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Migrados
Coordinado por Lola Hierro

Decálogo para “criminalizar” inmigrantes

Inmigrantes encaramados a la valla de Melilla el 22 de octubre de 2014. / Francisco G. Guerrero (EFE)

Por J.M. JIMÉNEZ GÁLVEZ

Once veces. Jorge Fernández Díaz se sentó el pasado 13 de febrero en el Congreso y utilizó hasta once veces la palabra “asalto” para referirse a los saltos de las vallas de Ceuta y Melilla protagonizados por inmigrantes —incluido el que había acaecido apenas siete días antes y que acabó con la dramática muerte de 15 subsaharianos en la tragedia de Tarajal—. Ese término, precisamente, se repite también en los comunicados de Interior, en las notas de prensa enviadas por las delegaciones del Gobierno y, por supuesto, en las sucesivas declaraciones de los cargos públicos de las ciudades autónomas, como Imbroda y El Barkani. ¿Casualidad?

Para expertos en Opinión Pública, lingüistas y ONG, desde luego que no. Estos coinciden en que el empleo de esta expresión responde a un intento de “criminalizar” a los sin papeles y justificar así la “militarización” de los perímetros que rodean a los dos enclaves españoles. Al igual que cuando se utiliza el término “avalancha” o se habla de “blindar las fronteras”. “No dejan de ser metáforas, pero su uso repetitivo las acaba naturalizando, de modo que la entrada de extranjeros por las vallas acaba percibiéndose como si fuera una invasión militar”, explica Juan Carlos Velasco, investigador científico del Instituto de Filosofía del CSIC.

Porque las palabras importan muchísimo. Imbroda, presidente de Melilla, subraya constantemente que España debe “defender” sus fronteras norteafricanas —“Allí no se hace nada sin material antidisturbios”, ha llegado a recalcar en una entrevista concedida a EL PAÍS—. Interior, a su vez, cada vez que se produce un salto destaca la supuesta “violencia” empleada por los subsaharianos. “Queremos reiterar el riesgo que conlleva este modelo de inmigración irregular, basado en asaltos masivos y a la fuerza de la valla de Melilla”, subrayaba en un comunicado la delegación del Gobierno en la ciudad autónoma.

“Con un discurso durísimo, tratan de incrementar el dramatismo para generar una opinión pública favorable”, señala Fermín Bouza, profesor de Opinión Pública en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Para ello, además, según denuncian las ONG, el Ejecutivo se esfuerza a diario en “identificar la lucha contra la inmigración con la lucha contra las organizaciones criminales [las mafias de tráfico de personas]”.

El ciudadano se enfrenta entonces a una “estrategia lingüística”, a un mensaje medido y programado. Así resume el conflicto Tiberio Feliz, lingüista y profesor de Didáctica de la UNED: “No es lo mismo asaltar que saltar, igual que no es lo mismo inmigrante ilegal, indocumentado o sin papeles. Cada palabra tiene una connotación diferente. No transmitimos la misma idea y, por tanto, la interpretación que el ciudadano tiene de esa realidad no es la misma”.

Frente a estas acusaciones se posiciona Irene Flores, asesora y responsable del Gabinete de comunicación de la Delegación del Gobierno en Melilla. “Si utilizamos los términos avalanchas o asaltos masivos es porque son los que mejor describen los sucesos en la frontera. Utilizamos el castellano, que es la lengua en la que nos comunicamos ”, afirma, antes de añadir que “no se pretende criminalizar a los inmigrantes y que se es consciente de su desesperación”. “Es un drama humano extremo”, sentencia.

Pero, más allá de si existe o no esa intención de “criminalizar”, habría que hacerse una segunda pregunta. ¿Resulta efectivo ese lenguaje? Responde Bouza: “Han tenido un cierto éxito entre un sector de los españoles que no parece muy sensible. Pero otro ve con asombro este discurso, porque lo contrasta con las imágenes que ve en la pantalla y no se corresponde”.

Diez expresiones y usos lingüísticos que “militarizan” el conflicto, según las ONG:

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