El asalto
Si la naturaleza no ha impedido estas migraciones desde hace medio millón de años, tampoco ese híbrido de cromañón- neandertal residente en Europa será capaz de detener al africano en su necesidad perentoria de supervivencia
Las sucesivas oleadas de gentes subsaharianas que huyen de sus tierras y asaltan las costas del sur de Europa es algo más que un problema político lleno de sufrimiento y de muerte; se trata de un hecho biológico imparable e incontrolable, que se ha repetido de forma periódica desde hace medio millón de años y que hoy sucede probablemente por las mismas razones, falta de alimentos, cambio climático, que obligaron a los neandertales a emprender nuevas rutas. El impulso de salida, muy superior al riesgo inminente de morir en el empeño, tampoco detuvo al Homo sapiens a la hora de buscar en otras tierras lo que no tenía en África. Los políticos europeos creen que levantando vallas con cuchillos cada vez más altas podrán detener esta última oleada para mantener a salvo su bienestar con una barrera infranqueable. Si la naturaleza no ha impedido estas migraciones desde hace medio millón de años, tampoco ese híbrido de cromañón- neandertal residente en Europa será capaz de detener al africano en su necesidad perentoria de supervivencia. Miles de muertos ahogados frente a nuestras costas nos sacuden la mala conciencia después de que los europeos hayamos esquilmado las materias primas del continente africano. El capitalismo salvaje ha dejado a sus habitantes sin otra solución que la huida y la codicia que les condenó a la miseria es la que ahora paradójicamente nos podría destruir. Hubo un tiempo en que nuestros antepasados también eran negros y llegaron a nuestras costas dejando en el camino con toda seguridad millones de muertos. Hoy los mediterráneos, que somos descendientes de aquellos negros, estamos a merced de las oleadas africanas desesperadas que suben a morir en nuestras playas y la invasión de las hordas nórdicas prepotentes que bajan a que les sirvamos en la misma arena paellas con sangría. No es política, es biología.
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