin nombre donde todo está podrido, a la joven protagonista Mom Dioum solo le queda una opción “matarse para renacer”. Tras su paso por la ciudad, a donde se fue para estudiar y prosperar, y donde acabó convertida en una licenciparada, sin trabajo ni futuro, y en donde contempló para su, a partir de entonces imposible de sanar estupor, múltiples horrores de toda índole. En la ciudad, en donde vivió esa atroz secuencia de su vida de la que se niega a hablar y que la empuja a salir, a partir, a desaparecer para poder ser de nuevo, lejos de los abusos depredadores que ha conocido. Ese largo peregrinar, donde se rozan los límites de la locura y de la muerte, ese extirpador viaje de todos sus temores más recónditos, en un intento por devolver algo de claridad a su alma que vaga ya demasiado lejos, demasiado inasible, ante tanta visión aniquiladora.

Alteraciones de la personalidad, alucinaciones y pérdida de contacto con la realidad.

Joseph Bertiers (Kenia, 1963) 'Kenya's Craziest Bar', óleo sobre lienzo, 2006

Al escritor de Zimbabue, Dambudzo Marechera, le diagnosticaron esquizofrenia. Su infancia transcurrió en un gueto, rodeado de una violencia y pobreza extrema. Era un negro en la situación de apartheid impuesta por el gobierno de Ian Smith. Al autor de La casa del hambre (Ed.Sajalín, 2014), su activismo en contra de la segregación racial le condujo a que le expulsaran de la universidad. Él cogió sus cosas y se fue, salió de aquella asfixia. Tras un exilio de ocho años en Londres, regresó a su tierra natal para vivir en las calles y transmitió en sus novelas la dureza de una vida en la pobreza, el racismo y el caos. "Igual que escuchar un grito", así describió Doris Lessing la lectura de esta novela que nos agarra y nos zambulle en una vida "llena de sucesos naturales en un entorno antinatural".

Y no es el único.

Cuando Maru fue publicada en 1971, Bessie Head, máxima exponente de la literatura de Botsuana, estaba gravemente enferma con depresión y alucinaciones. Dado su estado, fue ingresada en un hospital psiquiátrico y a su salida

Joseph Bertiers (Kenia, 1963) 'Kenya's Craziest Bar', óleo sobre lienzo, 2006
emprendió la elaboración de la que está considerada su obra más importante, su autobiográfica A question of power, que exploraba las consecuencias de los sistemas opresivos a través de una protagonista trastornada, pero también sus vías de liberación. Head se describía como una buscadora de estrellas y fue lo que plasmó en su obra, traspasada por el dolor y plagada de las vivencias de una vida durísima como mujer y mulata, pero también exultante de sensibilidad. Demasiada, dirán los cuerdos.

El marroquí al que aludo al principio de esta entrada no es otro que Mohamed Chukri. Él firma la reciente publicación en castellano de la antología de relatos, El loco de las rosas (Ed.Cabaret Voltaire, 2015). Siempre tomando como protagonistas a los marginados y noctámbulos, como afirma en el prólogo su amigo y escritor Mohamed Berrada, los locos aparecen en varios de estos relatos como seres que la sociedad no comprende, tal es el caso del Mimún de la primera obra que publicó, Violencia en la playa, pero que Chukri nos presenta desde el respeto.

Y el argelino del comienzo es Yasmina Khadra y su El loco del bisturí (Ed. Esdrújula, 2015) que nos presenta a un asesino en serie, quien valiéndose de ese instrumento quirúrgico acomete sus atroces crímenes. La novela de Khadra nos avoca a otros márgenes, la de aquellos que saltan los límites y se convierten en criminales. No tiene nada que ver este Loco con el resto, pienso. Pero, al cerrar la última página del libro del argelino, que destripa como nadie las infamias de su país, me quedo confusa, ¿cuánto en este Loco, en este criminal -me pregunto- no es el fruto del fracaso de una sociedad podrida, enferma?

Comentarios

Recuerdo que cuando empezaron a aparecer en los periódicos y en todos los medios de comunicación los movimientos de los yihadistas, de lo que querían conseguir, de las muertes que producían, me empecé a interesar y veía fotografias de crucifixiones, batallones de sirios medios desnudos que los llevaban a matarlos; cunado me dí cuenta que ese brazo extenso se extendía por otros lugares y sobretodo en el Magreb y en África , no pude por menos que asustarme, pero fue tal el miedo que codí que no me dejaba dormir por las noches, tenía un nudo en el estómago y no podía dejar de pensar cómo se podía permitir tantísima locura en nombre de Dios, qué clase de Dios era el de éstas personas que permitían semejantes barbaries, estuve más de medio año con esa inquietud que os he contado y aún no entiendo cómo las personas pueden creer en algo asi.; una verdadera locura se mire por donde se mire.
Estos libros tienen muy buena pinta, muy buenas recomendaciones.
Recuerdo que cuando empezaron a aparecer en los periódicos y en todos los medios de comunicación los movimientos de los yihadistas, de lo que querían conseguir, de las muertes que producían, me empecé a interesar y veía fotografias de crucifixiones, batallones de sirios medios desnudos que los llevaban a matarlos; cunado me dí cuenta que ese brazo extenso se extendía por otros lugares y sobretodo en el Magreb y en África , no pude por menos que asustarme, pero fue tal el miedo que codí que no me dejaba dormir por las noches, tenía un nudo en el estómago y no podía dejar de pensar cómo se podía permitir tantísima locura en nombre de Dios, qué clase de Dios era el de éstas personas que permitían semejantes barbaries, estuve más de medio año con esa inquietud que os he contado y aún no entiendo cómo las personas pueden creer en algo asi.; una verdadera locura se mire por donde se mire.
Estos libros tienen muy buena pinta, muy buenas recomendaciones.

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