Dinero en efectivo en lugar de ayudas en especies
Cuando ocurre un desastre, las transferencias de efectivo pueden ofrecer a las personas mayores una fuente de ingresos vital
Las aportaciones en efectivo a personas que sufren necesidad o catástrofes son cada vez más comunes. Suponen un complemento a la asistencia humanitaria en especie a la vez que una potencial alternativa. A menudo, es preferible a los artículos de primera necesidad puesto que permite a las personas gastar el dinero en lo que necesitan y tomar estas decisiones importantes por sí mismos de forma digna. El efectivo se gasta localmente y en cosas útiles, lo que tiene un impacto positivo en la economía y puede ayudar, en gran medida, a que los mercados se restablezcan por sí mismos. El dinero en manos de las víctimas más vulnerables de los desastres ha demostrado apoyar a los comerciantes a lo largo de toda la cadena de suministro.
Para los donantes que financian la ayuda humanitaria y las agencias que la proporcionan, esta solución ofrece ventajas muy evidentes. Menos gastos de transporte y almacenamiento significan más fondos donde todos los queremos ver. Imagine los desafíos logísticos y sobre el terreno en Nepal en este momento y piense lo fácil que sería —presumiendo que la comida puede comprarse localmente— llevar el dinero para que la gente compre alimentos, en lugar de enviarlos en camiones. La distribución del efectivo puede reducir en gran medida los costes logísticos, lo que significa que puede llegar más aportaciones de forma directa a las manos de quienes más lo necesitan.
A menudo, las personas mayores se enfrentan a retos específicos durante la distribución de bienes de socorro. Las largas colas pueden ser una dificultad para ellas —y tal vez les resulten completamente imposibles— mientras que para los que tienen menor fuerza, los artículos grandes y pesados pueden ser difíciles de llevar a casa. Las caóticas luchas por conseguir mantas o alimentos lanzados desde helicópteros o camiones son escenas que conocemos muy bien a través de nuestros televisores y tienden a recompensar a los más fuertes en una comunidad, no a los más débiles.
Las personas mayores cuidan de los niños —y hay muchos en Nepal debido a la migración generalizada de los jóvenes a las ciudades de la zona en busca de trabajo— lo que les puede dificultar el acudir a las distribuciones de alimentos si no pueden encontrar a alguien que les sustituya. Pero el dinero en efectivo hace que las mujeres y hombres mayores tomen el control de nuevo: en la mayoría de ciudades y pueblos, los productos pueden pagarse en la tienda y luego son entregados en sus casas.
Además de los esfuerzos físicos en la ayuda, hemos estado trabajando con el Gobierno de Nepal y el Programa Mundial de Alimentos para garantizar que los hogares con personas mayores puedan incluirse en los programas de dinero por trabajo. Estos sistemas son muy utilizados, y con razón: ponen dinero en los bolsillos de la gente y permiten que las tareas más críticas —la limpieza de escombros, la apertura de carreteras, etc.— se realicen rápidamente. Este tipo de trabajos no son sencillos, y no todas las personas de una comunidad son lo suficientemente fuertes como para llevarlos a cabo. Alrededor del 8% de la población de Nepal tiene 60 años o más y, aproximadamente, 650.000 mayores en Nepal se han visto afectados por el desastre.
Las personas mayores no pueden aguantar largas colas de espera, por lo que el dinero y la libertad de elegir sus gastos ofrecen ventajas evidentes
Khamraj (*), de 87 años, es una de ellas. Perdió todo cuando su casa se derrumbó delante de él durante el terremoto. Helpage Internacional le entregó 67 euros y ahora puede permitirse pagar la mano de obra para construirse un refugio temporal. Él es una de las 10.000 personas mayores de 60 años que han recibido esta ayuda.
En el pasado, hemos visto a los miembros de la comunidad de más edad y a los discapacitados ser excluidos de programas de dinero por trabajo en muchas operaciones de limpieza. No en Nepal, porque las directrices internacionales actuales exigen a todos las organizaciones de ayuda que desarrollan proyectos de este tipo que busquen tareas más livianas para las personas mayores, como el cuidado de los niños, la gestión de registros o ir a buscar agua.
Más significativo aún es que se les insta realizar pagos comprehensivos con su situación y de forma incondicional equivalentes a un día de trabajo, si una persona es verdaderamente incapaz de hacer ninguna tarea debido a la edad o la enfermedad. En los próximos meses, esto podría tener un impacto positivo en cientos de miles de personas mayores o con discapacidad.
Las distribuciones de efectivo no son adecuadas en todos los contextos y pueden conllevar riesgos. Las organizaciones necesitan entender el marco económico y de seguridad de la zona. Si no hay alimentos o materiales de refugio que se puedan comprar localmente, el dinero en efectivo no puede poner comida en la mesa o un techo sobre la cabeza de nadie. Las organizaciones que distribuyan dinero en efectivo deben, obviamente, hacer todo lo posible para garantizar la seguridad de todas las personas involucradas. Por ello, pensamos la hora del día en la que se entrega para asegurarnos de que las personas mayores regresan a casa cuando aún es de día y que se actúa con la diligencia debida para garantizar la seguridad, tanto de los beneficiarios y como del personal.
Las organizaciones que donan dinero en efectivo con un fin específico —por ejemplo, para alcanzar un objetivo nutricional positivo o para ayudar a que los niños reanuden sus estudios— deben estar preparadas para aceptar que, en el período inmediatamente posterior a un desastre, una familia puede no compartir las prioridades de la ONG. El mismo factor que hace tan efectivo el empoderamiento para los que reciben el dinero en efectivo puede desafiar las narrativas tan bien coreografiadas y ensayadas en nuestro sector sobre la relación entre las aportaciones y los resultados. Es importante destacar, sin embargo, que el temor a que la gente vaya a gastar el dinero que recibe en "productos negativos" como el alcohol o el tabaco, son casi injustificadas. El hecho de que persistan supone el descrédito de un sistema humanitario excesivamente paternalista y, rara vez, el de las familias que reciben dinero en efectivo.
(*) Los nombres han sido cambiados.
Toby Porter es Director Ejecutivo de HelpAge International.
Artículo previamente publicado en The Guardian.
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