Hombres políticos y capital erótico
Nadie ha permanecido inmune al atractivo estético, visual, físico, social y sexual de Varoufakis y de otros dirigentes europeos. En la sociedad de la imagen, fascinan los líderes inteligentes y con desenvoltura mediática
“Pobre, pero sexy” fue uno de los titulares que circuló repetidamente en los medios internacionales en referencia al flamante ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis y el efecto que causó en su visita oficial a Alemania a principios de febrero. Más allá de estar o no de acuerdo con sus planteamientos en la negociación sobre la deuda griega, la prensa alemana no ahorró en elogios para describir su físico (“irradia una masculinidad clásica que uno asocia normalmente a las estatuas griegas”) y su talante carismático a la par que informal. Los elogios continuaron en la prensa de otros países conforme Varoufakis se reunía con los diferentes líderes políticos europeos. Nadie parece haber permanecido inmune al atractivo estético, visual, físico, social y sexual de Varoufakis o, en palabras de la socióloga británica Catherine Hakim, a su capital erótico. Varoufakis no es el único político percibido como sexy y de cuyo atractivo se hacen eco los medios últimamente. De hecho, de acuerdo con éstos, se diría que ahora mismo proliferan los hombres atractivos en política europea, especialmente en el sur del continente: el propio primer ministro griego Alexis Tsipras, el primer ministro italiano Matteo Renzi, el primer ministro francés Manuel Valls; en nuestro país, el secretario general del PSOE Pedro Sánchez, el diputado de IU Alberto Garzón, el líder de Ciudadanos Albert Rivera o el portavoz del PP en el parlamento vasco Borja Semper son algunos ejemplos. En parte puede deberse a un simple relevo generacional que ha permitido la emergencia de caras más jóvenes y frescas. Sin embargo, si aplicamos la teoría de Hakim esta no sería la única explicación. Al hacerlo, surgen además otras preguntas interesantes relacionadas con la distribución del capital erótico entre hombres y mujeres: Pues, ¿es equiparable el número de mujeres políticas de relevancia que trascienden actualmente por su atractivo físico? ¿Acaso hay más renuencia a la hora de describirlas a ellas como sexys? (En otras palabras, ¿cuál hubiera sido la reacción a los titulares sobre Varoufakis si éste hubiera sido mujer?) ¿Por qué lo que parece una ventaja para ellos, no parece serlo tanto para ellas?
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Catherine Hakim acuñó el concepto de capital erótico hace un lustro, causando gran revuelo en la comunidad científico-social, especialmente entre los teóricos de género. Siguiendo al sociólogo francés Pierre Bourdieu que plantea que, para desempeñarnos en sociedad, hacemos uso esencialmente de nuestros capitales económico, social y cultural –es decir y en resumen, de nuestro poder adquisitivo, nuestra red de contactos y amistades y nuestro conocimiento de la cultura y el arte– Hakim sugiere que hay que añadir un cuatro tipo de capital, el capital erótico. Éste es una combinación de características que tienen que ver con nuestra apariencia y desenvoltura con los demás y que hace que resultemos más o menos atractivos para otros miembros de la sociedad, especialmente para los del sexo puesto. Se trata de un capital que podemos ejercer en cualquier contexto y que, al igual que los otros tipos de capital, incluye habilidades que pueden aprenderse y cultivarse (porte, estilo), pero también características que vienen dadas de nacimiento (rasgos y constitución física, por ejemplo).
¿Cómo no vamos a sucumbir ante un político elocuente que parece un actor de Hollywood?
Para Hakim, las mujeres, en general, poseen mayor capital erótico que los hombres por razones históricas y culturales ligadas también a la fertilidad y la capacidad de gestar vida. Asimismo, cuentan con la ventaja de que los hombres son sensibles al capital erótico femenino a lo largo de toda la vida, mientras que las mujeres se vuelven menos sensibles al de los hombres cuando alcanzan la madurez. Eso genera, según Hakim, un déficit de capital erótico masculino que beneficia a las mujeres. En conjunto, ambas asimetrías, dice Hakim, explicarían por qué a los hombres nunca les ha interesado considerar abiertamente el capital erótico como un recurso tan valioso como los capitales económico, social y cultural, y por qué han insistido siempre en mantener una dicotomía entre valores ‘profundos’ asociados a la mente (la inteligencia) y valores ‘superficiales’ asociados a la apariencia física (la belleza). En Occidente, continúa Hakim, el cristianismo se ha encargado de reforzar esta contraposición identificando el sexo y la sexualidad con nociones de impureza y bajos instintos. En este sentido, argumenta Hakim, el feminismo, especialmente el anglosajón, ha caído en la trampa del patriarcado y el puritanismo religioso al censurar el uso del capital erótico por parte de las mujeres y presentarlo como el resultado de la opresión y explotación masculinas. Para la socióloga británica, se trata, por el contrario, de un elemento subversivo que permite actuar a las mujeres en todas las esferas, más allá de limitantes sociales y económicas, y que complementa a otros atributos como la inteligencia.
Por lo tanto, desde la perspectiva de Hakim, quizá no deba sorprendernos que haya proporcionalmente menos mujeres en política que trasciendan por su atractivo físico (conviene recordar aquí que la diferencia en números absolutos es todavía más significativa dado que hay menos mujeres ejerciendo como políticas). En primer lugar, los valores feministas permean en mayor medida la esfera política que otras esferas como, por ejemplo, la financiera, y en ese entendido, las mujeres que se desempeñan en política no desean, en general, ser valoradas por su apariencia física. Hakim diría que muchas de ellas procuran, deliberadamente, no cultivar su capital erótico. En segundo lugar, dado que además impera la concepción generalizada de la belleza como algo superficial e insustancial, desligado de actividades ‘serias’ como la política y el gobierno, se tiende, efectivamente, a desacreditar a aquellas mujeres políticas que destacan por cultivar ‘demasiado’ su capital erótico (“¿Cómo tiene tiempo para arreglarse el pelo todos los días?”; “¡Menudo armario tiene!”, etc.). En tercer lugar, como consecuencia de lo anterior, existe cierto consenso sobre lo inapropiado o políticamente incorrecto de comentar el aspecto físico de las mujeres con cargos, tildándose de sexistas o machistas ese tipo de apreciaciones. De ahí que los medios, en general, se cuiden mucho de no hacerlo. Naturalmente, cuando se publican este tipo de comentarios, las primeras en protestar son las propias mujeres.
Se considera sexista y políticamente incorrecto comentar el aspecto físico de las mujeres con cargos
Sin embargo, tal y como estamos viendo, el capital erótico de los hombres políticos sí se valora. Puede que sea incluso un valor en alza en una sociedad de la imagen como la que vivimos y uno que incide positivamente en la valoración general de los políticos concernidos. Evidentemente, el capital erótico masculino en política tampoco se libra del tópico del ‘guapo tonto’ (que espetan, sobre todo, otros competidores menos agraciados) o de algo mucho más grave, el estigma negativo que han dejado en la figura del galán o seductor las actividades de altos cargos libertinos y presuntos predadores sexuales como Dominique Strauss-Kahn. Pero tal y como demuestra el caso de Varoufakis, a los medios, y a la sociedad por extensión, les fascina la imagen de un político que combine inteligencia y capacidad de acción con presencia física y desenvoltura mediática. Dicho de un modo más caricaturesco, acostumbrados como estamos a la imagen de los superhéroes de las series y películas de acción, ¿cómo no vamos a sucumbir ante un personaje real que, además de ser un político elocuente, parece un actor de Hollywood?
Para muchas mujeres, sobre todo aquellas que deseamos libertad y oportunidades plenas para nosotras y ellos, la propuesta de Hakim sobre el valor positivo, e incluso subversivo, del capital erótico es controvertida. Nos obliga a cuestionar nuestros principios y valores feministas ‘tradicionales’. Nos invita a repensar el papel de nuestro cuerpo como sujeto y objeto erótico y gestor de vida en la sociedad presente y futura desde una visión más pragmática que idealista. Pero si no lo hacemos, quizá es válido preguntarse si no corremos el riesgo de quedarnos atrás nuevamente en el aprovechamiento de lo que, de acuerdo a Hakim, es una gran ventaja histórica y estratégica de las mujeres.
Olivia Muñoz-Rojas es doctora en Sociología por la London School of Economics e investigadora independiente.
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