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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elecciones de cambio

Una alta participación en las urnas reforzará el pluralismo constructivo

Ante los ciudadanos convocados a las urnas el día 24 de mayo se abre una posibilidad real de que estas elecciones sean de cambio. El interés no se reduce ahora al tradicional combate entre el Partido Popular y el Partido Socialista —más la habitual disputa de formaciones nacionalistas y no nacionalistas en los ámbitos donde están implantadas—, sino a la consolidación de la pugna planteada por las opciones emergentes, que puede atraer a muchos electores escépticos respecto a la participación en el proceso político.

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La crisis ha facilitado elementos de crítica muy fuertes hacia los partidos tradicionales y ha sumido al electorado en la duda sobre dos tendencias básicas de futuro: o bien respaldar la continuidad de la hegemonía de alguno de estos partidos, o dar entrada a nuevas formaciones en el meollo político. La pérdida de calidad de vida en diversas capas de la población y la necesidad de regenerar la política han sido factores decisivos para introducir los deseos de cambio. Por eso el PP, que se juega una cuota enorme de poder municipal y autonómico, esgrime la mejoría económica como el principal argumento para pedir a sus propios abstencionistas que vuelvan a apoyarle, además de atizar la desconfianza hacia opciones surgidas “hace un cuarto de hora”, en expresión profusamente utilizada por Mariano Rajoy.

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Las encuestas demuestran que los ciudadanos perciben la importancia de lo que está en juego. También es cierto que se observan altos porcentajes de personas indecisas, por lo que votar a una u otra opción puede depender de una decisión de última hora. En medio de las incertidumbres sobresale una certeza: la oferta a disposición de los electores cubre ahora un espectro más grande. La ocasión parece propicia para que se incremente la participación en las urnas y España asista, el domingo próximo, a una gran votación.

Las municipales y autonómicas no tienen por qué anticipar los resultados de las generales de final de año. Pero sabemos que hubo dos grandes vuelcos, en 1995 y 2011, que sí anunciaron las tendencias de las siguientes elecciones legislativas. Sabemos igualmente que la concentración del voto en dos partidos fue muy fuerte en 2008, y que siete años después asistimos al proceso contrario: al debilitamiento del partido gobernante sin que su competidor habitual, el PSOE, saque un claro rédito de esa situación —razón por la cual apela al “voto útil”—. También se constata la pérdida de vigor de las opciones (IU, UPyD) que han desempeñado un cierto papel como minorías de ámbito estatal. La aparente pujanza de las nuevas formaciones, Ciudadanos y Podemos, parece capaz de alterar hasta un mapa político como el de Cataluña, que se suponía dominado por el nacionalismo y el independentismo.

Una vez que las urnas hayan hablado, hay que hacer cuanto sea posible para que la administración de los resultados afiance el cambio de cultura política, más favorable a la búsqueda de soluciones por la vía de la negociación y del consenso de la que hemos vivido en los últimos años. Lo peor sería que los destinatarios del mensaje de las urnas continuaran con viejos vicios, que no van a servir en un escenario cambiante.

En todo caso, el antídoto contra ese peligro es el voto. Lo importante es que los electores tomen sus determinaciones y se decidan a hacerlo en gran número. Precisamente porque la pluralidad es buena y porque ahora se dispone de muchas opciones, la forma de reforzar un pluralismo constructivo y dialogante es acudiendo masivamente a las urnas el domingo próximo.

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