Homófobos en deuda
La presencia de Pedro Zerolo en la política no ha sido en vano. Ha servido para profundizar en los derechos de los homosexuales
La gente de mi generación, y no digamos la de generaciones anteriores, tiene una inmensa deuda de honor y de dignidad con todos los que han luchado a favor de los derechos de los homosexuales. Cuando yo era un crío, en el patio del colegio había peleas por ver quién era más canalla con cualquiera que manifestara un comportamiento amanerado, equívoco. Eso, por supuesto, era muy incentivado por los curas.
En la vida de todos había otro capítulo que era la mili, donde siempre, en cada compañía, había un par de desviados que permitían no sólo las formas más repugnantes de homofobia, sino las escondidas mañas según las cuales el más macho acababa siendo el más excitable por estos desviados. Casi siempre, los militares profesionales alentaban aquello.
Ya más tarde, y hablo de los años ochenta, dejó de haber pretextos. El que optaba por la homofobia lo hacía porque le daba la gana. Habían aparecido una serie de tipos como Pedro Zerolo o Héctor Anabitarte (este todavía vive, espero que por mucho tiempo). Y esos tipos tenían unas agallas que para sí las hubiera querido cualquier siete machos.
Algunos, como Zerolo, se dedicaron a la política. Todos lo hacían, porque todo eso era política. Pero Zerolo lo hizo desde el punto de vista institucional. Por supuesto, eso sólo lo podía asumir la izquierda. La derechona se rió muy poco tiempo de la ocurrencia, y los homosexuales de derechas se sintieron protegidos por las leyes de igualdad de género.
En los últimos años, la presencia de Pedro Zerolo y otros en la política no ha sido en vano, sino que ha servido para recordar que las conquistas no tienen por qué ser eternas, y para profundizar en los derechos de los homosexuales.
Yo no sabía cómo hacer un homenaje a esa gente. Y se me ha ocurrido que si cada uno de los homófobos antiguos contamos públicamente nuestro repugnante pasado, el mundo será más limpio que antes. Y desde luego, lo seremos nosotros.
La libertad, la profundización de los derechos civiles, no nos va a hacer más felices, pero sí más dignos y libres.
Gracias, Zerolo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.