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Los trabajadores del mundo del lujo se manifiestan

Los empleados de Jean Paul Gaultier protestan por las calles de París. Esta industria, poco propensa a las reivindicaciones laborales, comienza a dejarse ver

Jean Paul Gaultier, en su último desfile en París.
Jean Paul Gaultier, en su último desfile en París. L'Estrop

“Después de la moda de la calle, llega la moda en la calle”. Con esta irónica proclama, alrededor de 40 personas se manifestaron siguiendo un itinerario poco usual en este tipo de situaciones; la Avenue Montaigne, sede por antonomasia del lujo francés y, por extensión, del lujo global. Al ver las camisetas marineras que portaban muchos de ellos, el ojo entrenado en moda se daba cuenta enseguida de que el tumulto tenía algo que ver con Jean Paul Gaultier.

El pasado septiembre, el diseñador anunciaba el cierre de su división de prêt-à-porter, masculino y femenino. En el comunicado aludía a “restricciones comerciales” y a la frenética evolución en el mercado. Tras el último desfile, un autohomenaje a más de tres décadas de colecciones, 29 trabajadores se quedaron en la calle.

“Están en su derecho de manifestarse y lo respetamos”, declaraba al diario Women’s Wear Daily Ralph Toledano, presidente de la sección de moda del grupo Puig, el gigante de la cosmética dueño de Jean Paul Gaultier. Las quejas de los exempleados partieron de la boutique de Nina Ricci (otra de las marcas del grupo) y llegaron hasta la sede de la compañía. Se desconoce cómo afrontará Puig la reestructuración de la firma, que a día de hoy mantiene más de cien puestos de trabajo repartidos entre fragancias, accesorios y alta costura.

La “moda de la calle”, como gritaban los antiguos empleados del modisto francés, lleva años siendo mitificada. Mayo del 68 fue el punto de partida de aquella revolución estética comandada por Yves Saint Laurent. El creador argelino se jactaba de haberse empapado de las protestas desde dentro, y de encontrar en ellas el material necesario para cambiar la industria de arriba abajo. Después llegarían las revueltas punk y sus ecos estilizados sobre una pasarela. Y mucho más recientemente la penúltima puesta en escena de Chanel: una falsa manifestación con tintes feministas, súpermodelos y las prendas de su nueva colección.

Pero no todo es forma sin fondo, búsqueda de inspiración o coqueteo con la agenda social. Pese a que se trata de un ámbito poco amigo de las manifestaciones (al menos, de las manifestaciones públicas), la moda últimamente ha tenido que ver cómo algunos de sus miembros trasladaban sus quejas a pancartas a pie de calle.

Quizá muchos de los asistentes a los desfiles estén familiarizados, e incluso esperen, toparse con protestas por el uso de pieles animales, que durante años fueron un clásico en las puertas de las sedes de las semanas de la moda. Pocos esperaban, sin embargo, que las manifestaciones se centraran en la explotación laboral de los empleados en prácticas.

“Pagar a los becarios debería ser tendencia este año”, rezaba una de las pancartas que se apostaron el año pasado en la Somerset House, enclave de la fashion week londinense. La protesta estaba organizada por estudiantes del King’s College y la asociación Intern Aware. “En la mayoría de los casos las prácticas no remuneradas son ilegales, pero los diseñadores reclutan a becarios y estos no reciben ninguna bese mensual", afirmaba una de las manifestantes en The Guardian.

El pasado septiembre, Londres volvió a presenciar cómo las celebridades invitadas a los desfiles compartían forzosamente protagonismo con decenas de activistas. Esta vez el lema (escrito en un panel de 30 metros) era “No menciones a los trabajadores textiles”. La protesta iba encaminada a visibilizar los derechos de los miles de empleados que confeccionan prendas en países subdesarrollados.

En 2012, la industria nacional vivió una situación similar a la que acaba de ocurrir con Gaultier, aunque con quejas más graves. Varias personas se manifestaron a las puertas de los juzgados de Alicante para reclamar deudas a Hannibal Laguna. El diseñador se enfrentaba entonces a siete demandas por impago a sus empleados. Como cualquier industria, la moda esconde sus injusticias y sus polémicas, sus sombras laborales y sus reestructuraciones corporativas. No todo iba a ser glamour.

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