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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La banca también tiene clientes vespertinos

Las oficinas tienen que abrir por las tardes para acomodarse al horario laboral de los usuarios

Jesús Mota

Si aplicamos a la banca una lógica estrictamente comercial, sus oficinas deberían abrir mañana y tarde, con horarios ajustados a las exigencias laborales de los clientes y con la vocación de, como suele decirse, rendir el mejor servicio al consumidor; como las mercerías, los bares y los herbolarios. Si se acepta que la libertad de horarios comerciales acrecienta el volumen de negocio (algo que está por demostrar, pero que se ha convertido en la idea dominante de la gestión municipal) y aumenta los ingresos, las oficinas bancarias tendrían que cerrar por la noche. Pero ni ha sido ni es así. La banca siempre ha tenido su propio horario, restricto en tiempo de apertura y estacionalmente variopinto. Que la banca tenga un horario de invierno y otro de verano (le falta uno de entretiempo) debería ser motivo de inspiración a cualquier monologuista de El club de la comedia; lo mismo cabe decir de los estrambóticos segmentos horarios para pagar multas, tasas universitarias o los recibos atrasados, laberintos más complejos que el servicio inglés de trenes.

Bankia acaba de sumergirse en esta discusión con una iniciativa —loable— que quizá incite al seguidismo de otras entidades financieras. Ha puesto en marcha un plan de oficinas ágiles, con horario de apertura entre las 8.15 y las 18.00, dedicadas a las operaciones transaccionales o de ventanilla. Pagos de recibos, cambios de moneda, impuestos y cosas así. Ahora mismo, Bankia tiene 120 oficinas de esas características en toda España; aspira a tener más, entre 140 y 150. Quiere desarrollar esta estrategia de marca: distinguirse del resto de la banca por el horario.

No es la solución ideal; pero es mejor que nada. La decisión óptima para el usuario, obligado a hacer juegos malabares con su tiempo cada vez que tiene que acudir a una ventanilla bancaria quitando minutos a su prestación laboral, sería que todas las oficinas abrieran por la mañana y por la tarde. Los bancos demostrarían así que tienen vocación de servicio al público. Bankia parte de otras intenciones. Pretende concentrar en las oficinas ágiles las operaciones que generan menor valor añadido —las transaccionales citadas— mientras que la banca personal, que genera plusvalías, quedaría concentrada en el resto de las oficinas (¿oficinas perezosas o anquilosadas?). Es una segmentación funcional que, por ahora, coincide con los intereses de los clientes.

Entiéndase bien: los servicios bancarios seguirán ineludiblemente las líneas de mejor desarrollo: banca por Internet, ventanillas virtuales, cajeros automáticos y servicios de última generación que bien están ya en marcha o bien rondan en la fértil imaginación de los Jules Verne de las finanzas. Pero las operaciones engorrosas —las citadas más el intercambio de billetes por monedas de los pequeños establecimientos— tardarán tiempo en desaparecer; y, en fin, aunque sea por la cháchara de compañía que proporciona el cajero de la sucursal de barrio al jubilado de turno mientras comprueba si le han ingresado la pensión, hay que reivindicar el horario vespertino de los bancos. Si los sindicatos y el ajuste de plantillas de la banca lo permiten, faltaría más.

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