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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Mayfair, el barrio somalí de Johannesburgo

Xenofobia, solidaridad y trasnacionalismo en Mayfair,

el "Pequeño Mogadiscio" de Johannesburgo

Hell Street, la calle central de Mayfair, poblada de comercios y restaurantes, vibra de actividad los viernes por la tarde después de la oración. Foto: Salym Fayad.

(*) Por Nereida Ripero y Salym Fayad

Tras los últimos episodios xenófobos en Sudáfrica y los recientes ataques de Al Shabab en Garissa y Mogadiscio, los miembros de la diáspora somalí se vuelven a enfrentar a la discriminación en los países que los acogen. Mayfair, el “Pequeño Mogadiscio” de Johannesburgo, es para muchos emigrantes somalíes uno de los pocos lugares donde se sienten a salvo.

En estos días en los que aún resuena la tragedia de la Universidad de Garissa, perpetrada por el grupo terrorista extremista Al Shabab en Kenia, en Sudáfrica continúan los ataques xenófobos contra somalíes. Años de guerra, sequias y caos han hecho que millones de somalíes abandonen su país en busca de una vida mejor en otros lugares. La diáspora somalí se extiende hoy en día por los cinco continentes, sin embargo, los individuos que la conforman suelen ser percibidos como refugiados, piratas o terroristas, lo que complica aún más su existencia allá donde vayan.

Cali Hassan se sienta sobre una cama sin hacer en una habitación del hotel Mubarak y espera. A conseguir un trabajo, a volver al township o a que sus compatriotas le presten algo de dinero para volver a comenzar. Cali Hassan llegó a Sudáfrica a mediados de 2010, y como muchos de los migrantes somalíes que atraviesan varios países para llegar hasta Johannesburgo, poseía poco más que la ropa que llevaba puesta.

Cuatro años más tarde ya había montado dos pequeñas tiendas en los townships, barrios de mayoría negra creados durante la era del apartheid, de la provincia de Gauteng, que lo mantenían a él, a su hermano y a media docena de parientes dispersos en el Cuerno de África. Hasta que una tarde de finales de enero escuchó gritos e insultos a la salida de su tienda en el township de Braamfischerville en Soweto. “Nos querían matar. Rompieron la puerta, saquearon todo; luego la multitud empezó a perseguirnos”, cuenta Cali Hassan. “La policía estaba viendo lo que sucedía –agrega–. Dijeron que solo podían ayudarnos a proteger nuestras vidas, pero no nuestras pertenencias”. Era el inicio de la oleada más reciente de ataques xenófobos en los townships de Sudáfrica, y recordaba inevitablemente a la violenta campaña contra inmigrantes de otros países africanos que dejó más de sesenta muertos en mayo de 2008.

Cali Hassan (23) y Anwar Abdi (19), comerciantes somalíes víctimas de ataques xenófobos, se refugian en el hotel Mubarak en Mayfair, Johannesburgo. Foto: Salym Fayad.

Anwar Abdi, otro joven comerciante que escucha el relato de Cali y que también se aloja en el Mubarak, agrega que la violencia es un factor constante para los somalíes que trabajan en los townships. “En los cinco años que llevo viviendo en Sudáfrica me han atacado al menos treinta veces”, dice mientras exhibe cicatrices de bala y de cuchillo en sus piernas y abdomen, testimonio de las agresiones. “Algunas personas en la comunidad nos acusan de quitarles el empleo, la vivienda, sus mujeres. Nosotros solo queremos sobrevivir. En Somalia no seríamos vendedores en una tienda de un township, pero la vida nos ha obligado a serlo en Sudáfrica”.

Hodon Gabo. Poeta, comerciante, y habitante de Mayfair. Foto: Salym Fayad.
Hodon Gabo. Poeta, comerciante, y habitante de Mayfair. Foto: Salym Fayad.

Durante los días que duraron los últimos ataques, el Mubarak, un pequeño hotel para comerciantes y emigrantes somalíes recién llegados ubicado en el extremo oriental de Mayfair, barrio conocido como “Pequeño Mogadiscio”, se convirtió, como muchos otros sitios de esta zona de Johannesburgo, en el refugio de cientos de somalíes que escapaban de los townships en el furor de la violencia. Familias enteras dormían en los pasillos, el comedor y la cocina.

Mayfair, a pocos kilómetros del centro de Johannesburgo, se ha convertido en una isla de paz para muchos emigrantes somalíes en Sudáfrica, en un hogar fuera de casa; saben que aquí, gracias a la presencia mayoritaria de sus compatriotas, pueden disfrutar de cierta tranquilidad y seguridad. Tal como afirma Mohammed Mahmoud, gerente del Mubarak: “En Mayfair no suele haber problemas. Los somalíes somos muy solidarios entre nosotros. Si roban o atacan a alguien, todos estamos para apoyarle”.

Los emigrantes somalíes inicialmente eligieron este barrio para asentarse durante los años noventa por la conexión religiosa que existía con la comunidad india musulmana que residía en la zona desde los tiempos del Apartheid. Poco a poco, los refugiados que iban llegando desde Somalia, Kenia, o Etiopía fueron abriendo algunos negocios como cibercafés, agencias de viaje, hoteles, restaurantes y tiendas ofreciendo servicios y productos dirigidos al público somalí.

En los últimos tres años el barrio ha sufrido grandes transformaciones, debido al mayor número de refugiados somalíes que pueblan sus calles y que han trasformado el espacio urbano a través de la apertura de más negocios, comercios, restaurantes y salas de té en los que se reproducen tanto espacios como formas de vida del Cuerno de África.

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A la izquierda; La comida, la música, las noticias, la clientela: todo es somalí en el Restaurante Shibis. Foto: Salym Fayad. A la derecha: Comercios somalíes en el centro comercial Amal. Foto: Nereida Ripero.

En el centro del barrio se encuentra Amal, un pequeño centro comercial en el que todos los negocios son regentados por somalíes, la mayoría mujeres. La tienda de Amina ofrece una mezcla de productos del Océano Índico: inciensos, perfumes, coloridas túnicas, pañuelos y pashminas, aceite de sésamo, especias, té, café y agua consagrada de la Mecca. Aisha importa los productos de su tienda desde Dubái y Nairobi, como muchos de los negocios de Mayfair.

La mayoría de estas mujeres y hombres de negocios, reciben también apoyo económico para sus actividades comerciales a través de remesas que les llegan de familiares viviendo en la diáspora occidental, donde a su vez también llegan productos procedentes del Este de África y Oriente Medio.

En los últimos días, en respuesta a la masacre de Garissa, el gobierno de Kenia, país donde viven o transitan alrededor de dos millones y medio de somalíes, ha retirado la licencia a numerosas agencias de envío de dinero. Está medida puede generar graves consecuencias sobre miles de familias que dependen de estas remesas, e incluso sobre organizaciones humanitarias en Somalia que operan sobre el terreno gracias a estas donaciones.

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Niños y mujeres se preparan para la celebración del festivo musulmán del Eid en Mayfair. Fotos: Nereida Ripero.

Las redes trasnacionales juegan un papel fundamental dentro de la diáspora somalí. No son solo productos y remesas los que recorren largas distancias, sino también relaciones familiares y sentimentales que transcienden continentes, ideas, creencias, costumbres y prácticas religiosas y culturales. “Allá donde vayas, como somalí, siempre llevas tu cultura contigo” declara Fatuma mientras se viste para la celebración de un Todoba, ritual que tiene lugar siete días después de una boda y al que solo asisten mujeres donde bailan y cantan sones tradicionales a la recién casada.

Grupos de mujeres bailan y cantan poemas tradicionales para la recién casada durante la celebración de un Todoba, ritual que tiene lugar siete días después de una boda y al que solo asisten mujeres. Foto: Salym Fayad.

Tal como afirmaba Mohammed Mahmoud, la solidaridad también define el funcionamiento de la diáspora somalí, especialmente en momentos difíciles. “Si un hermano necesita ayuda, ¿qué haces?”, se pregunta retóricamente. Como gerente, decidió abrir las puertas del Mubarak a cualquier somalí que necesitara un refugio temporal. La semana siguiente a los ataques, al menos 50 de los somalíes que se alojaban allí se fueron del hotel. La mayoría no volvió al township ni a Somalia, sino que abandonaron Sudáfrica en dirección a otros países. Este flujo migratorio se ha mantenido: hace apenas diez días salieron otros 50 y en este momento cruzan, de forma legal o clandestina, nuevas fronteras en África, Asia y Latinoamérica, tratando de llegar a algún país que los acoja, a países donde –según han escuchado– no hay pobreza ni discriminación ni violencia.

Esta entrada forma parte del proyecto Metropolitan Nomads: Journeys through Joburg’s Little Mogadishu, una instalación multimedia sobre la diáspora somalí que tendrá lugar en la segunda mitad de 2015 en la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo. El proyecto cuenta con el apoyo del African Centre for Migration and Society (ACMS).

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