Al Shabab y la afonía de los músicos kenianos
Después de los últimos ataques terroristas la música de protesta keniana ha enmudecido Preguntamos a su colectivo por qué no han dado una respuesta contundente Malí, Senegal, Burkina Faso o Sudáfrica sí la dieron a sus respectivos conflictos
Soldados del micrófono han sembrado las semillas del cambio social y la transformación política en distintos puntos cardinales del continente africano. Lo ha hecho el colectivo Y'en A Marre (Basta Ya) en el seno de la escena hip hop senegalesa, que ayudó a poner fin a la presidencia de Abdoulaye Wade en 2012; también los músicos sankaristas de Le Balai Citoyen (la escoba ciudadana), que en 2014 ayudó a derrocar al régimen de Campaoré después de 27 años en el poder; o el grupo de cerca de 40 músicos malienses liderados por Fatoumata Diawara que se unieron contra la imposición de la Sharia en el norte de Malí, en 2013. Hay muchos ejemplos de cómo la música puede funcionar como una herramienta para las luchas populares del continente.
Dos acontecimientos recientes han sacudido los cimientos de África austral y África del este. En primer lugar, los ataques perpetrados por Al Shabab en Kenia, ya sean los de 2013 en el centro comercial Westgate o la reciente masacre en la Universidad de Garissa. En segundo lugar, la actual ola de xenofobia que se está extendiendo en las principales ciudades de Sudáfrica. Con una potente historia de música de protesta en la nación del arcoiris, no ha pasado mucho tiempo hasta que los músicos del país se han unido para alzar la voz y enviar mensajes de unidad para condenar estos actos. Sin embargo, se sigue esperando una respuesta contundente por parte de la comunidad de músicos de Kenia.
El pasado 14 de abril el colectivo de artistas y activistas de Nairobi Pawa 254 organizó el Concierto Garissa Memorial en el céntrico Uhuru Park. Contó con la participación de un gran número de músicos de Kenia como Sarabi Band, Juliani o Eric Wainaina. Pero pese a esto, existe un amplio abanico de puntos de vista y opiniones, mayoritariamente críticas, sobre la movilización de la escena musical de Kenia a la hora de hacer frente a la cuestión del terrorismo y todas las consecuencias sociales y económicas que tiene para el país y sus ciudadanos.
El artista de hip hop keniano Abbas Kubaff, que no pudo asistir al concierto por encontrarse de gira fuera del país, vio con buenos ojos la organización del evento. “Conciertos como éste son importantes porque no hay otro grupo en Kenia capaz de llegar a tal número de personas —más allá de grupos de edad o de fronteras tribales— como los músicos. Hacer duelos colectivos ante tragedias como la de Garissa puede prevenir de más divisiones dentro de las diferentes comunidades étnicas del país. Cuando se producen ataques terroristas en Kenia, a menudo hay una ola de sentimiento anti musulmán y anti somalí que se extiende por todo el país. Ahí es donde los músicos tenemos que ser capaces de recordar a los kenianos que, mientras que el terrorismo es aborrecible, no es la comunidad musulmana o somalí en su conjunto la responsable de estos actos malvados. La desconfianza hacia los políticos, no tiene que hacer mermar la unidad nacional. Por eso estoy convencido de que la música tiene que jugar su rol como fuerza unificadora”, dice Abbas.
Otro peso pesado de la comunidad de músicos del país, Abdi Rashid, parece tener una opinión similar a la del rapero y alaba la sensibilidad de los artistas que participaron en el evento. “Hay una gran conciencia por parte de los artistas kenianos de que los ataques contra la población civil por parte de actores armados es un crimen que no se puede repetir. La mayoría de músicos que participaron en el concierto organizado por Pawa están conmocionados por los hechos y, no sólo expresaron su horror y tristeza por lo que les ha ocurrido a nuestros compañeros kenianos en el concierto conmemorativo, sino también en otros espacios. Hay mucha implicación”, reconoce uno de los promotores de conciertos más importantes de Nairobi.
A pesar de reconocer la fuerza unificadora de eventos como este memorial a las víctimas de los atentados terroristas cometidos por Al Shabab, los más críticos no dudan en expresar su opinión. “Yo ya he trabajado antes con algunos de los músicos que se reunieron en el Parque Uhuru para rendir homenaje a los estudiantes que murieron asesinados en Garissa. Por mucho que esté de acuerdo en que los familiares de las víctimas merecen todo nuestro apoyo emocional, no creo en el uso de la desgracia de los demás para ganar audiencias. Los músicos deberían estar escribiendo canciones que aborden la causa de estos problemas y deben, como ocurre en otros lugares, ofrecer soluciones a los conflictos que vive nuestro país”, expresa Tabu Osusa, veterano productor y director ejecutivo fundador de la discográfica keniana Ketebul Music, refiriéndose a un evento que parece tener más de propaganda que la verdadera capacidad de empoderar a los kenianos a través de la música.
Sin embargo, Abdi, comisario del Concierto Memorial de Garissa, fundador de Roots International y programador de música en vivo del nairobense pub Choices, cree que no es justo comparar otras escenas musicales del continente con el universo musical de Kenia. “Dakar tiene su propio contexto, y lo que motiva a las personas y a los músicos de allí se deriva de ese contexto concreto. No somos nadie para juzgar a los músicos de cada región, ni para compararlos o igualar África como si fuera un todo único. La realidad sobre el terreno es que la separación entre pueblos, países y regiones es muy real y palpable. Prueba de ello son los horribles ataques en Sudáfrica”, reconoce.
“Cuando los jóvenes y los artistas de Burkina Faso fueron capaces de rebelarse y sacar a Blaise Campaore del poder, tuve esperanzas de que ese ejemplo se extendería a otras regiones de África, pero los hechos hasta día de hoy muestran que mis esperanzas eran ingenuas en el mejor de los casos. Seguimos teniendo un contexto diferente. Y es en este contexto en el que seguiremos trabajando mientras intentamos tomar lecciones prestadas e inspirarnos de lo que otros han hecho y continúan haciendo en todo el continente”, se resigna humildemente este veterano de la escena nairobense.
Pero cuando se trata de comparar la conciencia política de otros músicos africanos con la realidad de los músicos de Kenia, Abdi no es el único pesimista. El músico keniano Makadem, tradicionalmente una voz muy politizada, piensa que esperar algo de los músicos kenianos en este sentido es un esfuerzo estéril. “Malí no se puede comparar a Kenia musicalmente, es como comparar económicamente a los EE.UU. con Bangladesh. Malí está muy por delante en términos de estructuras culturales desde hace décadas. Los músicos kenianos todavía estamos luchando para decidir sobre los temas sobre los que queremos cantar o a quién nos dirigimos cuando cantamos”, afirma el artista.
A pesar de todo, el colectivo de músicos, productores y programadores parece estar de acuerdo en que la música de Kenia tiene una larga historia de protesta. En Retracing Kenya's Songs of Protest, Ketebul Music recogió, en dos álbumes, canciones que trazan la historia del país a través de su música protesta durante los 50 años transcurridos desde la independencia hasta 2013. “Hay muchos músicos en Kenia que cantan contra la corrupción, el terrorismo y la violencia”, reconoce Abbas. “Creo que una de las respuestas más enérgicas que los artistas kenianos han tenido fue a raíz de la violencia post electoral que se apoderó del país en 2007. En respuesta a la violencia se creó el grupo Pamoja Amani Upendo (PAU), que se traduce como Unión Paz Amor, es una organización comunitaria que utiliza la música y el baile para promover la paz y la unidad dentro de Kenia, y organizan conciertos y espectáculos regularmente para difundir este mensaje a la gente”, recuerda el rapero orgulloso de la movilización social que se produjo para frenar la ola de violencia en el país.
Según todos ellos, hay que comprender que como en cualquier otra parte del mundo, en función del entorno socioeconómico del que surge cada artista, sus reivindicaciones se orientan hacia una u otra dirección. “Muchos artistas de hip hop en Kenia provienen de áreas deprimidas, donde ha afectado más la corrupción y el mal gobierno después de los planes de ajuste estructural, frenando el desarrollo. Por esta razón creo que muchos artistas de hip hop sienten más responsabilidad a la hora de tratar de usar la música para asegurar un futuro mejor para las próximas generaciones. Creo que algunos de los artistas más convencionales, quizás de zonas más privilegiadas, tienen miedo de hablar como se habla desde el hip hop contra la corrupción o el gobierno, por el temor a represalias, o a que sus carreras empiecen a ser coartadas por personas con influencia en el poder. En general, los cantantes de hip hop como yo no tenemos miedo de hablar, y preferimos sufrir las consecuencias de nuestras acciones porque tenemos buenas razones para ello”, reconoce Abbas, joven estrella del hip hop nacional.
Del mismo modo, Makadem cree que en la escena musical keniana la gente no está hablando con claridad suficiente sobre la corrupción o la violencia y, por lo tanto, no se atreven a pronunciar acerca de cómo el Gobierno de Kenia gestiona la amenaza de Al Shabaab. “Los kenianos odian a los músicos como yo. Muchos de ellos piensan que la función del músico debe ser la de entretener a la gente, no la de educar o de crear impacto sobre la opinión pública en cuestiones políticas. Yo soy una víctima clara de esta hipocresía. Rara vez consigo conciertos debido a lo que se consideran formas de pensar inapropiadas. En mi opinión, los kenianos somos cobardes. En lugar de organizar una protesta contra Al Shabab y contra la gestión que Uhuru Kenyatta está haciendo del asunto, se organizó un Concierto Memorial de Garissa como si fuese un gran espectáculo musical donde los artistas no fueron a hacer nada más que a mostrarse y a conseguir llegar a más audiencias. Me repateó el hecho y, por supuesto, a mí no se me invitó”, dice el polémico Makadem sin pelos en la lengua.
Del mismo modo, Tabu Osusa, cuyo sello, Ketebul Music, editó el segundo álbum de Makadem (Ohanglaman) en 2012, afirma sin titubeos: “Lamentablemente, la mayoría de los músicos de Kenia no piensan en crear contenidos de interés regional sino que la mayoría de sus canciones son acerca del amor, las típicas historias adolescentes de chico quiere a chica y no sobre temas socioeconómicos o políticos. A parte de músicos como Eric Wainaina, Makadem, Juliani, Sarabi y algunos otros, apenas hay músicos capaces de hacer relucir sus consciencias en Kenia. Hay muy pocas voces comparables, si se quiere, al nigeriano Fela Kuti o al congoleño Franklin Boukaka, que fueron capaces de cuestionar y desestabilizar a los gobiernos en asuntos como la inseguridad, la corrupción, el tribalismo o el buen gobierno en general. En Kenia falta una voz unida, un movimiento fuerte en contra Al Shabab”, dice Osusa lanzando una bengala de auxilio a la comunidad de músicos kenianos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.