El clima y las salinas de Senegal
El desarrollo del sector de la sal ayudaría a compensar las pérdidas en la agricultura, que depende de la producción de cacahuetes y de mijo y de la lluvia
La región de Kaffrine, en el centro de Senegal, se extiende a lo largo de la carretera nacional que atraviesa unas enormes lagunas saladas. Sin embargo, la industria de la sal —que podría ayudar a la gente local a ganar más y a hacer frente a unas presiones climáticas cada vez peores— está poco desarrollada, en opinión de los expertos.
“En el plano artesanal, hay hombres que cosechan sin guantes, ni botas”, asegura Cheikh Tidiane Sall de Innovations Environnement Développement (IED) Afrique, un grupo que trabaja en el desarrollo sostenible. “Se usan sacos de almacenamiento inadecuados, y la sal contamina el suelo”.
En la mayoría de los pueblos de la región que se encuentran junto a la carretera, los hombres recogen la sal de unos montones con palas y llenan sacos de 25 kilos, amontonados sobre el suelo. Las mujeres se colocan en la carretera y hacen señales a los camiones de 18 ruedas y a otros vehículos que pasan para que se detengan, y venden los sacos por 1,70 dólares cada uno.
La recogida, el almacenamiento y el transporte de la sal tienen que mejorarse, y la producción tiene que aumentar considerablemente, señala Sall. El desarrollo del sector ayudaría a compensar las pérdidas financieras en la agricultura local, que depende principalmente de la producción de cacahuetes y de mijo, y que se ha visto muy afectada por la irregularidad de las precipitaciones.
Los ganaderos también sufren. El año pasado, la sequía les dejó desesperados por encontrar agua y pastos para sus animales. “Este año, a todo el mundo le preocupan las inundaciones”, dice Pierre Modou Mbengue, el director de ARD, una agencia de desarrollo regional que colabora con IED Afrique.
La producción de sal podría proporcionar unos ingresos alternativos, ya que no depende de la fiabilidad de las lluvias, explica Sall, que coordina un proyecto cuyo objetivo es canalizar una mayor financiación hacia esta y otras actividades que la gente local considera esenciales para poder adaptarse a los extremos climáticos y para que siga entrando dinero.
Es un ejemplo del desarrollo sensible al clima que los Gobiernos se comprometerán a llevar a cabo cuando aprueben un nuevo plan de acción mundial para poner fin a la pobreza en la reunión de Naciones Unidas de finales de septiembre.
El cambio climático recibe mucha más atención en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que en la agenda de desarrollo anterior que finaliza este año. Tiene un objetivo propio, e incluye la promesa de actuar urgentemente para luchar contra el calentamiento global y sus efectos, que han empezado a hacerse sentir.
“Existe una clara señal de que si no se aborda el cambio climático, el desarrollo sostenible es —para muchos países— inalcanzable”, indica Sven Harmeling, un experto en cambio climático de la organización benéfica para el desarrollo CARE.
En las comunidades pobres con las que CARE trabaja en Asia, África y Latinoamérica, los agricultores de subsistencia, los habitantes de los pueblos costeros y otras personas en peligro por las amenazas climáticas plantan árboles, prueban nuevos cultivos, construyen sistemas de alerta para las inundaciones y recogen agua para protegerse ellos y sus ingresos.
El difícil reto de averiguar cómo se pueden reducir lo suficiente las emisiones que producen el calentamiento del planeta para limitar el aumento mundial de la temperatura a dos grados celsius o menos se está abordando de forma separada en las conversaciones sobre el clima de la ONU, cuyo objetivo es llegar a un nuevo acuerdo en diciembre. Pero los ODS reconocen que el cambio climático puede entorpecer las iniciativas para reducir la pobreza y aumentar la seguridad alimentaria, y que se debe tener en cuenta en las estrategias de desarrollo de los países, señala Harmeling.
Las comunidades deciden
Los ODS incluyen el objetivo de mejorar la planificación y la gestión relacionada con el cambio climático en los países más pobres, centrándose en las comunidades locales, las mujeres y los jóvenes.
“Si pudiésemos empezar a llevarlo a la práctica desde abajo hacia arriba, creo realmente que podría tener un gran impacto”, opina Mary Robinson, la enviada especial de la ONU para el cambio climático y defensora de la justicia climática. La mejor manera de garantizar que las inversiones en materia de clima reflejan las necesidades de la gente es encomendar la planificación “directamente a las autoridades y las comunidades locales”, asegura Yacouba Deme de Near East Foundation, que preside un consorcio que dirige el proyecto de Kaffrin, junto con IED Afrique y el International Institute for Environment and Development, con sede en Londres.
“Por lo general, el Gobierno establece las prioridades de desarrollo, y es posible que desconozca cuáles son realmente las prioridades a escala local”, explica Soumelong Ehode, que también trabaja para IED Afrique.
Las salinas son un ejemplo del desarrollo sensible al clima que los Gobiernos se han comprometido a llevar a cabo con la firma de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
El proyecto de Kaffrine, que se lleva a cabo dentro del programa Aumento de la Resistencia y Adaptación a los Extremos Climáticos y a los Desastres (Braced, por sus siglas en inglés) financiado por Gran Bretaña, pretende cambiar eso.
En lo que puede ser una novedad en Senegal, el proyecto ha creado comités en la región en los que participan gente local y que eligen actividades para ayudarles a adaptarse al cambio climático. Estas personas recibirán formación para aumentar sus conocimientos y encontrar recursos para poner en práctica sus ideas.
“No es que el presidente o alguien nos obligue a planificar (el cambio climático), sino que es cuestión de urgencia el que lo hagamos”, afirma Mbengue de ARD. Según Sall, entre las prioridades establecidas hasta ahora se incluyen la producción de sal, el apoyo a los ganaderos y la construcción de carreteras para mejorar el acceso a los mercados.
Competencia entre distritos
El proyecto también prepara a las asociaciones locales para buscar financiación de posibles fuentes como el Fondo Nacional para el Cambio Climático de Senegal, que sigue vacío, el Departamento para el Desarrollo Internacional de Gran Bretaña y el nuevo Fondo Verde para el Clima a escala internacional.
“Queremos mostrar al Gobierno, a las ONG y al sector privado que es posible que, en el plano local, la gente pueda solicitar y gestionar fondos importantes, y llevar a cabo proyectos y evaluarlos”, señala Sall.
Pero tendrá que pasar mucho tiempo antes de llegar a ese punto, advierte Ehode de IED Afrique. Los tres años que está previsto que dure el proyecto de Kaffrine “es muy poco tiempo para conseguir mucho”, remacha.
Han sido necesarios meses solo para ganarse la confianza y el respeto de los prefectos – los jefes del Gobierno local de los distritos —que son los responsables de la transparencia y del funcionamiento de los comités para el cambio climático, y de cómo supervisan los proyectos sobre el terreno—. Ahora las autoridades tienen más incentivos para garantizar que las preocupaciones por el cambio climático son una parte fundamental de los planes de desarrollo locales, como se pretende en los nuevos objetivos mundiales.
“Los prefectos están ansiosos por hacer este trabajo”, asegura Sall. “El espíritu competitivo sano hace que cada prefecto quiera que su zona lo haga mejor que la de al lado”.
(Con información de Kathryn Werntz en Kaffrine y de Megan Rowling en Barcelona; edición de Laurie Goering. Traducción News Clips. Este reportaje forma parte de una serie realizada por la Fundación Thomson Reuters para divulgar los Objetivos de Desarrollo Sostenible)
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