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CLAVES
Columna
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Poetas buenos

A Pemán no hace falta buscarle acusaciones, basta con leer sus poemas

Jorge M. Reverte

Hay un lugar en Andalucía donde el flamenco se hace como en ningún otro lugar de la tierra. Casi lo mismo se puede decir respecto a un cierto tipo de lírica. Cádiz, Sanlúcar, San Fernando, Jerez de la Frontera, el Puerto de Santa María. Se rasca en la mesa de un bar, y surge algo bueno por bulerías. Cuando se pronuncia el nombre de algunos poetas el resultado de la evocación acaba teniendo efectos de naturaleza política. Política y de clase, porque en Andalucía la frontera con la clase se cruza enseguida.

Ahora, ha venido a colación el nombre de José María Pemán. Un poeta, señorito tan culto como liberal, tan amado por la derecha de los cortijos. Y se ha discutido públicamente sobre su bonhomía (o su falta de ella) con la misma pasión con la que se discutió sobre Rafael Alberti, por ejemplo.

Hace ya muchos años que se enfriaron los cuerpos de los 400 jornaleros que Franco y Pemán mandaron matar al final de la guerra. Pero hay quien niega que Pemán tuviera nada que ver con ese episodio infame.

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A Pemán no hay ningún derecho a buscarle acusaciones ajenas para tomar partido sobre su posición moral. Basta con leer sus poemas, su visión sobre la Bestia y el Ángel. Y su descripción tan colorista de, por ejemplo, el Madrid ardiendo por los impactos de las bombas alemanas enviadas por Franco, con niños muriendo abrasados pagando así la actitud de sus padres que habían quemado iglesias antes de 1936. Pemán se alegraba de aquello, lo festejaba. Había que pagarlo bien caro. Y se pagó.

A Pemán no hay que pasarle ninguna factura por esos versos. Yo creo que sólo hay que recordarlo. Y agradecer que en Jerez de la Frontera se haya retirado el busto que, en un recinto cultural de la ciudad, le festejaba. Los madrileños de cualquier ideología lo hacen.

Y a los demás poetas andaluces, como Alberti, Antonio Machado (que cantaba a la pistola de Líster), y a los inocentes por nuevos, como Antonio Hernández, que se les acuse de lo que sea. José Manuel Caballero Bonald estaría orgulloso de tener un juicio público. Pero Pemán se hizo él solito el pliego de acusaciones. Era un mal tipo.

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