¿A Senegal?
Entre lo temerario y lo sensato, la clase política ha tenido una tendencia a optar por lo primero
A mí me gustaría que Lluis Llach explicara por qué si en estas elecciones que algunos han decidido que sean plebiscitarias no sale el sí a la independencia de Cataluña él se marcharía a Senegal. ¿Por qué? ¿Qué quiere decir con esa frase, que irse a Senegal sería algo así como un acto de desesperación, como afirmar me tiro por un puente si en unas elecciones no sale lo que yo quiero? ¿Y cómo se puede tomar esto un tipo senegalés? Leo, mientras escribo este artículo, que las encuestas cantan una mayoría absoluta para Junts pel si, y anuncian los posibles ganadores que tras ese resultado el gobierno de Cataluña hará una declaración unilateral de independencia. Y luego qué. Pues ni usted ni yo podemos predecir qué ocurrirá luego, porque entre lo temerario y lo sensato la clase política, a lo largo de la historia, ha tenido una tendencia enfermiza a optar por lo primero.
Pongámonos en el caso de que los ciudadanos no están diciendo la verdad a los encuestadores y que, de pronto, los resultados que se presumen dan un vuelco y sale que no, que la mayoría de los catalanes no quiere irse de España. ¿De verdad quien amenaza con irse a Senegal para siempre cumpliría con su palabra? Se trata, desde luego, de un país interesante, Llach lo sabe. Senegal, en lugar de haber optado por un tipo de crecimiento económico que solo llega a manos privadas, respira un interés creciente por la educación y existe una ciudadanía que está exigiendo la participación en su destino. Hay en proyecto una descentralización del país para que los recursos lleguen solidariamente a todo el territorio. Las mujeres están siendo especialmente activas en la escolarización de las niñas para que su papel sea determinante en el futuro del país. España, como país europeo que ha recibido inmigración senegalesa, es importante en su crecimiento. Los senegaleses quieren acabar con la migración clandestina y reconducir el dinero que mandan los inmigrantes legales a casa para que no sea una inversión estéril, como la construcción, sino que favorezca el desarrollo del país y ayude a que su gente joven no se marche.
En la calle Libertad, vive y trabaja uno de los camareros más populares de Madrid. Muchos de los que brujulean por Chueca saben de quién estoy hablando: Sega. Sega aprendió español trabajando en un restaurante de Santander y allí se hizo querer tanto por su jefe que ahora se encarga de Celso y Manolo, un estupendo bar en el que, aparte de unas tapas magistrales, lo primero que te encuentras al entrar es la dentadura magnífica de Sega brillando en la penumbra del local. Sega se siente senegalés y cántabro a partes iguales, pero ahora se mueve por la calle Libertad como si fuera un castizo de toda la vida. Si no hay mucha bulla y puede quedarse un rato charlando contigo nuestro hombre te acaba enseñando las fotos de la niña que ha dejado en Senegal, una bebé mofletuda con unos ojos tan grandes que no le caben en los primeros planos del móvil. Sega es tan afectuoso, tan alegre, que nos daría mucha pena que dejara de reinar en la barra del Celso, pero lo cierto es que deberíamos tratar de imaginar, los que no hemos tenido que hacer su viaje vital y emocional, el desarraigo que supone separarse de los padres, de los hermanos, del paisaje en el que te has criado, y enfrentarte sin dinero a la dureza de la soledad primera, a la abstracción de una lengua que no se entiende y a algún episodio racista que seguro que él, como tantos de sus compatriotas, habrá experimentado. Salir de todo eso con una sonrisa en la boca y convertido en un camarero profesional, no amateur, profesional de la barra, es tan meritorio como para reconocer que muchos de nosotros no habríamos sabido.
Es por todo eso por lo que me chirría eso de que si no tienes los resultados electorales que esperas, aún gozando de una situación privilegiada en una ciudad como Barcelona, te marcharías a un país al que los emigrantes están mandando dinero para la manutención de sus familias. ¿Hemos perdido la noción de la diferencia que existe entre los derechos inapelables y las cuestiones discutibles? Si Cataluña, finalmente, no llegara a ser independiente yo le aconsejaría a Llach que se aventurara más cerca. Tiene ciudades extranjeras mucho más cercanas, como Cádiz, como Sevilla, como Málaga, lugares de fácil integración, en las que se come bien y barato, hace un tiempo excelente durante todo el año, una belleza que nadie puede discutir, riqueza histórica y una simpatía contagiosa que a los del norte les viene muy bien. Le será fácil hacerse entender e incluso comprobará que tiene un público que aún le aplaude. Puede que hasta le acaben dedicando una calle.
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