Morder el mango bien madurito
Marleni Olivo, que no tenía en ese momento ningún papel para lanzarle su petición al presidente Maduro, decidió mandarla escrita en una fruta tropical
Una de mis aficiones más extravagantes consiste en estar al tanto de la actualidad de Venezuela. Después de México, es el país extranjero donde más gente me sigue en las redes sociales, lo que me lleva a sentir una especial simpatía hacia sus habitantes (a la vez que me pregunto si no tendrán nada mejor que hacer). Tengo tantos amigos venezolanos como gais. Y por si fuera poco, la república bolivariana es fértil en mis noticias favoritas, las insólitas.
Una de las últimas que he leído reúne a una celebrity con un alimento, por lo que debo comentarla en este espacio. La celebrity es Nicolás Maduro, y el alimento, un mango. El presidente de la nación estaba en Maracay inaugurando el nuevo sistema de transporte, y mientras conducía un autobús le llovieron toda clase de peticiones escritas en papelitos. Marleni Olivo, que no tenía en ese momento ninguna hoja a mano, decidió mandar la suya escrita en dicha fruta tropical.
El mango impactó en la cabeza de Maduro. Según la versión oficial —medios críticos apuntan a que Maduro lo devolvió y todo fue un montaje ideado con posterioridad—, el mandatario leyó el enigmático mensaje (“Si puede me llama”, más un número de teléfono) y entendió que aquello era un gran comienzo para un relato apasionante. Desde el Gobierno hablaron con Marleni, ésta les contó que tenía un problema con su vivienda y, muy bolivarianamente, le concedieron un apartamento.
Primera conclusión que extraigo de los acontecimientos: Paulina Rubio se confirma como la Nostradamus del pop latino. En su hit de 2000 Y yo sigo aquí, , la cantante incluyó los versos “si a ti te gusta morder el mango bien madurito, ven mírame a mí, tengo colorcito”; pongan una coma después de “bien” y pásmense ante la premonición. En un plano menos intelectual, creo que la acción añade una interesante nota surreal al chavismo, a la par que refuerza su particularidad. No hay muchos dirigentes que mantengan comunicaciones similares con sus dirigidos: tú me lanzas un message in a mango y yo te pongo un piso.
Dicho esto, no sé si Maduro ha calculado las consecuencias. Lo imagino bombardeado por cientos de mangos escritos en sus próximas apariciones públicas. Sus seguidores se los lanzarán blandos y jugosos, con el pringue consiguiente; sus detractores, verdes como piedras, muy dañinos. Quizá el mangazo se pueda leer como ejemplo no sólo de la afición al gesto arbitrario de los populistas, sino también de su limitada capacidad para pensar a medio plazo.
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