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Un país encerrado por todas partes, menos por el mar

Israel construye una valla en la frontera con Jordania, la única que aún seguía sin cercar

Juan Carlos Sanz

Primero hubo que poner a salvo a los granjeros del norte de las amenazas de Hezbolá desde Líbano. El estallido de la guerra civil en Siria obligó también a proteger los límites de los Altos del Golán hace cuatro años, y la presencia de grupos yihadistas en territorio egipcio exigió sellar el Sinaí en 2013. Por supuesto, la franja de Gaza está cercada, al igual que la mayor parte de Cisjordania, en algunos sectores incluso con altos muros de cemento y torres de vigilancia. Israel solo se libraba de las alambradas en la costa mediterránea y en la frontera con la vecina Jordania.

Hasta ahora. El Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu parece decidido a vallar los mapas hasta el techo. Esta misma semana ha aprobado levantar un primer tramo de 30 kilómetros de cerca desde Eilat, en el mar Rojo, hasta el norte de Timna. En ese desértico confín se está construyendo un aeropuerto internacional que se convertirá el año que viene en alternativa al de Ben Gurion, próximo a Tel Aviv, en caso de que un ataque con cohetes fuerce la clausura del principal acceso al país por vía aérea. “Nuestra seguridad nacional está en juego”, advirtió Netanyahu al Consejo de Ministros para justificar la obra, que tiene un coste estimado de 450 millones de euros, si se incluyen los sistemas de vigilancia electrónica y las vías para patrullas.

Israel firmó en 1994 un acuerdo de paz con Jordania, el país árabe con el que mantiene más estrechas relaciones y con el que se coordina para vigilar los 240 kilómetros de frontera común, a los que se añaden otros 90 kilómetros en el valle del Jordán a lo largo de territorio palestino ocupado.

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“La nueva valla será construida dentro de nuestro territorio, sin menoscabo de la soberanía ni de los intereses nacionales de Jordania”, aseguró Netanyahu. El Gobierno israelí pretende poner coto con esta cerca de cinco metros de altura a la inmigración clandestina procedente de África (hay 53.000 casos pendientes de expulsión en Israel) y sobre todo a la infiltración de comandos yihadistas llegados desde Siria. Aunque tenga que encerrarse dentro de sus fronteras.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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