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La política de las lágrimas y cientos de pares de zapatos

El enésimo cambio de bando de una diputada es seguido como un culebrón en Argentina

Carlos E. Cué
Cartel político
Cartel político

La política argentina tiene una gran parte de espectáculo. Para los candidatos es mucho más importante quedar bien en un programa de baile que cualquier mitin. Por eso, las traiciones en el último minuto, habituales en la política y en especial en el peronismo, son seguidas por el público casi como una telenovela. La última ha tenido un gran impacto. La diputada Mónica López ha decidido dejar a Sergio Massa, peronista disidente, para irse con Daniel Scioli, oficialista, a solo tres semanas de las elecciones. Una traición muy medida con otros 50 dirigentes. Pero ese escándalo, seguido por los argentinos con la tranquilidad de quien ya lo ha visto mil veces, sirvió para delatar un perfil sorprendente para una política y sindicalista.

López es la esposa del líder del sindicato petrolero, Alberto Roberti, diputado y jefe del grupo de los massistas en el Congreso. Ambos, como es frecuente en la política y el sindicalismo argentino, son muy ricos. Hace unos meses abrieron su mansión de fin de semana en un lujoso barrio cerrado a la revista de famoseo Caras. Posaron en la piscina y en la cocina. López mostró su impresionante vestidor. La diputada confesó que tiene 240 pares de zapatos, aún lejos del millar de Imelda Marcos. Añadió que su vestidor es tan grande que lo ha dividido en tres calles con nombres nada casuales: Juan Domingo Perón, Eva Perón y Alberto Roberti. Las críticas fueron feroces. Scioli compareció con ella feliz porque al fin “los peronistas están tomando conciencia”, pero la diputada acusó el golpe y acudió a la televisión donde lloró amargamente por las críticas. “A veces pasa que se interpreta la traición como si fuera desmembrar a alguien, y yo no desmembré a nadie, yo no maté a nadie”, se defendía entre lágrimas.

López tuvo que borrar decenas de tuits en los que, hasta que abrazó la nueva fe, se dedicaba a criticar a su actual líder y a “señalar el desastre y abandono que es el gobierno de Scioli”. Llegó a denunciarlo penalmente. “Me equivoqué”, confesaba arrepentida. Lo que aún no se conoce es el precio de su traición, pero es casi seguro que para ella valdrá la pena.

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