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MIRADOR
Columna
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Ferlosio

Todo el mundo debería leer los pecios reunidos en ‘Campo de retamas’

Julio Llamazares

El para mí mayor escritor español del último medio siglo, ese que algunos creen un vagabundo cuando se cruzan con él por la calle o en el café, el que parece en las fotografías de prensa un samurái perplejo, al estilo de los personajes de su Testimonio de Yarfoz, acaba de publicar un libro que es una verdadera joya no solamente literaria sino también filosófica y hasta política. Se titula Campo de retamas y todo el mundo debería leerlo, aunque sé que pocos lo harán.

Rafael Sánchez Ferlosio, el escritor maldito de verdad, el narrador sin condescendencia consigo mismo ni con su obra, el autor de algunas narraciones que son ya historia de la literatura, pero de las que reniega en público sin ninguna impostación ni intención de epatar a sus lectores, el articulista de prensa siempre original, ha reunido en su última obra (recopilación de aforismos, ensayo, filosofía en pequeñas perlas, cada uno que piense lo que quiera de él) cuya digestión requiere un tiempo diferente a la de la mayor parte de los libros. Si la verdadera literatura es esa que te obliga a detenerte cada poco y a pensar, a regresar sobre lo ya leído, a buscar concomitancias con otros textos del mismo autor o de otros diferentes, a demorarte, en fin, en su comprensión, las retamas de Ferlosio, o —como él se refiere a ellas salvo en el título de la obra— pecios, tejen unas con otras un bosque de matorral que se enreda en las piernas del lector y al mismo tiempo en su pensamiento y le hacen cada vez más difícil su andadura, pero más apasionante precisamente por ello.

Frases como la que inaugura el libro: “Ojo conmigo”, o afirmaciones como la de que “la simpatía es un arcaísmo de quienes creen, quieren creer o necesitan fingir que hay todavía un medio, un ámbito de vida pública en el que los hombres pueden allegarse en algún grado, de manera directa y espontánea, los unos a los otros” sitúan al lector ante una escritura en la que nada fácil se le ofrecerá. Habituados a las lecturas condescendientes y compasivas del actual canon literario, a la sucesión de libros de entretenimiento que gozan del favor del público generalista contemporáneo, las retamas o pecios de Ferlosio obligan a un esfuerzo intelectual a sus lectores (como antes a su autor), lo que no significa que su lectura no sea placentera. Al revés: el placer surge de su dificultad, de la capacidad del autor para convertir las palabras en piedras preciosas y la sintaxis en pensamiento, del propósito irrenunciable de Ferlosio de no bajar la guardia en ningún momento para no decir un solo lugar común, algo que se le agradece en un tiempo como éste en el que la facilidad y lo divertido están tan valorados comúnmente.

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