_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuando nos exiliamos

Donald Tusk: tú no eres nuestra Europa

Xavier Vidal-Folch

“No vengáis a Europa, todo es en vano”, escupió hace unos días el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para desanimar a los inmigrantes económicos, aunque el momento les fusiona de hecho con los huidos de las guerras en busca de refugio y asilo.

Solo por esta frase ignominiosa, ese Tusk, que pasa por ser el más liberal de los políticos polacos, merece desprecio eterno. Y sin contabilizar el papelón que hizo en la crisis británica, vendiendo Europa a Cameron por un plato de lentejas. Ese Tusk es el presidente del Consejo Europeo, o sea, de los 28 primeros ministros, y representa ya por siempre la Anti-Europa, porque la Europa comunitaria era antes que nada la tierra de acogida, de resistentes y emigrantes: polacos, entre muchos otros.

La poca vergüenza de Tusk tiene antecedentes lejanos. Los exiliados españoles en plena Guerra Civil fueron calificados de “extranjeros indeseables”, por el decreto de 12 de noviembre de 1938 del Gobierno francés de Édouard Daladier —con el británico Neville Chamberlain, del partido de los “apaciguadores” del Führer—, un radical de izquierdas. El decreto les cerró las fronteras e impuso la expulsión a quienes las habían atravesado: todo era, también, en vano.

La caída de Barcelona, el 26 de enero de 1939, rompió todas esas barreras, porque es difícil mantener las vallas ante medio millón de derrotados que pugnan por entrar... en tan solo 15 días. Daladier, al menos, se las abrió.

Aunque aquellos “indeseables” murieron como chinches en los campos de internamiento o “centros de reclusión administrativa”, sin agua, ni comida ni abrigo, salvo el que los citoyens particulares les pudieron solidariamente prestar. Iban entre ellos don Juan Negrín, el honorable Lluís Companys, el lehendakari Aguirre, don Diego Martínez Barrio... sumen y sigan.

Nuestro exilio dio a Francia los últimos días de Antonio Machado, en Colliure. Y los primeros resistentes anónimos que liberaron París. A la leyenda europea, mártires de los campos de exterminio nazis y escritores como Jorge Semprún, superviviente de Buchenwald. A México y Argentina, una intelligentsia de primera.

¿No vengáis a Europa?

Donald Tusk: tú no eres nuestra Europa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_