La distancia entre el deseo y la realidad
"Lo inevitable", así se titula un proyecto de Antonio Pérez Rio sobre el proceso de cambio irreversible que viven las comunidades del Estado etíope de Gambela por la presión sobre sus tierras Un cruce de caminos repleto de clanas, armas, ganado y diversidad que marcó, atrapó e inspiró al fotógrafo en su trabajo
La inevitabilidad es una cualidad imponente. Nada se puede hacer contra ella, excepto aceptarla. Convivir con ella, y, a veces, esperar o hacer algo por darle la vuelta. Así fue el primer viaje de Antonio Pérez Rio a Etiopía: inevitable. “Surgió de un sueño”, dice el fotógrafo en una de las salas de su escuela en Madrid, en el barrio de Arganzuela. También lo fue el segundo, del que surgió la exposición que ahora ocupa la sala C del CEART, el Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada, con ese mismo título, Lo inevitable. “La historia de esta región es tan compleja que yo no sé si hay remedio para ella, no hay una solución clara sino una escala de grises en proceso de mutación que nohace sino aumentar la desigualdad y los conflictos”.
Antonio Pérez Rio pisó Gambela por primera vez en septiembre de 2010. En ese estado federado etíope descubrió una realidad que lo atrapó. “Todo era muy visual, el aspecto de las personas que fui encontrándome en esas dos primeras semanas que pasé allí me llamaron muchísimo la atención”. Supo que tenía que volver, “varias veces, o quizás una vida entera para entender esa madeja intrincada de diversidad”. Lo hizo dos años después, en 2012. “Fue entonces cuando realicé los retratos que ahora conforman la exposición”.
La exposición la componen retratos de hombres y mujeres de las comunidades Nuer, Anuak, Mezenghir y Opo
Los 23 textos y las 12 fotografías en paspartú blanco narran parte de lo que Antonio Pérez Rio encontró: a los habitantes de un territorio en el que el Gobierno hace cesiones masivas de tierra a empresas extranjeras sin contar con las comunidades locales y donde los reasentamientos forzosos son continuos. “Yo quería que la gente los conociera, y que viera, en un lugar tan remoto, el profundo contraste entre su imagen y el territorio que les rodea”, enfatiza Pérez Rio, que, con cuidado y enfundándose unos guantes blancos, abre una caja marrón en la que están guardadas las fotografías.
Hombres y mujeres de las comunidades Nuer, Anuak, Mezenghir y Opo. Los pies desnudos, relojes en las muñecas, vaqueros y vestidos impecables. Pelucas. En medio del bosque, de un gigantesco charco, de la sabana. Pérez Rio aún levanta las cejas cuando lo recuerda: “Cuando me los encontré por primera vez me parecieron alucinaciones. ¿Cómo podía encontrar a un hombre con un traje limpísimo y una camiseta de Obama en una zona lejana como aquella?”. La cultura de Gambela está en un proceso de cambio irreversible que se refleja en la enorme distancia que hay entre la apariencia y el contexto, entre sus propios deseos y la realidad.
“Y al revés también”, asegura el artista. “La exposición también quiere reflejar la dudosa imagen mental que los medios occidentales tienen y han ido construyendo alrededor de África, también en Etiopía”. Todo lo que encontró allí le pareció fascinante. “Mi cabeza entró en bucle, empecé a darle vueltas y vueltas y así fue como supe que tenía que enseñar todo aquello”. Pérez Rio lo recuerda con detalle: cómo cantaban rap americano, emblemas europeos como la torre Eiffel en las camisetas, los cinturones con hebillas metálicas o sombreros tejanos. “Me acuerdo de Arikat, una chica que aparece en sujetador. Cuando le dije que iba a fotografiarla, se quitó espontáneamente la camiseta. Un sujetador es algo novedoso en aquella zona y ella necesitaba mostrarlo”.
Las imágenes son solo la puerta de entrada a ese enredado mundo de etnias y lenguas, luchas ancestrales por el territorio, violencia, diversidad, sequías, hambrunas. Los textos son la llave para entenderlo, “aunque sea mínimamente, si no, te quedas en la superficie”. Él no quiso hacerlo y pasó tres semanas viajando de punta a punta de Gambela, siempre con un traductor y un miembro de la comunidad local. “Si no, hubiese sido imposible, hay ocasionales episodios de violencia, hay que saber dónde meterse”.
Su viaje fue intenso: transporte que tardaba días en llegar, carreteras inundadas, caminatas de 10 kilómetros arrastrando una moto estropeada bajo una tormenta. “Anécdotas en comparación a lo que ellos viven en su día a día, por supuesto”. Para Antonio Pérez Rio fue una aventura, para ellos, la rutina. A veces, la nada también es algo habitual. “Hay un chico de la comunidad Anuak que ahora vive en una zona llamada Cero Cero. Llegaron allí huyendo de un territorio de combates esporádicos, sin nada, era menos que cero. Y le pusieron ese nombre. A él, le llamaron El que nunca vuelve”. Por ahora, no puede regresar a la tierra que sus ancestros cultivaron. Quizás, en un futuro, ese exilio sí pueda dejar de ser inevitable.
‘Lo inevitable’
La exposición fotográfica de Antonio Pérez Rio estará en Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada (Calle Leganés, 51), del 8 al 27 de enero.
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