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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Política inteligente contra el cambio climático

Los autores aseguran que en la cumbre de París el mundo se juega su futuro y proponen 10 medidas para ir por el buen camino

Granja junto a una zona industrial en Sudáfrica. Vanderbijl Park refinery
Granja junto a una zona industrial en Sudáfrica. Vanderbijl Park refineryJohn Hogg (Banco Mundial)

Es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda.

Upton Sinclair

Probablemente este tema es de los más serios a los que se tiene que enfrentar la humanidad los próximos años. Por ello, se propone una política basada en la ciencia, en la mejor ciencia disponible. Actuaciones que se basen en las evidencias recogidas por el I.P.C.C. (Panel Intergubernamental en Cambio Climático) y que se resumen en que el cambio climático ya afecta a todos los continentes y los riesgos y la vulnerabilidad son crecientes y con una certeza del 95% que los humanos son responsables del “imprecedente” calentamiento de la tierra en las últimas décadas. Los últimos datos son todavía más preocupantes. La Agencia de Estados Unidos para la Ciencia afirma con una certidumbre del 97% que 2015 ha sido año récord en calentamiento global. Urge tomar decisiones, ya que, de seguir las tendencias actuales, superaremos los dos grados, que es el margen a partir del cual habrá problemas irreversibles, con subida generalizada de las temperaturas, mayor irregularidad de las precipitaciones, incremento de los episodios catastróficos y dramáticos, etc. Sin embargo las políticas aplicadas hasta ahora son contradictorias, confusas, inseguras, ineficaces e ineficientes. Debido a la contradicción entre hechos incuestionables y falta de políticas y pensando en la próxima Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21), que arrancará en París el 30 de noviembre, y donde “nos jugamos el futuro”, sugerimos 10 puntos para las nuevas políticas. Aunque que lo entienda todo el mundo va a ser muy difícil.

1. Evitar políticas contradictorias y eliminar subvenciones perjudiciales. Existen millones y millones de euros destinados a subvenciones perjudiciales para el medio ambiente y a favor del cambio climático. Tanto en la industria automovilista, como en combustibles fósiles, empresas energéticas o petroleras. La OCDE o el Fondo Monetario Internacional han señalado esta falta de coherencia. Estas subvenciones son el enemigo público número uno y la solución es sencilla: suprimir las medidas fiscales y las subvenciones económicamente ineficientes y perjudiciales, entre las que destacan las ayudas al carbón. También existen políticas contradictorias en infraestructuras, transportes, agrarias, hidráulicas, fiscales, turísticas, etc,.

2. Reducir emisiones de carbono. El clima es un global common, depende de lo que hemos hecho entre todos, (aunque algunos sean más responsables que otros), todos nos beneficiamos y por ello todos debemos reducir las emisiones. No existe una bala de plata para esta reducción. Las soluciones son parciales y afectan a energía, transporte, industria, agricultura, edificación, gestión de residuos, etc. y serán voluntarias y/o obligatorias. La UE propone una reducción del 40%. Obama entre 26 y 28% para 2025. China, el mayor emisor, se compromete a no superar un tope de emisiones. Entre China y EE UU, producen cerca del 45% del dióxido de carbono del mundo. En todo el planeta un 26% de las emisiones se deben al sector energético y un 19% industria. Hacia aquí hay que dirigir los esfuerzos. En España, las energéticas son un 70%. Hay que aumentar la eficiencia, sustituir combustibles y tecnologías más contaminantes por renovables. El gas emite menos que el carbón, pero ¿para qué usarlo si se puede pasar directamente a las renovables?. El espectacular avance tecnológico de la solar debe valorarse. Planes como los de California o Australia de un millón de tejados solares deberían ser adaptados.

3. Poner precio al carbono. Una de las soluciones es poner precio a la tonelada de carbono emitido. En la Cumbre sobre el Clima de 2014, 73 países y 22 estados, provincias y ciudades —responsables del 54% de las emisiones y del 52% del PIB mundial— se unieron a más de 1.000 empresas e inversionistas para expresar su apoyo a la fijación del precio del carbono. Ha habido más iniciativas en este sentido de cara a Paris. Un precio del carbono alto y progresivo enviará mensajes a los agentes económicos e impulsará el cambio necesario para que se generalicen las tecnologías limpias, las energías renovables y fomentará la reducción progresiva de emisiones, la innovación y que las inversiones sean más rentables, por un descenso de los costes unitarios. Los instrumentos de mercado no han funcionado e incluso ha sucedido que los que contaminaban cobran. Este fracaso ha sido recogido hasta en la encíclica del Papa. A estas empresas les han caído regalos caídos del cielo, por venta de emisiones de bonos de CO2. El precio actual es de siete euros por tonelada y para ser eficaz este mercado debiera estar en unos 20.

4. Asumir las responsabilidades diferenciadas. Algunas empresas y sectores tienen una gran responsabilidad en el total de las emisiones. El trabajo de Richard Heede del Climate Accountability Institute es muy clarificador. Tan solo 90 compañías son responsables de dos terceras partes de las emisiones totales causadas por el hombre. Chevron, Exxon, BP... presentan cifras del 3%. REPSOL sería responsable de un 0,22%. En España es parecido. Solo 10 empresas emiten el 65% de las emisiones de fuentes fijas (energía, siderurgias, cementeras…). La responsabilidad climática empresarial determina quién emite, cuánto y cómo deben compensar a la sociedad. Si se pretende que la responsabilidad social corporativa no sea solo retórica será necesario que las empresas se responsabilicen. La sociedad es y será cada vez más exigente. Otro tanto ocurre con los países. Las responsabilidades son diferenciadas, según las emisiones históricas y el grado de desarrollo e industrialización, siendo en general, los que menos han contaminado los más vulnerables.

5. Implicar al sistema financiero. El gobernador del Banco de Inglaterra acaba de presentar el informe El impacto del cambio climático en el sector de los seguros de Gran Bretaña, donde advierte del riesgo de una posible crisis financiera provocada por la devaluación de los activos relacionados con los combustibles fósiles. El cambio climático es un riesgo en el horizonte que va más allá de los ciclos políticos, de negocios, de las autoridades tecnócratas, etc. Señaló que puede afectar a la estabilidad financiera con riesgos: físicos, (inundaciones, sequías, eventos extremos), de responsabilidad si los damnificados reclaman compensaciones a los responsables (y a sus compañías de seguros) y financieros por el proceso de ajuste a una economía baja en carbono. Se va a dar una reevaluación de una gran cantidad de activos. Muchos fondos soberanos, de ciudades, universidades, sindicatos, de organizaciones religiosas, están reposicionándose. Y el proceso solo acaba de comenzar. Los financieros han empezado a enviar señales claras a los mercados.

6. El ejemplo de la administración pública. Obama ha propuesto un plan para dar ejemplo en la Administración. En efecto, ésta marca las reglas de juego, asume los planes de reducción, incentiva cambios de tecnologías, planes de adaptación, de concienciación. Es un gran agente tanto como inversor como cliente. Planes de compra y contracción verde, placas solares en sus edificios, transporte sostenible, abastecer por ejemplo, a comedores y colegios con productos de agricultura ecológica, prohibición de fracking, etc. Además están las empresas públicas. La administración debe dar ejemplo de coherencia y responsabilidad. Los Gobiernos marcan las reglas de juego y en Paris lo veremos en muy poco tiempo.

 7. Los ciudadanos y el consumidor. Una sociedad baja en carbono es más cool. Una mayor sensibilización implicará mayor exigencia. El ciudadano con sus decisiones diarias es capaz de determinar el mercado y por supuesto modificar el futuro. Decisiones como el tipo de energía, uno u otro transporte, o vetar marcas contaminantes. Algunos autores señalan “la gran llave para frenar el cambio climático la tiene cada uno de los consumidores.” o “al lobby no le quedará más remedio que adaptarse a esa reacción ciudadana”. No hay duda del ciudadano como sujeto colectivo y votante a la hora de modificar políticas. Otro tema decisivo es el cambio de valores que se puede dar en periodos muy cortos de tiempo, por ejemplo, con los accidentes de tráfico o el tabaco.

8. Más silicio, menos CO2. Habrá que plantear un cambio de modelo energético y productivo bajo en carbono. Más basado en el silicio que en el carbono, del ladrillo a la neurona, más ordenadores, e investigación y desarrollo y menos consumo energético y menos emisiones. La protección del medio ambiente y la regeneración del medio rural crearán empleo productivo para el común. PwC en un reciente informe estima la tasa actual de descarbonización en un 0,6% (y debiera ser de un 6%). La economía verde catalizará en los próximos años la generación de empleo.

9. Empezar a adaptarnos ya al cambio climático. Tanto a nivel local, regional o nacional, se deberán desarrollar tecnologías, sistemas, métodos e instrumentos. Mejores prácticas y soluciones, incluidos enfoques ecosistémicos. Algunos países (Estados Unidos, Holanda, Alemania) están utilizando soluciones basadas en la ecología (Nature Based Solutions) que son más baratas y más sostenibles. La resiliencia será la palabra con actuaciones en ciudades, empresas y ecosistemas. Deberemos empezar a trabajar en costas (alejar las zonas habitadas, dejar ecosistemas naturales...), bosques (favorecer masas adaptadas), agrícolas (cambio de variedades, reducir regadíos…), crear infraestructuras verdes, restaurar ecosistemas degradados, aumentando energías renovables (de autoconsumo), etc. Esto generará empleo y además es más barato que las catástrofes. Las ciudades son especialmente vulnerables. Naciones Unidas, y otras fundaciones privadas tienen un incipiente programa de ciudades resilientes. La idea es que sean capaces de resistir y soportar condiciones extremas como sequias, inundaciones, apagones de electricidad, cortes de suministros, etc.... y que vuelvan a funcionar rápidamente. Por ello es necesario blindar estas infraestructuras críticas. En España, excepto en alguna ciudad, todavía no ha habido ningún plan serio.

10. Una nueva política basada en la ciencia. Muchas de estas actuaciones aunque parezcan futuribles u opcionales son en realidad inevitables y obligatorias. Y cuanto antes se hagan mejor. Incluir elementos preventivos y de integración en las políticas más dinero ahorrará. El coste de no actuar supera en mucho a la realización de actuaciones tempranas. Hay sectores en los que es más evidente, como el agrario, el forestal, el energético o la construcción; pero también los servicios (¿alguien concibe el turismo en un sitio degradado?) y por supuesto, la banca o los seguros.

El Quinto Informe de Evaluación del Panel Internacional de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) estima que las emisiones se deben reducir para 2050 en un 60% respecto a los niveles de 2005; y llegar a ser cero en 2100. Los tres pilares sobre los que debe fundamentarse el nuevo tratado son la reducción, los mecanismos de adaptación y los medios de financiación.

La reducción de las emisiones es compatible con el crecimiento económico y el desarrollo. Lo que es bueno para la sostenibilidad y contra el cambio climático, es bueno para la economía. Aquí, solo mirando las partidas de los Presupuestos Generales del Estado del 2016 nos damos cuenta del olvido, y eso que somos especialmente vulnerables. Es preciso que la política contra el cambio climático sea tomada en serio por los nuevos Gobiernos, incorporándola en el núcleo duro de las actividades prioritarias tendentes a rescatar España. El escenario inmediato obliga a proponer esta nueva política, desagregada en planes, proyectos y programas debidamente valorados y cuantificados.

La política inteligente contra el cambio climático se basará en actuaciones que sean coherentes, no sean contradictorias, coordinadas, coherentes, eficaces, eficientes y con gran participación pública.

Si aplicamos una nueva política contra el cambio climático y, siguiendo a Naomi Klein, “defenderemos un nuevo mundo, político, social y económico, basado en relaciones y regulaciones diferentes a las que nos gobiernan hoy; un mundo en el que nuestro planeta no se contemple como un objeto de libre disposición y recursos ilimitados”. Sin duda, los ciudadanos, como no son estúpidos, elegirán un futuro sostenible. Apostemos por ello. Ganamos todos. Incluso los que señalaba Upton Sinclair al principio del artículo.

Fernando Prieto y Carlos Alfonso son miembros del Observatorio de la Sostenibilidad.

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