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Terremoto de lujo

En menos de tres meses Raf Simons, Alber Elbaz y Alexander Wang han abandonado la dirección creativa de Dior, Lanvin y Balenciaga, respectivamente. La marcha de estos diseñadores pone en cuestión los límites de la hiperacelerada industria de la moda

Carmen Mañana
Ilustración de Alber Elbaz, Raf Simons y Alexander Wang.
Ilustración de Alber Elbaz, Raf Simons y Alexander Wang.Mariela Bontempi

"Los diseñadores comenzamos siendo modistos, después pasamos a llamarnos directores creativos y, ahora, creadores de imagen, encargados de hacer ruido. El estrépito, el grito, es el nuevo cool y no solo en la moda. Pero yo siempre he preferido el susurro, creo que llega más lejos y permanece durante más tiempo". Alber Elbaz, entonces responsable de la casa francesa Lanvin, pronunciaba estas palabras en una entrega de premios el 21 de octubre, solo 12 días antes de anunciar que abandonaba la firma para la que llevaba diseñando 14 años. Muchos vieron en este discurso la mejor explicación a su inesperada salida, que venía a sumarse a la de Raf Simons, de Dior —acontecida una semana antes—, y a la de Alexander Wang, de Balenciaga, el pasado 31 de julio.

Para los más escépticos, el descabezamiento en apenas tres meses de estas legendarias firmas francesas resulta algo perfectamente natural dentro de una industria —la del lujo— que no se rige por reglas distintas a la de cualquier otra. Según explica Emmanuelle Dirix, historiadora de la moda de la Royal Academy of Arts de Londres, “existe una saturación de marcas, y muchas ya no poseen un estilo realmente distintivo con lo que sus diseñadores se vuelven intercambiables”.

Alber Elbaz, tras un desfile de Lanvin el pasado octubre en París.
Alber Elbaz, tras un desfile de Lanvin el pasado octubre en París.getty

En Francia, donde este sector mueve más de 66.000 millones de euros anuales, estas salidas no han sido interpretadas como un mero cambio de perfil en LinkedIn. Hasta el exministro de Cultura, Jack Lang, se ha manifestado. En su opinión la destitución de Alber Elbaz es “inaguantable y de una injusticia indescriptible”.

Su marcha, junto a la de Simons y Wang, también puede ser interpretada como un síntoma de saturación; manifestación de un sistema tan hiperacelerado que está a punto de colapsarse. Días antes de abandonar Dior, su exdirector creativo contaba a la crítica de moda Cathy Horyn que cuando llegó a la maison en julio de 2012 estaba angustiado: “Solo disponía de ocho semanas” para preparar su primera colección. Tres años después, contó con tres para acometer la última. La forma de satisfacer estos ritmos endiablados pasaba, en su caso, por apoyarse en dos equipos de diseño que se iban alternando en la ejecución de los desfiles. “Técnicamente es posible. Pero no dispones de tiempo para incubar una idea, dejarla respirar y luego volver a ella […] Tampoco funciona desde el punto de vista emocional. No soy el tipo de persona a la que le gusta hacer las cosas tan rápido. Si dispusiese de más margen, rechazaría más ideas e incorporaría otras nuevas”, explica el creador en System Magazine.

El diseñador Raf Simons.
El diseñador Raf Simons.afp

Simons mantuvo esta velocidad de crucero durante los tres años y medio que estuvo en Dior, prácticamente el mismo tiempo que Wang pasó en Balenciaga. Sus antecesores, John Galliano y Nicolas Ghesquière, ocuparon el puesto 15 años. La brevedad de estos segundos matrimonios plantea, según Dirix, el primer problema: “¿Cómo podemos esperar originalidad cuando los diseñadores se sustituyen a tal velocidad que no les da tiempo a desarrollar un concepto?”.

En sus comunicados de despedida, Simons y Wang argumentaron que buscaban centrarse en su propia marca. Porque sí, ambos desarrollaban proyectos paralelos con sus correspondientes líneas. Colecciones de ropa y accesorios que venían a sumarse a las más de seis que firmaban para sus otros patronos. “Nunca hay suficiente tiempo. Siempre estas en tensión. Sé cómo alejar esto de mi vida personal, pero ¿cómo lo haces en la profesional: te compras una cosa y empiezas a hacer alfarería?”, concluye Simons.

El aumento de los ritmos de producción y del nivel de exigencia de las marcas sobre sus diseñadores no es un fenómeno nuevo. Según Dirix, puede observarse desde 2007, “cuando los avances tecnológicos empezaron a permitir que las copias llegasen al mercado antes que los diseños originales”. Pero la situación se ha agravado. En parte, y como sugería Elbaz en su discurso, por la necesidad de generar “ruido” —eventos, contenidos, productos— con los que alimentar las voraces redes sociales. “No estoy en contra de la tecnología […], pero tras mi último desfile nadie aplaudía. Pregunté: ‘¿Qué pasa?’ y me dijeron: ‘Todo el mundo está grabando vídeos. No tienen las manos libres”, recordaba el exdiseñador de Lanvin.

Jean Paul Gualtier fue uno de los primeros en denunciar este modelo de trabajo cuando en septiembre del año pasado anunció que abandonaba el prêt-à-porter para centrarse en la alta costura. “Las limitaciones comerciales no dejan ninguna libertad”, decía entonces. El último en reaccionar, hasta el momento, ha sido Christopher Bailey, director ejecutivo de Burberry, que ha decidido fusionar las tres líneas con las que contaba y sus respectivos equipos creativos en una sola propuesta.

El diseñador Alexander Wang.
El diseñador Alexander Wang.afp

Que existe una tendencia hacia la concentración es obvio, pero aún está lejos de ser mayoritaria. La corriente antagónica podría estar liderada por Karl Lagerfeld, quien a sus 82 años dirige tres marcas —Fendi, Chanel y la que lleva su nombre—, fotografía sus campañas y escribe libros sobre su gato. “Lo que más odio son esos diseñadores que aceptan trabajos extraordinariamente bien pagados y luego se quejan de que las exigencias son muy fuertes. La moda ahora es un deporte: tienes que correr”, declaraba a WWD.

La pregunta es si antes de terminar el sprint, los participantes sufrirán una nada elegante pájara. “Hoy la idea de personalidad está casi enterrada y la estética se resiente, pero hablamos de empresas y, a riesgo de parecer cínica, la última vez que eché un vistazo el capitalismo no tenía en cuenta ninguno de estos valores”, responde Dirix.

Puede que sea así, pero aún quedan románticos como Elbaz que creen que otro lujo es posible: “María es una las costureras de Lanvin. Entró a trabajar con 17 años y se jubiló hace unos meses. Ella es la moda: una trabajadora con un hilo y una aguja, que todo lo que hace es coser sueños para ustedes”.

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