Cameron contra Major
El primer ministro británico reniega del deber de trabajar para “una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa”
Colosal coherencia. David Cameron reniega del deber de trabajar para “una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa”. Ocurre que durante decenios los británicos han aceptado, asumido y proclamado ese principio, incluido desde siempre en el preámbulo del primer tratado, el de Roma, de 1957.
Y que solo ahora, 58 años después, ay, se percatan de que eso es un horror. Menuda rapidez y clarividencia. Bravo, atleta.
Sucede algo más. La cláusula “even closer union” figura en el preámbulo del Tratado de Maastricht, y en todos y cada uno de los siguientes hasta el de Lisboa, gracias a un antecesor de Cameron, John Major, el tímido monaguillo de lady Thatcher. Sucedió que en Maastricht (1991) todos querían ir más allá. Propugnaban una “unión federal”. Pero en aras del consenso aceptaron la idea de Major de conservar la antigua formulación. Y ahora su sucesor en el Gobierno y en el partido se olvida y rompe los compromisos de entonces: ¡va contra sus propios actos, contra los de su partido, contra el derecho romano! Será quizá habilidoso, pero menos coherente y menos fiable que un búho.
Quiere además ese Londres blindarse contra la moneda única, los rescates y la solidaridad: eufemismos para proteger el hedor de la City más corrupta del mundo. ¡Justo cuando la eurozona persigue lo contrario, convertirse en un área articulada! Para eso se hizo, sin Londres, el Tratado de Estabilidad, y se crearon tantos mecanismos ecofinancieros desde 2010.
Pretende Cameron cocear —negar ayudas debidas— a los inmigrantes internos, polacos y rumanos. Como si la libertad fuera divisible: sí a evadir capitales a los paraísos fiscales de las islas del canal; a medias para mercancías y servicios; no para “personas inferiores” ¡En la patria de Stuart Mill!
Busca Cameron simplificar reglamentos en aras de facilitar flexibilidad a las empresas. Lo único en su apuesta de verdad inteligente... siempre que el apoyo a las empresas se acompañe de ayuda a los consumidores, protección a los trabajadores y asideros de última instancia para los desheredados.
Decía el liberal Mill, sobre la libertad, que todos tienen “el derecho a actuar de acuerdo con su propia voluntad mientras tales acciones no dañen a otros”. Era liberal, no un reaccionario.
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